Auspiciado por el Instituto Cubano del Libro, el pasado 9 de julio a las 11:00 de la mañana se celebró en la emblemática calle de madera el espacio Sábado del Libro que trajo, con el texto presentado, a una figura controversial: Mongo Blanco.
Llevado de la mano por Carlos Bardem —actor, guionista y escritor, hijo de una familia de reconocidos actores, nacido en Madrid en 1963, licenciado en historia y diplomado en relaciones internacionales—, quien cediera los derechos a la editorial Arte y Literatura para su publicación, a Mongo Blanco lo dibuja en una época, que no pocos, sobre todo los muchos beneficiados, quisieran olvidar.
El espacio, moderado por Yoel Legones Vásquez, contó con buena afluencia de público, en el que se encontraba el presidente del Instituto Cubano del Libro, Juan Rodríguez Cabrera y los vicepresidentes de dicha institución Josué Pérez Rodríguez y Nancy Hernández Contreras.
En ausencia de su autor, quien no pudo asistir, el ensayista y escritor David López Ximeno fue el encargado de presentar el libro. Antes de tomar la palabra dio las gracias por este espacio y por haberlo invitado, pues le pareció una responsabilidad exteriorizar el personaje real que aborda y con él la trata negrera; hecho que dejó saldos posteriores, desde el punto de vista cultural, etnográfico, geopolítico, social y humano. En su modesto criterio, no ha sido profundamente esclarecido este soporte económico, que tuvo respaldo judicial, en el que las potencias europeas se supieron servir para llenar sus bolsillos.
Con la base del libro Los negros esclavos de Fernando Ortiz, López Ximeno no considera este título un argumento histórico, porque no tiene siempre presente, en toda su trayectoria, la carga real de lo cierto. Carlos Bardem saca la fantasía del novelista en aquellas lagunas de la vida de este controvertido y tétrico personaje.
Galardonada con el premio Espartaco a la mejor novela histórica en la Semana Negra de Gijón en 2020, este libro se mete en la mente de Pedro Blanco Fernández Retraba, el traficante de esclavos español, malagueño, más conocido de su época, que naciera en 1795 y falleciera en 1854. Para ello la avala la amplia documentación que recopiló y adjunta sobre la trata de esclavos en el siglo XIX. Cinco años le llevó a su autor parirla con esa fina línea que cruza, o mejor, camina sobre el justificar o volverse cómplice, de sus atrocidades, y por así decir, la de todo un imperio. Solamente volviéndola, inteligentemente, una novela de aventuras se puede empatizar con este personaje atroz.
Como el Pablo Escobar de su tiempo, Pedro Blanco, es el monstro de una sociedad que lo necesita, el aceite que engrasaba el oro de su época. Barato al prohibir el negro, en África costaba 20 dólares aproximadamente, caros en América, la suma era alrededor de unos 300 a 400, muy parecido al negocio redondo que es hoy el tráfico de drogas. Casi todas las fortunas españolas más grandes de la época venían de la trata, y quién sabe, aquellos que hoy presumen de su estirpe tengan la sangre de la esclavitud sobre sus apellidos.
Ese tema es censura en España donde se oculta que ellos fueron negreros en el siglo de oro de la esclavitud latinoamericana. Ochenta años hipócritas fue ilegal la trata de los quinientos que duró. Cuando en el resto del mundo, incluso en España, la trata era prohibida, este monstruo se alza para volverse poderoso con la ilegalidad más vergonzante que el ser humano inventó. El penúltimo país europeo en abolirla en 1882 se atreve hoy a olvidarla de su historia.
El autor sabe que tiene una deuda, una disculpa que no ha llegado, y hace uso de los recursos literarios que más lo caracterizan: la reconstrucción de la memoria social y política. Lo convierte en un mentiroso, en alguien que tiene que narrar su vida, ¿por conciencia? Quién sabe. Un loco inteligente que se justifica, escoge los testimonios a su conveniencia, y su autor, convertido en un personaje ficticio, su alter ego, Castell, le interroga con preguntas que él hubiera querido hacerle y lo desmiente.
En la entrevista concedida a la periodista argentina Fabiana Scherer del diario La Nación el autor Carlos Bardem reconoce que la historia de su país no está contada como es y que él se dio a la tarea de esclaréceselas a sus paisanos. La contó porque quería entender el mal y al hacerlo se dio cuenta de su banalidad, porque todos habían participado de ella: la gente de Cuba y de España, los poderosos, pero sobre todo la gente de a pie, que veían aquello como algo normal. Es el llamado, a los tiempos que corren, para que no se defienda otra atrocidad vendida por los medios globalizados de neoliberalismo. Para él la esclavitud sigue presente de una forma agazapada, justificando su paso.
Con un diálogo espectacular comienza esta novela, reveló el también poeta David López Ximeno, en la que hay una limpieza del lenguaje cuidadoso, también el describir cinematográfico de sus casi 500 páginas, donde nada está suelto, ni los paisajes minuciosos de La Habana colonial, ni la descarnada travesía marítima, todo agarrado por los papeles reales de la historia, de un saqueo que hace a un hombre poderoso. Mongo —en el decir de la lengua africana significa Rey— solo dialoga con la persona más importante, el lector.
Su editor, Anderson Calzada Escalona, jefe técnico productivo de la editorial Arte y Literatura, dijo que su primer acercamiento fue de rechazo porque desde su trabajo ya conocía a este personaje, pero el autor lo convence, lo sorprende y lo encanta. Sugiere que hay que leerlo con mirada crítica por los detalles particularizados y pormenorizados de cómo este hombre fue inhumanizando a este otro ser humano para que le sirviera como elemento económico, porque como en Alemania hoy es tabú hablar del fascismo, en España también se esconde que fueron grandes esclavizadores y negreros brutales, para negar que la esclavitud latinoamericana es la antesala del fascismo europeo.
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