
Martí escribió de todo cuanto tocó su sensibilidad
Eusebio Leal Spengler
Para evocar cum dignitate el Día Internacional de la Danza, que se celebra en todo el orbe el 29 de abril, fecha del natalicio del maestro Jean George Noverres (1727-1810), el padre de la danza moderna, les ofrezco a mis asiduos lectores la reseña de la obra Martí ante la danza. Glosas a la gestualidad de una época, de la escritora e investigadora Mayra Beatriz Martínez; título publicado por la Editorial José Martí.
Una vasta línea temática distingue la obra poético-literaria y periodística de uno de los padres fundadores de la psicología cubana. En ella, se pueden encontrar continuas citas y referencias a las más disímiles manifestaciones artísticas; entre las cuales la danza desempeña una función «clave».
El arte danzario del siglo XIX llega hasta nosotros gracias a la valiosa pesquisa desarrollada por la también ensayista y periodista cubana, quien realiza una afanosa búsqueda en los materiales periodísticos y en la narrativa del Apóstol, para entregarle al lector la percepción personal del fundador del periódico Patria acerca del quehacer danzario de la época socio-histórica que le tocara vivir, en la península y en América.
Ante todo, habría que destacar los sólidos conocimientos que de la vigente obra martiana posee esa estudiosa de la vida y la obra del genial pensador habanero, así como de las bases conceptuales, teórico-metodológicas y prácticas en que se estructura el fascinante universo danzario (sobre todo el de las danzas americanas y españolas, y dentro de estas últimas, el flamenco).
Si bien el poeta mayor de la patria grande latinoamericana mostró cierta reticencia hacia los bailes de salón y las danzas signadas por la sensualidad, el erotismo, la chabacanería y la vulgaridad, no escatimó elogios hacia las manifestaciones danzarias folclóricas, propias de los primigenios habitantes de Nuestra América y del Caribe (incluido, por supuesto, el archipiélago cubano).
La génesis de dicha actitud reprobable hacia esas manifestaciones danzarias, que José Julián valoraba con tanta severidad, habría que buscarla en la educación que recibiera en el seno de la familia Martí-Pérez. Formación caracterizada sobre todo por la estricta observancia de los valores ético-morales que los hijos de Don Mariano y Doña Leonor descubrieran en los progenitores, y que mediatizaran el comportamiento psicosocial de los retoños forjados al calor de ese frondoso árbol, y en especial, el de su primogénito.
De ahí, que la influencia del superyó o código ético-moral que guiara los pasos del joven habanero por el camino del bien y lo alejara de cuanto pudiera desviarlo un ápice de sus incipientes criterios acerca del objeto de estudio de la ética como disciplina filosófica, inclinara la balanza hacia las actitudes más nobles y bellas que pautan las acciones del «soberano de la creación». Y lo convierten en un excelente ser humano, el escalón más elevado al que puede y debe aspirar el homo sapiens, y que Martí alcanzó desde la más temprana juventud.
Bajo esas concepciones ético-morales, el principal organizador de la Guerra Necesaria juzgó las danzas voluptuosas que despertaban en hombres y mujeres los más abyectos deseos libidinosos, ocultos en las regiones más intrincadas de la psiquis humana, y que afloraban a la superficie al compás del desenfreno desencadenado por la música y el baile, en extremo excitantes.
Sin embargo, la sensibilidad artística y humana de ese sagaz crítico, que «apuntó bien y dio en el blanco», no se pudo resistir a la tentación de describir las virtudes de la bailaora española. Tanto lo conmovió su forma única e irrepetible de bailar el flamenco, que le hizo escribir una frase antológica, que conserva la más palpitante actualidad: el baile [hispano] es fuego del alma».
En el poema “La bailarina española”, por ejemplo, no solo se percibe la emoción que suscita en el Héroe de Dos Ríos los movimientos exactos y precisos de esa artista, a quien no vacilara en calificar de «divina», sino también el dominio que el bardo posee de los indicadores técnico-interpretativos en que descansa el flamenco, como legítima expresión de la cultura ibérica, a la que José Martí amara con pasión.
Si bien se consagró en cuerpo, mente y alma a luchar por la libertad de nuestra patria, y ofrendó su preciosa vida por la independencia de Cuba, no es menos cierto que por sus venas corría sangre española y canaria.
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