
¿Para qué, sino para poner paz entre los hombres,
han de ser los adelantos de la ciencia? –J.M.
Acostumbramos destacar la fibra humanística de José Martí, por lo general limitándonos a su vocación por las letras en el más variado y abarcador de los espectros. Pero sucede que el Maestro siguió con interés los avances de las ciencias, las invenciones y hallazgos que prometían un mejoramiento de las condiciones de vida.
A través de su extenso quehacer periodístico, en especial durante los años que permanece en Norteamérica, reseña en la prensa cuanto invento sacude a la sociedad de su tiempo, y no lo hace a la simple manera impersonal de quien informa sobre un hecho, sino que lo ilustra con comentarios en los que trasluce su espíritu, que es también el de la búsqueda insaciable del conocimiento.
Las ciencias para Martí deben correr parejas al trabajo cotidiano, como parte de la vida que son. Las vincula a la agricultura, a la industria, al taller, a la instrucción.
Para él:
(…) las ciencias confirman lo que el espíritu posee: la analogía de todas las fuerzas de la naturaleza; la semejanza de todos los seres vivos; la igualdad de la composición de todos los elementos del Universo; la soberanía del hombre, de quien se conocen inferiores, mas a quien no se conocen superiores.
La consideración anterior revela la conjunción de las ciencias con su pensamiento filosófico, imbricado dentro de un concepto en el cual prevalece su objetivo existencial: el de la soberanía del hombre.
Esta misma propuesta se repite en otro de sus postulados señeros: «Ciencia y libertad son llaves maestras que han abierto las puertas por donde entran los hombres a torrentes, enamorados del mundo venidero».
O cuando expresa esta sentencia no muy conocida, que ejemplifica la integralidad del autor de los Versos Sencillos: «Ciencia y literatura han de copiar a la naturaleza, en la que lo útil va siempre acompañado de lo trascendental».
Al comentar un libro del sabio ictiólogo cubano Felipe Poey —quien además es literato—, apunta con previsión hacia un futuro, hoy presente: «Ya va siendo notabilísimo en los poetas y oradores de nuestra raza el afán de hacerse hombres de ciencia. ¡Y hacen bien!».
Del ideario científico de Martí reproducimos algunas sentencias reveladoras de su preocupación por el tema y de la vigencia de sus apreciaciones al cabo de más de un siglo de expuestas:
- Amenizar la ciencia es generalizarla.
- Las contradicciones no están en la naturaleza, sino en que los hombres no saben descubrir sus analogías.
- La cruzada se ha de emprender ahora para revelar a los hombres su propia naturaleza, y para darles, con el conocimiento de la ciencia llana y práctica, la independencia personal que fortalece la bondad y fomenta el decoro y el orgullo de ser criatura amable y cosa viviente en el magno universo.
- Da vergüenza ver algo y no entenderlo; el hombre no ha de descansar hasta que no entienda todo lo que ve.
Respecto a la enseñanza, tema sobre el que vuelve una y otra vez en artículos, cartas y conversaciones, formula ideas precursoras para la época. Así, propone «que la enseñanza científica vaya, como la savia en los árboles, de la raíz al tope de la educación pública. Que la enseñanza elemental sea ya elementalmente científica: que en vez de la historia de Josué, se enseñe la de la formación de la Tierra».
Rotundo afirma que «el elemento científico es como el hueso del sistema de la educación pública».
El cultivo de las ciencias es para Martí camino hacia el desarrollo individual y colectivo; para él, «se va, por la ciencia verdadera, a la equidad humana», criterio que hoy debe constituir parte de la doctrina del desarrollo social.
Él es, en sí, un pensador integral, y en consecuencia, un científico intuitivo, natural y con formulaciones sorprendentes sobre este asunto. Dedicado al trabajo revolucionario, halla tiempo, desde Cabo Haitiano, para escribir a su adorada niña María Mantilla. Es 9 de abril de 1895, y le dice:
Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencias, en la vida del mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol, y su fuerza y amores, en lo alto del cielo, con sus familias de estrellas, y en la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno, y reposa en la luz de la noche del trabajo productivo del día.
Propulsor del conocimiento científico, lega a las generaciones un postulado que lo retrata: Va el humo al aire como a la infinidad el pensamiento. ¡Cuánto perdió Cuba y nosotros los cubanos con su caída en Dos Ríos 130 años atrás!
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