
Varias historias confluyen en un mismo pueblo costero donde se ha producido un curioso fenómeno. Una transparencia inexplicable ha invadido el mar y casi todos los peces han desaparecido. A raíz del suceso, algunos personajes vivirán una serie de hechos que los conducirán a un profundo viaje interior y revelarán facetas ocultas en sus caracteres. A simple vista se reduce a esto el argumento de Transparencia (Cubaliteraria, 2024), un conjunto de relatos del escritor debutante Alberto Correa Mak. A simple vista, porque tras la brevedad del texto aguardan múltiples lecturas.
Todo empieza cuando el azul desaparece del litoral. Una opacidad se adueña de las aguas y distorsiona la visión del mar. Motivados por el fenómeno, los moradores del pueblo buscan la manera de sacar provecho a la situación: los comerciantes inician una venta de gafas azules para simular el antiguo color y varios jóvenes rozagantes exhiben sus cuerpos viriles para atraer las miradas de las muchachas del lugar, quienes también presumen. Sin embargo, transcurre un día y de pronto, los pobladores descubren que una rara transparencia ha invadido el mar haciendo que los peces desaparezcan. Ante el evento la mayoría de la gente se sorprende: algunos se alarman, los políticos buscan revertirlo, incluso, empleando soluciones químicas, y la mayoría vuelve a sus actividades con una especie de abulia, sumidos en una cotidianidad aletargada y enrarecida. Solo un niño permanece fascinado ante el mundo de posibilidades que abre la transparencia.
Como sucede en muchas historias localizadas en espacios costeros, el mar adquiere protagonismo en la vida del pueblo y en sus reflexiones. Sin embargo, la singularidad de este libro radica en la concepción de un mar-personaje que se articula como un ente vivo. Es capaz de dialogar, pero solo con aquellos dotados de una sensibilidad especial para entenderlo y, llegado el caso, ayudarlo.
Descansaba sobre un plano arrecife y contemplaba el empinado precipicio que lucía el fondo marino de su tierra. Su atención hubiera continuado extraviada, de no ser por el curso lento de un pequeño pez que revelaba síntomas de desfallecimiento.
–¡Parece que somos familia! —le dijo el joven con amabilidad. Seguidamente, introdujo la mano en su bolso y extrajo un trozo de pan.
–Hoy compartiremos el almuerzo. Porque la otra carga que tengo… esa no merece que la comparta contigo.
Con pequeñas migajas, el pez disfrutó aquel banquete. Ambos se brindaron compañía hasta que la noche los cubrió.
La escena anterior nos muestra a ese personaje capaz de intuir lo que ocurre y que, en comunión con el entorno natural, decide ayudar a los peces hambrientos. El resto de los moradores responderá al «cataclismo» de distintas maneras.
En las cuatro historias subyace un estilo sobrio y un buen dominio de los mecanismos narrativos, a lo cual se suma el empleo de imágenes y descripciones de corte modernista, especialmente en pasajes donde lo onírico entra en escena. Ahora bien, creo que la mayor riqueza de la mininovela estriba en su capacidad de impelernos a reflexionar; el mensaje más trascendental proviene del personaje más insospechado, un niño. Al comienzo y al cierre se enfoca su figura, que permanece extasiada; primero a causa de la ausencia del azul y luego ante la maravilla de la transparencia. Solo él es capaz de penetrarla y entender de dónde proviene la coloración del mar.
El libro se perfila como una alegoría a la necesidad de preservar la naturaleza y nos lanza un mensaje aplicable a diversas esferas de la vida: en palabras del autor, «no es posible hablar de amor y equidad si no expresamos transparencia en nuestro diálogo cotidiano». Por ello se concibe a los niños como héroes colectivos de la historia, visionarios en su aparente ingenuidad, capaces de avivar su creatividad en circunstancias inusuales para captar y expresar la transparencia.
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