Sobre el autor
Nieves Xenes (Quivicán, 5 de agosto de 1859 – La Habana, 8 de julio de 1915) fue una poetisa romántica y modernista cubana del siglo XIX, que exaltó en su obra las bellezas naturales de Cuba, el amor a patria y el destino cruel que la encerró en un amor imposible y una pasión amorosa por José A. Cortina.
A lo largo de su vida no mostró preocupación por la difusión y conservación de su obra poética, y mucho menos por los galardones o premios, a pesar de la insistencia de sus familiares y amigos. Su obra solo se conocía en las tertulias a las que asistía y en el estrecho círculo de sus amistades, por ello los autores que han divulgado su obra han tomado como referencia las publicaciones realizadas de manera póstuma por una de sus amigas más cercanas: Aurelia Castillo.
Como homenaje en su aniversario luctuoso, compartimos una selección de su obra poética.
Fragmentos de su obra
Una confesión
¡Padre, no puedo más! mi amor refreno, pero en la horrible lucha estoy vencida; esta pasión se extinguirá en mi seno con el último aliento de mi vida. Cuando él no está a mi lado, desolada, maldiciendo mi mísera existencia, siento sobre mi frente fatigada el peso abrumador de la conciencia. Pero al verlo, olvidando mis enojos, en vano a la razón ansiosa llamo, y aunque callan mis labios, con los ojos no ceso de decirle ¡yo te amo! Vos me habláis de la gloria y del martirio, del enojo del cielo que provoco, ¿pero no comprendéis que es un delirio hablar de todo eso al que está loco? ¡Su amor! ese es el cielo que yo ansío de mi pasión en el afán eterno, y encuentro más terrible su desvío que todos los tormentos del infierno! ¡Mis ansias ahogaré desesperadas, pero él verá en mis ojos sus ardores, porque siempre al mirarlo, mis miradas serán besos de amor abrasadores! ¡En vano espero sin cesar rezando encontrar en la fe consuelo y calma, y en vano mis entrañas desgarrando quiero arrancar su imagen de mi alma! ¡Mi amor es el incendio desatado cuya llama voraz nada sofoca! El torrente que rueda desbordado arrastrando a su paso cuanto toca! Decís que iré a la gloria si mi anhelo logro vencer y de su lado huyo, ¿pero habrá alguna dicha allá en el cielo comparable siquiera a un beso suyo? Oyendo del deber la voz airada, fuerzas a Dios para luchar le pido, y al verlo, de pasión enajenada, deber y religión, ¡todo lo olvido! Vos, juzgando el amor a vuestro modo, decís que no es un mal desesperado, decís que con la fe se alcanza todo, ¡no sabéis qué es estar enamorado! Os digo que prefiero, delirante, de mi loca pasión en los anhelos, la dicha de mirarle un solo instante a la eterna ventura de los cielos! ¡Ay, padre! en vuestra santa y dulce calma rogad a Dios que evite mi caída, porque este amor se extinguirá en mi alma con el último aliento de mi vida.
A la bandera cubana
Te alzó con mano firme el heroísmo, de patriótico amor enajenado, sobre un pueblo oprimido y humillado, como un rayo de luz sobre un abismo. El yugo del odioso despotismo, por crímenes sin cuento ensangrentado, rompió bajo tus pliegues, denodado, en desigual combate, el patriotismo. Tú, que sólo ondulaste estremecida, de la batalla al pavoroso estruendo, sobre escenas de duelo, horror y muerte, ¡flota sobre la patria redimida, cual talismán sagrado, protegiendo a un pueblo libre, venturoso y fuerte!
Julio
Ostenta el campo su verdor lucido, de intenso azul el cielo se colora, y el Sol vierte su luz deslumbradora ardiente como el oro derretido. Es un amante de pasión rendido ante la hermosa Cuba a quien adora, que a su ávida caricia abrasadora abandona su cuerpo enardecido. Y en languidez erótica postrada, voluptuosa, gentil y enamorada, a sus besos ofrece incitadores, perfumados con lúbricos aromas, ya los erectos senos de sus lomas, ya los trémulos labios de sus flores.
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