El 11 de agosto de 1801 moría uno de los mejores fabulistas españoles, Félix María de Samaniego, en su ciudad natal, Laguardia (Álava). El quinto de nueve hermanos, nació en el seno de una familia adinerada. Su padre siempre mostró un gran interés por su educación, poniéndole desde corta edad bajo la protección del licenciado Gaspar Calvo. Pronto fue enviado a Francia, donde completaría sus estudios, como era costumbre en la nobleza vasca, y donde se contagiaría de la crítica mordaz contra la política y la religión. En el país vecino estudió cinco años de Humanidades, donde se acercó a autores como Quinto Horacio Flaco, principal poeta lírico y satírico en lengua latina, y Cayo Julio Fedro, fabulista latino de la época imperial que continúa la tradición griega del también fabulista Esopo.
Acabada ya su colección de fábulas, en 1777 decide enviársela a Tomás de Iriarte. Este le da un informe favorable y le remite el poema de «La Música» (1780) como prueba de amistad. Podemos ver otra muestra de agradecimiento de Samaniego hacia Iriarte en unos versos laudatorios recogidos en sus Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Bascongado (1781).
Tras la poesía-dedicatoria, le brinda una fábula donde le compara con un águila y él mismo se atribuye el papel de cuervo:
¡Ojalá que sirviese a más de ciento,
Poetas de mal gusto inficionados,
Y dijesen, cual yo, desengañados:
El Águila eres tú, divino Iriarte;
Ya no pretendo más sino admirarte:
Sea tuyo el laurel, tuya la gloria,
Y no sea yo el cuervo de la historia!
En el prólogo de esta obra Samaniego señala que ofrece sus composiciones a la enseñanza moral de los alumnos del Real Seminario Bascongado que, establecido definitivamente en 1776, estaba dirigido por el escritor alavés desde 1780. Estas fábulas, 157 en total e inspiradas en Esopo, Fedro, La Fontaine y John Gay, son su obra más conocida.
Aunque su relación con Tomás de Iriarte comenzó basándose en el afecto, poco tiempo después se convirtió en una enemistad de la que fue testigo la propia literatura. El punto de inflexión tuvo lugar en 1782. Iriarte publica entonces Fábulas literarias y en la «advertencia del editor» se afirma que esa es la primera colección de fábulas enteramente originales que se han publicado en castellano. Recordemos que el fabulista canario conocía la existencia de los manuscritos de Samaniego desde 1777 y las impresas en la edición de 1781, que también le remitió. El poeta alavés, tras ello, participa de manera anónima en un libelo titulado Observaciones sobre las Fábulas literarias originales de Tomás Iriarte. No será la última vez que los autores se enfrenten. En 1787 Iriarte publicó Colección de obras en verso y prosa.
En este libro se pueden observar varias composiciones contra los vizcaínos, pero concretamente destaca una titulada «A un vizcaíno», donde, sin nombrarlo, se denomina a Samaniego como «autor de unos malos versos castellanos». Samaniego, por su parte, publicó en el Correo de Madrid (12 de abril de 1788) una glosa en respuesta a estos ataques. Inéditos, sin embargo, quedaron unos versos titulados «Coplas para tocarse al violín, a guisa de tonadilla». En ellos rebajaba los méritos del poema de Iriarte «La música».
Samaniego no solo tuvo que enfrentarse al que había sido su amigo. El hacedor bilbaíno José María de Murga le denunció ante el Santo Tribunal en 1793 por tenencia de libros prohibidos. Tras una investigación exhaustiva de su biblioteca, el Tribunal concluye que «estaba satisfecho de su cristiandad y del buen uso que hace de los libros». Sin embargo, el sacerdote Joaquín Antonio Muro, junto a varios vecinos, le vuelve a denunciar meses más tarde por difamar a la Inquisición. Gracias a su amigo Eugenio de Llaguno y Amírola, ministro de Gracia y Justicia, consigue que el proceso concluya favorablemente para su persona. Siete años más tarde muere en Álava.
Deleitar e Ilustrar
La fábula es un género que por aunar literatura e ideas se adapta perfectamente al siglo XVIII. La mayoría de ellas presentan una estructura común: un planteamiento inicial (donde se observa el conflicto entre los personajes), el desarrollo del conflicto y la resolución final acompañada de una enseñanza.
En sus fábulas, Samaniego plantea de forma clara la oposición entre los personajes mediante adjetivos antitéticos, para que de ella se desprenda clara la moraleja. Estos suelen ser animales o incluso seres inanimados, en los que se produce un juego de analogías hombre / animal / cosa.
Casi podríamos decir que la fábula se encuentra precisamente en el punto en que hombre y animal se unen, participando ambos de los elementos humanos y animales.
(Emilio Palacios Fernández, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).
Cerrando la estructura encontramos, como se ha señalado antes, la formulación de la moralidad. Esta:
(…) suele ir al final de la fábula, como consecuencia aleccionadora de lo sucedido en el episodio que la precede. Quizá sea la moraleja el aspecto menos conseguido en Samaniego. Esta debería ser concisa y breve, de forma que pudiera quedar grabada con facilidad en la mente infantil. Pero Samaniego se pierde con frecuencia en rodeos.
(Emilio Palacios Fernández, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).
Las fábulas de Samaniego forman parte de la cultura popular española, con versos tan releídos como los de «La zorra y las uvas», «El león y el ratón», «La gallina de los huevos de oro», «La lechera» o «La cigarra y la hormiga». Esta última se puede disfrutar en formato sonoro en la Biblioteca Digital Hispánica.
Fábula II
La cigarra y la hormiga
«Cantando la Cigarra
Pasó el verano entero,
Sin hacer provisiones
Allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
A aguardar el silencio
Y a acogerse al abrigo
De su estrecho aposento.
Viose desprovista
Del preciso sustento
Sin moscas, son gusanos
Sin trigo, sin centeno.
ÇHabitaba la hormiga
Allí tabique en medio,
Y con mil expresiones
De atención, y respeto
La dijo: Doña Hormiga;
Pues que en vuestros graneros
Sobran las provisiones
Para vuestro alimento,
Prestad alguna cosa,
Con que viva este invierno...
***
Tomado de Biblioteca Nacional de España
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