
Nací en septiembre de 1998, pero diciembre supo hablarme más alto. Cuentan que mi nombre lo escogió mi hermano mucho antes de yo nacer. María Karla, María Karla… debe tener su ventaja llevar dos nombres. Gracias, hermano.
Desde pequeña he sido bastante fuerte. Estuve becada de 8 a 11 años practicando gimnasia y allí llorar no era una opción. Podíamos llorar pero no iba a pasar nada. Creo que de ahí se deriva mi actitud de que mis problemas son míos y tengo que hacer algo para que las demás personas no los vean. Al final, en ese momento de mi vida no pasó nada. Las lágrimas que derramé en la infancia nadie las vio, me refiero al deporte. La infancia me quitó un poquito, pero me dio mucho: me dio fuerza, independencia y la forma de ver la vida. Yo me quedo con eso; con la sonrisa y con las alas. Para mí mis problemas son míos, no sé si está bien o mal, pero es así como veo la vida. He tenido un pasado lindo y nunca me he visto desde el papel de víctima, sino que aprendo. Este libro llegó para descubrirme y aprender.
Escribir para sanar
Phalaenopsis llegó para descubrirme. El poemario, desde todos sus procesos de creación, ha sido eso: volver a la raíz de mi vida para descubrirme en mis acciones, para darle cierre a muchas etapas y reconciliarme con mi pasado. La escritura sirve como una terapia para reconciliarnos y estar tranquilos. Los escritores si no escribimos nos ahogamos, más allá de si lo hacemos como un producto o como un ejercicio para que nadie lo vea.
Conocí a Elaine Vilar Madruga en 2020, durante la pandemia, que fue, para muchos, ese momento de estar con uno, desconectar de la rutina, y llegó la escritura como medio de expresión, de drenar todo lo que me estaba ocurriendo. Veo a Elaine en una publicación en Instagram, le escribo para ver si ella sabía de algún espacio donde los escritores podían compartir sus trabajos. Eso fue el 25 de diciembre de 2020, por eso digo que Elaine es mi regalo de navidad, le escribí en Instagram y me desconecté. Como a la hora ya me había respondido. Me da un preámbulo, me dice que ella era escritora y que iba a empezar un taller, un laboratorio, el Laboratorio de Escrituras Encrucijada. Le dije, pues, me sumo.
En ese momento yo estaba terminando mi carrera. Tomé ocho primeras clases con ella y después le dije: «Vamos a parar porque tengo que hacer mi tesis». Empecé por narrativa: cuentos, microcuentos, y en 2022, cuando el Laboratorio de Escrituras comenzó a hacer encuentros más presenciales, me empecé a involucrar con las dinámicas del Laboratorio, con los concursos, con la rutina de escribir todos los días. En agosto de 2023, fui mención en poesía del Premio que convoca el Laboratorio. Fue mi primer poema. Yo le tenía mucho miedo a la poesía, decía que no sabía rimar porque para mí la poesía era rimada y tenía que estar todo muy bien estructurado, hasta que Elaine me empezó a mandar libros y me dijo «Mira, existe esto».
Empecé a escribir poesía de vez en cuando. De manera inconsciente mi narrativa era, a veces, muy metafórica. Le dije a Ela «Vamos a probar…» y le mandé los tres primeros poemas y ella me dijo: «Nada de probar, esto está muy bien». Durante ese tiempo, por cuestiones de la vida, como persona comienzo a hacer un trabajo de introspección y a cuestionarme qué era lo que realmente quería en mi vida.
En 2022, cuando empecé a escribir, comencé a tener éxitos y sentía que nadie, a mi alrededor, los veía. Un día me pongo a reflexionar y me doy cuenta que el problema era que de pequeña ganaba una medalla y tenía un montón de personas aplaudiéndome. Entonces, inconscientemente, yo estaba esperando eso. Cuando hice esa reflexión me dije: «Eso es lo que estoy esperando y no todos los éxitos radican en los aplausos».
