
La poetisa bayamesa que rompió cadenas coloniales
El 21 de octubre de 1832 nació en una finca familiar cerca de Bayamo, Úrsula Céspedes Orellano, quien tempranamente resultará impelida a expresar sus dones en la poesía y la música, y con ellos, el saber y ejercer la noble profesión de enseñar y educar, y romper las cadenas del colonialismo hacia lo femenino en la medianía del siglo XIX en Cuba.
Una gran bayamesa de la etapa colonial resulta sin dudas esta mujer de cultura, que enfrentó los cánones sociales, esos que relegan a las mujeres a las sombras domésticas. Por fortuna, a diferencia de María Luisa Milanés y muchas otras, a Úrsula le tocó primero un padre preocupado por su formación y luego un esposo cómplice y catalizador de su desempeño social. Saltó las talanqueras, empujó los tabúes, desafió convencionalismos y se hizo maestra para trabajar y aportar a su matrimonio, a ella misma y a la sociedad que negaba la enseñanza pública y obligatoria a las mujeres.
Fue exquisita poetisa, virtuosa mujer, también hermana incondicional. Su hermano mayor, José María Céspedes, fue un reconocido jurisconsulto, y también impulsor del cultivo espiritual de su hermana.
Participa Úrsula en diarios acontecimientos culturales de la región como es el alimentar con obras la prensa diaria, no solo en Bayamo, sino en buena parte de la isla de Cuba.
Desde la más tierna adolescencia, los 12-13 años, escribe poesía, inspirada en la belleza del paisaje que le rodea. También era una virtuosa intérprete musical de la guitarra, instrumento inseparable en esa Bayamo cuando ella nace. Bayamo era un foco cultural que crece, donde las serenatas están a la orden del día, el lugar propicio para La Bayamesa, canción romántica registrada como la primera en el cancionero cubano, y de esa savia se nutre Úrsula, que además habla muy bien el francés.
Con solo 23 años en 1855 publica sus primeros poemas en Semanario Cubano y El Redactor de Santiago de Cuba, de la entonces capital Oriental. Firmaba como «La Serrana» y Carlos Enrique Alba. Publicó en La Regeneración de Bayamo, La Antorcha, de Manzanillo, La Alborada y Eco de Villa Clara, de Santa Clara, El Fomento y Hoja Económica, de Cienfuegos, Corre de Trinidad y La Abeja, de Trinidad, La Prensa y El Kaleidoscopio, La Idea y Cuba Literaria de La Habana y La Moda Elegante, de Cádiz, España. Algunas composiciones suyas se incluyeron en Cuba Poética, realizada por Joaquín Lorenzo Luaces y el bayamés José Fornaris y Luque, autor de la primera canción romántica cubana.
Su poesía es sencilla, refleja la cotidianidad con naturalidad, su prosa tiene a su vez lirismo, es costumbrista, que deja ver una fina jocosidad, donde se va perfilando lo cubano, también influida por las corrientes de su época, la misma de los «Cantos del siboney» del bayamés José Fornaris, y para los versos escribe en las formas conocidas en la época: la oda, silvas, romances, sonetos, décimas, también poemas elegiacos. Todos muestran su sensibilidad con extrema melodía y ritmo.
No solo vivió en Bayamo. En Villa Clara, a donde va a vivir temporalmente con su hermano José María, en 1854, conoce al maestro y periodista Ginés Escanaverino, quien se queda prendido de la belleza y la fuerza espiritual de la bayamesa, casándose tres años después. Es Ginés quien la apoya para estudiar magisterio, y en 1858 fundan en Bayamo la Academia Santa Úrsula, primera dedicada a la enseñanza a las niñas y señoritas.
En los tres años de noviazgo, Ginés se muda primero a Manzanillo, donde funda junto a Bartolomé Masó el periódico El Comercio, luego se traslada a Bayamo y en 1856 funda La Regeneración, el primer periódico de la villa, donde Úrsula colabora con poesías.
Tendrán tres hijos. Viajan y se establecen en Pinar del Río, La Habana, como maestros, luego en Santa Isabel de las Lajas, lugares dejarán huellas como pedagogos y animadores de la vida espiritual y cultural. En 1861, Úrsula publica en la Imprenta de Espinal y Díaz, de Santiago de Cuba, Ecos de la selva, prologado por Carlos Manuel, donde este dice de sus versos: «…arrebatan y seducen; ella pinta lo que siente; pero lo hace con tanta verdad de colorido, que su sentimiento se transmite como el fluido magnético al corazón de los que oyen sus acentos inspirados».
Al estallar la guerra por la independencia, tres hermanos de Úrsula mueren en combate, el padre es hecho prisionero y en represalia por el apoyo a los cubanos, los españoles arrasan con las fincas y confiscan sus propiedades. El señor Manuel no puede aguantar el dolor de las pérdidas y muere.
Úrsula y Ginés se establecen junto a sus hijos en Santa Isabel de las Lajas, ella está enferma, muere el 2 de noviembre de 1874, tiene solo 42 años, lamenta dejar sus hijos aún pequeños. Al morir, Ginés junta la obra inédita mucho más madura, mucho mejor organizada y publica Cantos postreros, edición limitada para amigos y familiares.
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