José Martí (1853-1895) creó profusa y bellamente una poesía que rebasó el siglo XIX de su escritura, floreció en el XX y vive erguida en su goce lírico en el siglo XXI. Intemporal como la de los grandes poetas, en verdad llegó al amplio reconocimiento en la década de 1930, cuando apareció el primer intento de sus obras completas y advino en Cuba una generación crítica de amplia raíz martiana. Debería comenzarse a gustar por sus libros integrales: Ismaelillo, Versos sencillos y Versos libres. Muchas son las «primeras poesías» anteriores al primero de esos títulos, así como la secuencia de las poesía completas, compiladas y editadas por Cintio Vitier, Fina García Marruz y Emilio de Armas: «Poemas escritos en España», «Poemas escritos en México y Guatemala», «Versos varios», «Polvo de alas de mariposas», «Versos de La Edad de Oro», «Versos de circunstancias», «Cartas rimadas», «Fragmentos y poemas en elaboración» y «Traducciones en elaboración».
En la Poesía completa (edición crítica en dos tomos. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1993) estos editores no siguieron tampoco el orden que se ofreció en 1933 de las llamadas «Flores del destierro», que nunca fue un libro homogéneo, pero que parecía estar en orden de los Versos libres aparecido en las Obras completas, volumen XVI, de ese año, repetido en la edición de Trópico de 1942 (tomos 42 y 43), y ratificado en la conocida edición de las Obras completas de la Editora Nacional de Cuba, al principio de la década de 1960. Los tres editores antes citados realizaron la que puede considerarse como «edición definitiva», sobre la base del conjunto de criterios explicitados en la página 18 de la Nota editorial. Sobre la base de este entramado conceptual, se organizó el tomo segundo, con aquellos poemas que no pueden ser considerados dentro de los Versos libres. La edición de los dos volúmenes cuenta con un aparato de notas, que aclaran y especifican. Sin dudas, se ofrece en ella la mejor y más confiable de entre las ediciones de la poesía martiana, y conforma su núcleo esencial, su cuerpo total, amén de entregar los más seguros textos íntegros de los poemas martianos, según los conocimientos y el nivel de información acopiados en los años de las dos ediciones de 1985 y 1993.
Entre la poesía dispersa y la ocasional figuran las «Primeras poesías», con la producción martiana antes de sus veinte años de edad, con algunos poemas célebres como «A mi madre» y el primer texto patriótico vibrante en versos que es «¡10 de Octubre!», y los primeros versos que dedica a Fermín Valdés Domínguez. Antes que alto mérito estético, son poemas de absoluta sinceridad y documentos de un poeta en formación, que ha de tener una mejor escala juvenil en los poemas de su destierro español, recogidos en «Poemas escritos en España» (título que empleó Gastón Baquero para su primer libro como exiliado en la década de 1960). Un texto patriótico sobresale aquí: «A mis hermanos muertos el 27 de noviembre», que refiere al hecho histórico del fusilamiento de los estudiantes de medicina en La Habana.
Ismaelillo (1882) arma un conjunto de poemas sobre un niño, un hijo, pero no es un libro para la infancia debido al alto vuelo de las ideas que contiene. Está en el vórtice del surgimiento del modernismo en las letras de la lengua española, y para algunos críticos es el libro fundacional de ese movimiento literario en versos, publicado seis años antes que el célebre Azul (1888) de Rubén Darío. Posee lenguaje cuidado, un léxico que admite cierto grado de exotismo (lo árabe), y primorosa factura del texto poético. Las palabras en prosa iniciales, suerte de pórtico o de introducción, arman un brevísimo ideario tanto estético como social: «Hijo: / Espantado de todo, me refugio en ti». Algunos de sus poemas figura entre la mejor poesía de Martí y de la lírica cubana en general, como «Príncipe enano», «Mi caballero», «Tábanos fieros». Ismaelillo cuenta con dieciséis textos de ternura de padre, de ardores de amor filial de hombre sumamente sensible, capaz de abrirse a un lenguaje nuevo, novedoso, para expresar una fuerte emotividad por medios estéticos.
Los Versos libres, «endecasílabos hirsutos» que les llamara el propio Martí, son un hito de la poesía de lengua española, en general armados con verso endecasílabo blanco, de elegante sonoridad, multirrítmico (en su sentido de diversos tipos de endecasílabos, según la acentuación silábica), de elevado carácter reflexivo. El Martí emotivo del Ismaelillo, alcanzó cimas en «Hierro», poema de mano maestra, en «Pollice verso», en «Amor de ciudad grande», donde el gran amador protesta por el sexo sin amor.