Para mí el éxito es este libro, la primera publicación que tuve, el éxito es muchas cosas. Cuando lo descubrí me dije: «Vamos a ir a la raíz, vamos a ir a esa infancia». Cuando tenía ocho años/clavaron la obediencia en mi garganta. (…) Abro la boca,/intento vomitar el silencio. El poemario fue el resultado de un proceso de introspección; pero como tal se escribió muy rápido: noviembre, diciembre, enero de este año 2024. Había sido el cierre de muchos procesos en mi vida.
Plantar la semilla y nacer en tierra fértil
Yo nací en septiembre, el primer poema es mi nacimiento y el último es esta renovación. Pasamos por procesos, somos eso, pero siempre hay esperanzas y es con lo que me quiero quedar. Le escribí un poema a mi mamá, después uno a mi papá y luego decidí contar un poco mi historia. Y así fue.
Hay dos poemas para mi papá en uno de los momentos más importantes y duros de mi vida: el primer poema «Septiembre», donde no hay alusiones a la naturaleza, solo a espinas y «Diciembre», un poema que dedico a mi papá, que falleció en 2016; está escrito desde la tranquilidad de que a veces hay cosas que hay que soltar, una no quiere, pero hay que hacerlo.
Comencé a escribir poemas/en tu funeral/y ahora la muerte/me espera cada tarde en el jardín. Sin embargo, el poema que más me costó escribir fue el que le hice a la etapa de la gimnasia. Al miedo lo tuve sentado/ en mis gradas/y lo vi aplaudirme/más de una vez. Ese fue el poema más duro. No significa que los poemas que le escribí a mi papá no sean duros, pero fue ir a ese momento de mi infancia en el que yo lo había idealizado todo y darme cuenta de que no fue idílico, fue complejo.
Mi mamá al leer Septiembre», el primer poema, estuvo muy feliz; el segundo, dedicado a ella, le encantó. Y, este de la gimnasia, lo leyó… cambió su expresión y me dijo: «Ah sí, ese era cuando estabas en la gimnasia». Pasó la página y siguió leyendo, como diciendo «No me has contado muchas cosas, pero sé lo que viviste porque estuve contigo». Y verlo en el libro es duro. Con el tercer poema «Almas», que es a mi bisabuela (yo no la conocí pero mi mamá me cuenta que hay muchas cosas de ellas en mí) quise acercarla a mi personalidad y al poemario. De alguna manera ella es una suerte de angelito bueno de la familia. En esencia, este libro es una reconciliación con mi pasado y la familia es un elemento importantísimo en mi vida. Todo lo que representa y todo lo que soy es gracias a ellos. La familia es el tronco fundamental de mi vida.
Hallar mis esencias
Soy esa persona que se guarda las cosas y que hayas visto eso en el libro es increíble. Soy esa persona que siempre se está riendo, lo que no quiere decir que no tenga un pasado. Me cuesta expresarme. Por eso te digo que el libro es una reconciliación; porque a veces una va tapando sentimientos, situaciones, hasta un momento donde dices «Ya no doy más, necesito salir, abrir esto para lo que sea que me tenga que enseñar». Me guardo muchas veces las cosas y he utilizado la escritura para estar medianamente tranquila.
El poema que le dedico a mi mamá tiene referencia a las flores, porque a ella le gustan mucho. Y cuando identifiqué que esa era mi estructura pensé: «Vamos a llevar el poemario como la semilla que se planta y todo lo que puede pasar en medio».
En Phalaenopsis al principio hay eso; sembrar semillas y florecer. Hay un momento en el que quitas todo y luego el último poema que sí se escribió en este momento porque lo había escrito, pero no era un poema de concurso, fue un poema para mí. Lo escribí con la idea de quedarme tranquila con mi pasado y llega esta oportunidad de publicar. En la segunda etapa, cuando estaba estructurando el poemario tuve que escribir el último poema para darle cierre al libro. Entonces, Phalaenopsis, resume todo el proceso; están las mariposas, las semillas, las nuevas alas y podemos volver a volar.
