«La existencia y la obra de Navarro Luna constituyen el más cumplido ejemplo de escritor militante. Para él verso y prosa eran armas eficaces en la lucha revolucionaria, y sus libros testimonian la entrega total del hombre y del poeta a la empresa redentora.»
La valoración corresponde a José Antonio Portuondo, y es que Manuel Navarro Luna (1894-1966), catalogado como un relevante poeta y periodista revolucionario cubano, caló bien profundo en toda una pléyade de quienes, como él, apostaban por un futuro mejor para su patria.
Matancero de cuna, aunque pasó una buena parte de su vida en Manzanillo, Navarro Luna «brilla tanto en su obra en su vida humilde (…) y se convirtió —en la amada ciudad del golfo— en uno de los gestores de la poesía social moderna en la Isla de los versos innovadores tras el triunfo del primero de enero».
Se conoce que con su progenitora aprendió las primeras letras, aunque hizo la primaria en centros públicos. También estudió música y se le vio como uno de los fundadores de la banda infantil manzanillera.
No le fue fácil la infancia, al punto de que realizó distintas labores para contribuir al sustento familiar. Así fue barbero, procurador público y se inició en la poesía, en las publicaciones tituladas Penachos y Orto. Transcurría entonces 1915 y Ritmos dolientes, su ópera prima, vio la luz cuatros años más tarde. Con ese dinero dotó a su madre de una vivienda.
Varios títulos avalan su quehacer poético, entre estos Corazón abierto, Refugio, Surco, Siluetas aldeanas, Cartas de la ciénaga, Pulso y onda, y La tierra herida, reeditado este en 1963. Aunque le fueron agregados otros poemas escritos entre 1943 y 1960, esta reedición fue titulada Odas mambisas y Odas milicianas. Como dato curioso, se sabe que, en una pareja de libros, firmó con el seudónimo de Paneque.
Como parte indisoluble de su quehacer, Navarro Luna abrazó la batalla revolucionaria. Estudiosos de su obra aseveran que sus condiciones revolucionarias fueron plasmadas y reflejadas en buena parte de sus obras, al igual que el amor patrio que profesaba por su terruño insular, y la admiración por los procedes de nuestras luchas libertarias independentistas.
Ingresó en la organización Defensa Obrera Internacional y ya en 1930 se le vio militando en el Partido Comunista de Cuba. Formó parte, también, del Comité de Auxilio del Pueblo Español; además, cuando Paquito Rosales fue elegido como alcalde, le asignaron una tarea en el Departamento de Cultura de Manzanillo.
Por su nivel de comprometimiento el destacado poeta y revolucionario sufrió persecuciones y maltratos en los gobiernos de Fulgencio Batista y Gerardo Machado, e incluso tuvo que trabajar en el clandestinaje.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana se sumó a la tarea de impulsar los cambios que se operaban en la sociedad; así como colaboró intensamente con la prensa, tanto radial como escrita; se hizo miliciano, impartió múltiples conferencias y en mítines, actos y reuniones daba a conocer su obra poética.
Su colaboración llegó a las publicaciones nacionales, entre estas las tituladas Letras, Revista de Avance, Social, Hoy, Bohemia, Gaceta de Cuba y Unión.
Como homenaje a su obra, en 1994, es creado el Centro de Promoción Manuel Navarro Luna, institución que se ocupa, entre otros menesteres, en la reagrupación de su memoria literaria y en la promoción de nuevos escritores.
Ante su tumba, otro de los grandes de la cultura cubana, Juan Marinello, sentenció: «Pocos hombres han reunido, al partir, tal número de gente consternada, pero sabemos bien que, aun siendo numerosos, no son más que los representantes de miles de compatriotas que en el taller y en la escuela, en el cañaveral y en la mina, por los caminos de la tierra y del mar, lloran hoy al poeta que fue cantor más apreciado».
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Tomado del periódico Invasor
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