Versos libres está recorrido por varios temas: la naturaleza, el amor, la ciudad, la poesía por sí misma (el valor metapoético del texto), la patria, la soledad y la muerte, la esperanza y la desesperanza, con momentos tan dramático en la filosofía (o poética) del dolor, como «Yo sacaré lo que en el pecho tengo». Es un libro de consumación de poeta y uno de los más vibrantes de la lengua española, que alcanzó elogios de Miguel de Unamuno y la admiración de Gabriela Mistral, quienes más bien recibieron influencia de los Versos sencillos.
Los XLVI poemas de Versos sencillos son para muchos el libro lírico más notable de la poesía cubana, mantiene los temas propios de Martí, pero todo está dicho con una aparente sencillez, incluso la fuerte reflexión filosófica y, a veces, el suave hermetismo que estos versos contienen. Octosílabos nada hirsutos, bien medidos y bien pensados, se arman en redondillas, cuartetas, quintillas, sextillos y otras estrofas y variantes compositivas, que le dan variedad dentro del metro elegido. Si bien sus ancestros son propios de la poesía popular hispánica, desde el siglo XV hasta el propio XIX, el manejo lexical, las connotaciones de los contenidos, la agilidad rítmica de los textos, hacen de ellos verdaderas obras de arte, con distinciones como «Yo soy un hombre sincero», «Si ves un monte de espumas», «Quiero a la sombra de un ala» («La niña de Guatemala»), «Yo quiero salir del mundo», « ¡Penas! ¿Quién osa decir?…», «Cultivo una rosa blanca», «Mucho, señora, daría» (uno de los más sensuales poemas de la lírica en lengua española), y otros muchos, revelan al gran poeta José Martí como una cúspide de la poesía del idioma.
Los «Poemas escritos en México y Guatemala» mantienen el tono de ocasión, pero es visible entonces la importancia de la mujer en la vida y la obra martianas, así como su amor por la familia distante y su eterna comparación entre «Patria y mujer». Los «Versos varios» agrupan poemas sobre la vida circundante, la circunstancia por la que vive el poeta, su testimonio en versos de amistades, amores, anhelos patrios, su mejor tono de creyente más que de «religioso», su interés por el paisaje urbano y también el personal interés estético, su concepto de la poesía.
«Polvo de alas de mariposa» conforma un conjunto de pequeños poemas, algunos visiblemente completos en sí, otros que parecen fragmentos de poemas más extensos o suerte de continuación de los Versos sencillos, que a veces incluso serían propios de un «álbum de señoritas», común en la época. Posee variedad de metros, aunque el octosílabo es dominante, incluye otros que le ofrecen variedad al conjunto. Con el grupo de poemas que se han dado en llamar «Versos de La Edad de Oro» hallamos algunos de los más célebre poemas del Apóstol, de mejor acabado, y está dirigido a la lectura de un público infantil y juvenil, como los tan conocidos en Cuba «Los dos príncipes», «La perla de la mora» o la obra maestra de este tipo de poesía que es «Los zapaticos de rosa».
Vitier, García Marruz y Armas reunieron en un grupo los «Versos de circunstancias», mucho más dirigidos a personas amigas, álbumes, celebraciones, entre ellos algunas de las décimas mejores de Martí, como «A Isabel Esperanza Betancourt». La mayor parte tiene como destinatarias diversas damas o niñas, como el singular «Para Cecilia Gutiérrez Nájera y Maillefert», hija del célebre poeta mexicano de tales apellidos, amigo de Martí. Algunos de estos pequeños poemas fechados en 1994 o 1995, pareciera que tienen el presentimiento de la muerte, dada la recurrencia temática.
Martí dejó tras de sí un grupo de «Cartas rimadas», epístolas en versos, dirigidas a amigas y amigos. Los «Fragmentos de poemas en elaboración» son muy interesantes no solo para el estudio exegético de la obra poética martiana, sino para advertir la diversidad de metros con que trabajaba el poeta, la recurrencia de sus temas centrales: patria, familia, mujer, naturaleza, poesía, y para subrayar el ideario de un hombre excepcional. La poesía de Martí ayuda a discernir los idearios estético y político del Apóstol. Pero son goce de lectura, obras escritas para ese deleite y para la reflexión desde la lírica, él no podía dejar de pensar y de escribir su ideario ni siquiera cuando alzaba el vuelo de sus versos, metido en la belleza expresiva de la lengua española, sacando brillo (luz, una de sus palabras predilectas) a los vocablos, a sus sonoridades, al ritmo compositivo, todo lo cual llenó una parte de su grandeza como gran escritor, como poeta-faro, como creador de un mundo que se suma a su alabada y muy presente Naturaleza.
Visitas: 1129
Deja un comentario