Abilia Flora Nora González Badía (Cárdenas, Matanzas, 22/2/1921- La Habana, 11/12/2007). Quizás lo que más la encarna en su denominación de vida sea su segundo nombre. Flora equivale a identificarla con su viva imaginación artística y humana, tan diversa como las espléndidas mujeres de la Flora de Portocarrero. La conocí llena de hermosa energía y tenaz decisión de servir al teatro cubano a través de una de sus líneas fundamentales: la dirigida a los niños. Nuestros infantes y jóvenes deben saberlo para recordarla y admirarla.
Nora Badía encauzó todo su carisma para reunir las mejores voluntades de creadores y asesores. Una de sus primeras acciones de dirección cultural fue convocar a Pepe Carril y a «los Camejo» (Pepe y Carucha), quienes atesoraban larga experiencia en teatro infantil desde los años 40 y 50, para que entre todos dieran vida al Guiñol Nacional de Cuba (1963), grupo teatral que ha conservado por décadas sus calidades estéticas y formativas. Fue atendido por Nora con verdadero celo profesional y humanismo desde su inauguración.
Esta singular artista y promotora cultural continuó rodeándose de talentos como el dramaturgo José Triana y de asesores en Psicología Infantil y Pedagogía (Dr. Vega Vega, Dra. Pastora Crespo, Dra. Arminda González, Dra. Rosa Cuevas, Lic. Miguel Angel…) y de leales colaboradores (Hilda, Pedroso, Berta, Omar David). Me falla la memoria. Me faltan nombres. Pero no olvido que Nora evitó restringir su semilla a los escenarios capitalinos. Por el contrario, la diseminó por todos los lugares que estuvieron a su alcance en el país. Crecieron en número y rigor grupos de guiñol en las provincias, así como cursos, seminarios y asesoramientos para su desarrollo. Por esos años también el teatro infantil se integró al Sistema Nacional de Educación en escuelas, hospitales y círculos infantiles. En proyectos de tal envergadura, con mucha sensibilidad le dieron todo el apoyo la Dra. Vicentina Antuña y la Dra. Mirta Aguirre, primeras figuras en la dirección cultural de Cuba.
Me estoy refiriendo, en primer lugar, a los primeros años del triunfo revolucionario a partir de 1959. Cuando comencé a cultivar experiencias laborales al lado de Nora en 1961, en mi corta vida entonces desconocía a la impresionante personalidad que me acogía con tanto afecto. Lo supe después. Con el paso del tiempo vislumbré algunos de los hechos que comento ahora amparada por la memoria afectiva y algunas fuentes.
En la cuna de su nacimiento, Cárdenas, Nora Badía comenzó a impregnarse de una formación cultural sólida y dio sus primeros pasos exitosos en el mundo literario, encauzados luego hacia el teatro. Polifacética en sus expresiones artísticas transitó por la actuación, la locución y otros géneros. La década del 40 la encaminó por vías seguras en la creación dramática. Su monólogo «Mañana es una palabra» (1947) recibió el tercer premio de dramaturgia de la Academia Municipal de Arte Dramático, escenario de otro de sus reconocimientos estéticos: su obra teatral «La Alondra», que vería la luz en 1950. Esta nueva década le abrirá puertas en varios medios culturales. Por ejemplo: la revista Prometeo (fue cofundadora) y la radio, vía comunicacional en donde desgranó talento desde su escritura y sus habilidades de directora y productora de programas artísticos. Su primera radionovela, De la misma sangre (1951), fue protagonizada por actores de tanto relieve como Marta Martínez Casado, Ernesto Galindo, Margarita Balboa, Rosa Felipe, Vicente Revuelta, Dinorah Ayala y Sergio Doré (narrador). Al año siguiente escribió su radionovela El último de los Alcántara. Multiplicará su trabajo en la adaptación radial de obras teatrales y en el campo de las radionovelas (Unión Radio, RHC Cadena Azul, CMQ). En 1953 ya formaba parte del grupo de autores destacados en su condición de guionistas del género dramático (Hilda Morales, José Carballido Rey, Matilde Muñoz Roberto Garriga, René Allouis, María Teresa de la Cruz Muñoz, Armando Couto, Iris Dávila, Enrique Núñez Rodríguez y Caridad Bravo Adams).
1953 es un año determinante en sus rutas de creación. Fue elegida por la Asociación de la Crítica Radial e Impresa (ACRI) la autora más destacada. Para entonces, ya es miembro notable por su activismo de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, paso vital que la marcará para siempre en su misión de intelectual comprometida. Por esta membresía en 1957 le cancelaron su trabajo en la compañía Crusellas y su plaza de profesora en la Academia de Arte Municipal. Pese al conservadurismo oficial y privado, contó con respaldo: «La repercusión en la prensa de su cesantía en esta última institución logró su reincorporación en 1958». Un nuevo paso creativo fue el de la autoría de telenovelas. Con sus piezas dirigió a figuras del medio artístico y accedió al público centroamericano. Títulos de esa producción son «La Ambición» y «Tormenta de pasiones».
En la década de los 60, en correspondencia con la febril vida revolucionaria que se extendía por todo el país, su actividad se caracterizó, como siempre, por la versatilidad. Asumió la dirección del Departamento Nacional de Teatro Infantil y de la Juventud del Consejo Nacional de Cultura, así como de la revista Cuadernillos del Teatro Infantil y de la Juventud (1965–1966); dirigió el Centro Cubano del Teatro; cofundó y asesoró a los integrantes del Guiñol Nacional y fue partícipe de dos eventos de primera importancia: el Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas y el Congreso del Instituto Internacional del Teatro (Viena). En 1966 incursionó en medios audiovisuales en la esfera de los dibujos animados para radio y televisión. A su pieza «El Sinsonte» le fue otorgado el Premio de la Crítica. Más allá de sus labores de dirección artística y autora dramática dejó textos de reflexión que aparecieron en varias revistas de crítica, en tanto algunas de sus piezas fueron recogidas en antologías de teatro. Un texto suyo que aún conserva interés es el titulado «Los clásicos del Teatro Español y la juventud cubana», de 1981.
Su nombre pertenece a la historia cultural cubana, unido a inolvidables figuras. Algunos ya fueron mencionados, pero están los también imprescindibles Vicente Revuelta, Adolfo de Luis, Mario Rodríguez Alemán, Modesto Centeno, Cuqui Ponce de León, Juanita Caldevilla. La cultura cubana tiene, para honra y gozo de todos, un nuevo centenario que festejar. Nora Badía nos legó su «palabra», más que en una «mañana».
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