¿Por qué el título?… Phalaenopsis es el nombre científico de una familia de orquídeas. A mí me encantan las plantas y desde hace algún tiempo tengo muchas en la terraza. Recuerdo que durante la pandemia tuve un cactus que floreció. Nunca había visto un cactus florecido. Fue todo un acontecimiento que me hizo pensar… ¿Cómo es posible que esta planta que tiene espinas pueda florecer? A partir de ahí me empecé a involucrar y a describirme como una planta: a veces estamos en ese proceso en el que hay que sembrar, a veces hay que quitar todo de raíz para volver a sembrar, creo que hay muchas referencias a eso en mi poesía, incluso antes de escribir este libro. Muchas de mis metáforas son de flores, de las plantas.
En enero de este año, fui a una excursión Las Terrazas-Soroa y nos hicieron un espectáculo de recorrido por el orquidiario. Son plantas muy particulares, una flor muy bella. Por ejemplo, la Phalaenopsis se da en maseta y confluyeron muchas características para la selección del título. Lo escogí por el hecho de que me reconozco como una plantica y quise dejar ese viaje que me marcó recogido en el título.
Periodismo y literatura: también viceversa
Soy graduada de Ciencias de la Información. Trabajo en la Facultad de Derecho, en el vicedecanato, en la gestión de procesos y organización de la información. Luego de un año de estar ahí y conocer mis horarios decidí empezar a escribir. Siempre es una cosa que me ha interesado. Me considero bastante sincera y cuando le toqué la puerta a La Jiribilla, fui con mis armas. Le dije: yo no soy periodista, soy graduada de Ciencias de la Información, pero me interesa colaborar.
Tenía en casa algunas reseñas de obras que las hacía por placer. Terminaba de ver la obra «Réquiem por Yarini» por ejemplo y escribía una reseña. Y tenía dos reseñas de cuentos televisivos y otra de la obra «La zapatera prodigiosa» de Carlos Díaz. Eso fue lo que presenté y como a las dos semanas me piden que haga una cobertura. Fue así; un poco entre quitar el miedo y el prejuicio del título que a veces hay que quitarlo e ir tanteando los terrenos para apostar por lo que realmente quería. Ya después he ido viendo varios medios donde me gusta trabajar. Es una fortuna no ser periodista para poder gestionar mis trabajos.
¿La diferencia entre periodismo y literatura? En el periodismo uno tiene una premisa (un hecho, una noticia) y la idea de la objetividad, de estar un poco ajeno desde el punto de vista sentimental es lo que pauta el producto final. Hasta ahora todo lo que he hecho en el periodismo ha sido cultural, pero en el caso de las entrevistas no es mi vida sino la de otras personas. Por eso, hay que llegar ahí desde la investigación y la objetividad, para entregar un resultado a otras personas. No es tanto lo que yo opino sino lo que vamos a entregar como producto.
La poesía es todo lo contrario: es subjetividad, es mía, no en el sentido posesivo sino que es mi reflexión, mi análisis y es lo que quiero dejar para que las personas sepan lo que pensé, opiné, viví o sentí de una situación puntual. La diferencia para mí es esa: la objetividad del periodismo y la subjetividad de la poesía.
Creo que uno está en los lugares adecuados por algo. Y para muchas personas cuando les digo que soy graduada de Ciencias de la Información y trabajo en la Facultad de Derecho les genera un corte. Trabajo de lo que me gradué, pero más allá de eso, creo que yo estaba ahí en Derecho para que ocurriera la publicación del libro.
¡Sorpresa!: la maquinaria editorial para florecer
El hecho de publicar mis trabajos en redes, en este caso WhatsApp, hizo que me diera a conocer, aunque haya sido a pequeña escala. Publicaba los poemas en mis estados de WhatsApp y un profesor de la facultad donde trabajo los vio. Llega un día y me dice: «He visto que escribes, ¿no te gustaría publicar?» Le dije «Por supuesto, cómo un escritor no va a querer publicar su obra por el simple hecho de verla en físico, de tocarla».
