Se dice que la Muerte es universal e igualitaria. Luciano de Samósata (circa 125-180 de n. e.) lo expresó muy bien en su Diálogo de los muertos (166-167, siglo II de n. e.), donde, de paso, se nos habla del tiempo y del desarrollo del ser en él:
MENIPO: —Estás soñando; yo sé lo que ahora veo y lo que eres al presente; lo que en otro tiempo eras lo saben los de entonces.
NIREO: —¿Es decir que yo no soy aquí el más hermoso, Menipo?
MENIPO: —Ni tú ni nadie es aquí hermoso: en los Infiernos reina la igualdad, y todos sois semejantes.
TERSITES: —Con esto me doy por satisfecho.
Se supone que esto se ha dicho en un libro de humor de un gran humorista. Pero dio pie a muchos otros textos a lo largo de los siglos, pues cargado de cinismo y de observaciones crudas sobre la sociedad humana, ha influido poderosamente en obras de Mateo Alemán, Miguel de Cervantes (Coloquio de los perros), Francisco de Quevedo (Sueños), Voltaire…, y en cuanto autor haga uso de la sátira, rica en la obra de Luciano. Los Coloquios de Erasmo y sobre todo su Elogio de la locura (muy influyente en su posteridad), tienen huellas de este autor de la antigüedad.
Se disfruta su utopía infernal, una suerte de «país» donde impera la igualdad, o más bien el igualitarismo, que en el diálogo de «Menipo y Quirón» parece traer algunas huellas de Platón, pero con un tono irónico que no estaba en el clásico griego:
MENIPO: —Dices bien, Quirón. ¿Y cómo te va en el Infierno desde que, prefiriéndolo a la vida, viniste a él?
QUIRÓN: —No estoy disgustado, Menipo: esta igualdad de condiciones es enteramente democrática, y no importa gran cosa estar en la luz o en las tinieblas. Por otra parte, no se siente la sed ni el hambre como arriba, sino que está uno exento de todas esas necesidades.
Luciano tuvo una biografía de sitios cambiantes, se dice que recorrió todo el Mediterráneo, y se ganaba la vida dando lecciones, conferencias, enseñanza de retórica en sentido general, pero buena parte de su existencia la pasó en Atenas. Su periplo mediterráneo le hizo conocer a fondo al ser humano de su tiempo, y en su obra El pescador declaraba que conocía tan bien al prójimo, que podría olvidar el lado bueno de su modo de vida. Claro que su filosofía y su escritura le acarrearon muchos enemigos, así es que buscó un puesto oficial del imperio romano y se fue a vivir en Egipto, donde parece ser que falleció alrededor de los cincuenta y cinco años de edad.
La labor escritural de Luciano revela a un hombre deseoso de combatir la mentira, la impostura, la hipocresía religiosa, el desamor, y para ello usó la burla despiadada o sutil, y un deseo profundo de trabajar para la Verdad, aunque la mirase con no menos profundo escepticismo, incluso pesimismo, fijado en el hoy, en el presente como único referente de la vida: «MENIPO: —Lo que yo pienso y dice el vulgo: que el hombre prudente debe estar satisfecho y contento con las cosas del presente, y no ver en ellas nada que le sea intolerable.»
Dejó tras sí una obra amplia, extensa incluso, que se conserva casi completa, el llamado Corpus Lucianeum. Aquí me he detenido en una de ellas, pero son célebres sus Lucio o El asno, Elogio de Demóstenes, Tragopodagra, Epigramas, Sobre la diosa siria, Caridemo, Amores, Los longevos, El patriota, Cartas, Timarión, Sobre cómo escribir la historia, Diálogos de los dioses, Diálogos de las cortesanas, Caronte el cínico, Prometeo, La asamblea de los dioses, El parásito, Anacarsis, entre otros textos suyos o atribuidos. El Diálogo de los dioses es uno de los más famosos, pero es de particular interés su novela (anticipo lejano de la ciencia-ficción) Historia verdadera, donde una tromba marina eleva un barco hasta la Luna, donde los celenitas se casan entre sí (hombre con hombre, y tienen hijos), se quitan y ponen los ojos y comen bocanadas de viento, entre otras maravillas ficcionales.
De Luciano se ha escrito que fue un anticipo también de muchas corrientes filosóficas, incluso del existencialismo, que sin ser el primer humorista, logró crédito como tal, y ya se ha dicho que su ironía y cinismo lo han catapultado a ser también antecedente de numerosos escritores, de modo que atender a este autor, en sus relatos muy imaginativos, no es labor de «literatura del ayer», cuando tanto tiene que decir al presente vital de los seres humanos.
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