
Miguel de Marcos es uno de los escritores cubanos que mejor manejó la literatura de humor y mejor aceptación gozó entre los lectores. Pero al mismo tiempo, Miguel de Marcos es hoy uno de los escritores más «perfectamente» olvidados. No solo el tiempo ha conspirado contra él y su obra; también su escasa difusión y ausencia de los «medios». Vamos, que nada mal le vendría el empujoncito de algún «influencer literario» que de él escribiera en las redes.
Sus dos novelas principales pueden hallarse en muchas bibliotecas y se trató de uno de los autores que con mayor acierto trabajó el relato de humor en un país donde el género siempre es bien recibido.
Se le ha imputado que escribió con demasiada prisa, algo de improvisación, y que su obra careció de una revisión cuidadosa. Aun así, el talento aflora y ello es confirmación de la verdadera madera del escritor.
Viene al caso lo anterior porque nació en La Habana hace 130 años, el 7 de octubre de 1894 y se impone evocarlo. Se graduó en Derecho Civil y ejerció como abogado por poco tiempo, enfilando definitivamente hacia el periodismo. Se le consideró un excelente editorialista, comentarista y entrevistador temible, y fue conocido en la primera mitad del siglo XX, época en que se enmarca su quehacer profesional.
Este autor configuró un estilo basado en la agudeza, el humor y la utilización del lenguaje ajustado a las circunstancias, por lo que no es para nada difícil identificar su prosa. Colaboró en publicaciones muy leídas y utilizó diversos seudónimos: Héctor Abril, Teodorico Raposo, Tirso Ans.
Miguel de Marcos fue un periodista y un escritor de abundantes lectores, ameno, que siguió paso a paso la situación de la Cuba de entonces, un hombre observador y crítico.
Él calificó su estilo de «pantuflar», por su informalidad intencional, la falta de etiqueta, la naturalidad. De su narrativa descuellan Cuentos nefandos, de 1914; y las novelas Papaíto Mayarí (1946) y Fotuto (1948); dejó también un libro inédito, San Regodeo, fechado en 1954, año de su muerte.
Del estilo de Miguel de Marcos ofrecemos, como muestra, el inicio de su novela Fotuto. Allí se lee:
Succionaba un pirulí. Absorto, silencioso, una lumbre de codicia y de euforia en el agua estancada de sus ojos, parecía extraer todos los éxtasis y todos los jugos de aquel empeño de su lengua y de sus labios, con el cual redondeaba el vasto caramelo insertado en una varilla.
Suerte de picaresca la suya, creador de neologismos, se percibe el deleite al escribir, el ingenio en la invención de los nombres de los personajes, el doble sentido y la frase cuya significación el lector de entonces y de ahora puede identificar sin esfuerzo.
La madurez narrativa la alcanzó en el período de los gobiernos de Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás. La pluma y la sátira del escritor recogen momentos de gracia y fuerte crítica. En Papaíto Mayarí (recordemos la fecha: 1946), se lee:
«Eres grande, Papaíto. Puesto que en Cuba empieza a no darse pie en la mierda, te has construido un intestino gótico».
Son constantes en su obra las alusiones al desorden institucional, a la ausencia de seriedad en las autoridades, a la demagogia. En cierto momento de esta novela, apunta: «Claro, usted no ha oído a Grau imitando a Cantinflas».
También escribió ensayos y destacó por su oratoria. Pero no hay dudas de que fue el humorismo lo que lo hizo popular entre los lectores. A manera de broma macabra, Miguel de Marcos murió el 30 de diciembre de 1954. Hacerlo en tal fecha navideña fue una mala pasada que quiso correr a las letras cubanas y a quienes disfrutaron y aún disfrutan con su prosa llena de gracia y de verdades.
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