Gerónimo Valdés Noriega y Sierra,Teniente General de los Reales Ejércitos, fue un político y militar con una reconocida posición social en la España de la primera mitad del s. XIX. Así lo atestiguan ciertas condecoraciones como la Gran Cruz de las reales órdenes siguientes: Militar de San Fernando y Americana de Isabel la Católica, así como de la Legión de Honor de Francia. También fue condecorado con otras varias por acciones de guerra en la península y en las colonias de ultramar. Perteneció a varias Sociedades Económicas y Academias Literarias. Fue asimismo Capitán General de la Isla de Cuba y su Gobernador Civil y presidente de su Real Audiencia.
Mas, no solo fue un gran oficial y político, sino también el autor de la obra El bando de gobernación y policía de la Isla de Cuba (Imprenta del Gobierno y Capitanía General por S. M., La Habana, 1842), texto de particular valor por el presumible nivel de información de su autor acerca de una serie de temas peculiares. En efecto, su Bando de gobernación y policía de la Isla de Cuba —cuyo título parecería a un lector del presente quizás una escueta relación de disposiciones del gobierno colonial y su policía—constituye un interesante mural donde el autor caracteriza la sociedad civil de la primera mitad de la centuria. Ese panorama trazado por Valdés Noriega resulta sorprendente no solo por su minuciosa relación de la sociedad colonial cubana, sino también por su interés sostenido por el contexto caribeño de la isla, sobre el cual también demuestra un conocimiento inesperado. Más aún si uno se atiene al criterio estrecho según el cual los cubanos del s. XIX apenas tenían nociones aproximadas de su entorno caribeño —idea que cada vez se revela como en cierto modo exagerada—, en particular con Puerto Rico, como se observa en el siguiente pasaje:
En la isla de Puerto Rico (más identificada con la de Cuba por los elementos de su población que por pertenecer ambas al Archipiélago de las Antillas) produjo buenos resultados un Reglamento de esclavos, que tuve a la vista y del cual he tomado alguna parte de las disposiciones contenidas en los 48 artículos del que he creído conveniente adoptar.
A ello hay que agregar una cuestión de importancia: el libro de Valdés Noriega también contribuye a debilitar mucho la opinión, tan superficial cuanto extendida, de que los capitanes generales que gobernaron Cuba en ese siglo fueron todos unos ineptos desconocedores del país que regían. Valdés Noriega es un autor informado, capaz de analizar aristas complejas de la sociedad civil insular, y, sobre todo, evidencia una curiosidad ilimitada sobre Cuba.
El bando… tiene una estructura de interés en sí misma. Parte de abordar el tema de la religión y la moral públicas, luego se detiene en las peculiaridades del orden público en la isla, para pasar de inmediato a la salud pública. Estudio aparte le merece la seguridad ciudadana. Dedica un segmento especial nada menos que a temas de higiene social y de lo que él llama «comodidad pública y aseo», que en efecto se refiere a normas que garanticen la limpieza urbana y una determinada disciplina social. Por ejemplo, Valdés Noriega deja establecidos detalles de convivencia como el siguiente: «Las vacas de leche no podrán ser ordeñadas en las calles, ni en las puertas de las casas sino en las plazuelas, donde se situarán al intento; y serán conducidas a ellas con bozales puestos y serán pastoreadas por un hombre por cada seis cabezas, pena de dos pesos en caso de infringirse esta disposición».
Sin carecer del tono legislativo de un bando de orden público, el texto de Valdés Noriega nos resucita la ciudad criolla de principios del s. XIX en su ritmo y su vida cotidiana. Las actividades de esparcimiento o de carácter luctuoso también resultan normadas y, por tanto, implícitamente descritas, como en el artículo siguiente: «Art. 159.No se permiten bailes en los altares de cruz, velorios de párvulos, trasladar los cadáveres de gente de color a los cabildos para llorarles, ni tampoco cantarles en sus casas particulares al estilo de la nación a que pertenezcan ni de ninguna otra, pena de diez y siete pesos de multa por la contravención a cualquiera de los extremos comprendidos en este artículo.»
Valdés Noriega reglamenta toda la vida pública, desde las funciones de teatro hasta los baños de mar. Es de particular interés observar que este Bando de 1844 coincide con las ideas de José Antonio Saco —expresadas en su Memoria sobre la vagancia en la Isla de Cuba, premiada en 1831 en la Real Sociedad Económica de La Habana— en cuanto se refiere al grave peligro social de la vagancia y el juego, de modo que Valdés Noriega dedica sendos artículos a la represión y castigo de ambos vicios sociales. ¿Habría leído el famoso texto del patriota bayamés? Al menos hay que tomarlo como una posibilidad, puesto que Valdés Noriega tenía, como se mencionó ya, estrechos nexos con las sociedades económicas de la isla. También atrae su interés legislador la cuestión racial, sobre la cual es minucioso y prolijo. De hecho, a lo largo del Bando…esta cuestión es abordada con frecuencia, hasta el punto de que añade al cuerpo general de la obra un reglamento de esclavos: todas sus especificaciones legales emanan, desde luego, de una voluntad legislativa de mantener inconmovible el estatus esclavista de la economía cubana, además de mantener aislados los dos sectores fundamentales de la población insular: el eurodescendiente y el afrodescendiente, con silencio absoluto del ya importante mestizaje. En un país atrasado del s. XIX, Valdés Noriega presta atención particular a los hospitales y enfermerías; su Bando… organiza estrictamente los hospitales —según el ejercicio de poder que Foucault con tanta razón atribuye a estas instituciones— Véase un botón de muestra:
No se podrán abrir hospitales ni enfermerías particulares, sin expresa licencia del Gobierno, pena de cien pesos de multa y de ser cerrado el establecimiento.
Los hospitales se situarán fuera de murallas; habrán de tener uno o más facultativos con dotación fija y hallarse construidos y dispuestos para su objeto a satisfacción del Gobierno.
Emanado de la autoridad colonial, el Bando… de Valdés Noriega, como ya se apuntó, revela una serie de coincidencias de perspectiva social acerca de la isla entre el alto oficial español y las ideas de patriotas como José Antonio Saco: ello indica que, aun desde posiciones políticas diferentes, estaban contemplando y comprendiendo el mismo panorama social en toda su magnitud y sus terribles carencias y problemas. Por tanto, no es posible enjuiciar al s. XIX cubano solo desde la perspectiva del criollo devenido luego en cubano, sino también desde la voz del otro, es decir, del español y de cuantos viajeros dejaron testimonio de esta Isla.
Visitas: 452
Deja un comentario