Esa conversación con el profesor se quedó ahí y él por cuestiones de trabajo tuvo que ir a Perú. Cuando regresa me trae la noticia de que había hablado con un editor (esta persona es abogado también, pero se dedica a la poesía, tiene una editorial), que había leído lo que el profesor le enseñó y se había interesado por la obra. Lo que le compartí fue justo una muestra de poemas, no el libro estructurado. Cuando él viene me pregunta si tenía algún cuaderno que quisiera publicar.
Pasé por ese proceso de «no me lo creo, estoy en las nubes, qué es esto, cómo llegó esto a mí». Luego todo fue muy rápido: en abril le envío el cuaderno, me dice que podía hacer la publicación y en este punto me considero muy afortunada porque tuve la portada de una de mis mejores amigas, Adriana López Fernández, la edición de Miguel Ángel Arévalo y el prólogo de Margarita Mateo.
En mayo fue el proceso de edición y diseño de portada (la diseñadora solo tuvo dos días para pensar la idea y entregarme el diseño) y ya el 28 de junio de 2024 estábamos presentando el poemario en la Quinta de los Molinos, aquí en la Habana. Incluso, el editor comentó el día de la presentación que él viajó el martes de esa semana y justo ese día le llegaron los libros de cortesía que trajo para mí. Todo ha sido rápido, pero todo ha ido bien. Tuve la oportunidad de que, aunque haya sido rápido, no fue un trabajo hecho a la ligera. Por eso siento que es un libro muy afortunado y yo como autora estoy feliz por él.
¿Qué cómo llego a Margarita Mateo? Magui es mi vecina, me vio nacer. La primera persona antes que a Elaine a la que siempre le contaba de mis textos era a ella. Una vez fui a su casa antes de la pandemia, con algunos escritos y ella fue la primera persona que me dijo: «Mira, esto más que cuento es prosa poética», pero en ese momento estaba desvinculada de la literatura y no le puse atención.
Luego conozco a Elaine y ella le dio nombre a todo lo que yo escribía. Siguió el camino, empiezo con la poesía y cuando tengo la oportunidad de publicar el libro le toco la puerta a Magui: «Te tengo una noticia». Le hago el cuento, y le digo: «Eso no es lo más lindo, lo más importante es que yo quisiera que tú fueras la prologuista». Ahí le dio un pequeño impacto porque ella no se dedica a la poesía; ella es ensayista, crítica, pero me dijo que se lo dejara y como a los dos días me escribe: «Mary, ven que ya te hice el prólogo».
Por eso te decía que Phalaenopsis es muy afortunado porque, no es el simple hecho de que ella haya visto la historia que yo estoy contando, sino que Magui también la conoce, me conoce desde pequeña y ha estado cerca de todos mis procesos.
Lista para volar. ¡Gracias!
El libro es una forma de agradecerles a varias personas que han estado en mi vida. Para mí es muy bonito que a quienes les he comentado han hecho el poemario suyo.
¿Qué le cambiaría? Si tuviera que cambiarle algo le incluiría algunos poemas más. Es un poemario corto quizá por la rapidez, pero si hubiera tenido más tiempo se los hubiera incluido. Quizás agregarle ilustraciones; la diseñadora me dio varias propuestas de portada y quizás hubiésemos hecho eso: entre un punto y otro del poemario le hubiéramos agregado ilustraciones y dos o tres poemas más, pero como primer libro no puedo pedir otra cosa.
Para mí Phalaenopsis es un libro niña; es lo que siento. Es como a las embarazadas; que todavía no les han dicho el sexo del bebé, pero ya saben que es niña, pues así me pasa con el poemario. ¿Con qué me quedo de Phalaenopsis? Me quedo con la sonrisa, la misma que me regalaría mi papá si me viera volar.
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