Valdés Machuca, entre los pioneros
Ignacio Valdés Machuca pertenece al grupo de los poetas de la primera mitad del siglo XIX, un período que ha sido estudiado por los críticos, pero en el cual deslumbra la personalidad y obra de José María Heredia, con lo cual apenas quedan calificativos para juzgar el quehacer de los demás representantes de la intelectualidad cubana de entonces.
Machuca nació en el siglo XVIII, el 30 de julio de 1792, en La Habana y conoció del relativo esplendor que la irrupción de la prensa y algunas otras instituciones otorgaron al panorama cultural de la ciudad. Se licenció en Derecho en la Universidad de La Habana y fue lector de los autores clásicos. Los críticos le reconocen como poeta que cultivó diversas formas métricas, aunque con escasa fortuna artística. El cuidado de la forma y la difusión de sus poemas hicieron de él un escritor no carente de popularidad y hacia el cual otros enfocaron la mirada, máxime cuando su casa era centro de reunión de intelectuales —jóvenes y también algunos relevantes.
Apunta José Manuel Carbonell, en su voluminosa y útil compilación Evolución de la cultura cubana:
(…) aun cuando la obra poética de Valdés Machuca (…) no está caracterizada por la inspiración, de que solo dio débiles pruebas, puede afirmarse que campa en toda ella una dicción castiza, no exenta, a ratos, de aciertos y elegancia de estilo.
Una de las composiciones suyas más conocida resulta el canto «A la paz», cuyas estrofas finales reproducimos:
(…) Vuelva a bordar la primavera los yermos campos del honor, ¡jamás el hacha de la guerra destruya el árbol de su flor! Surquen las líquidas llanuras las ricas naves a placer; viento feliz las acompañe brillando el iris por doquier. Las sabias musas os celebren al son acorde del laúd, y vuestras glorias estimulen la encantadora juventud.
En 1819 apareció su primer libro, Ocios poéticos. Le sucedieron Poesías constitucionales, un año después, y varios textos más (La muerte de Adonis, que es un drama en verso; A la juventud, Tres días en Santiago, el sainete El correntón burlado…). Utilizó los seudónimos Desval y El Redactor, y uno de sus libros, Cantatas, vio la luz en 1829 a través de la conocida imprenta de Severino Boloña.
Sus colaboraciones aparecieron en Diario del Gobierno de La Habana, El Indicador Constitucional, El Revisor Político y Literario, Diario de La Habana, La Cartera Cubana, La lira de Apolo; fue redactor de La Moda y dirigió El Mosquito, periódico satírico-burlesco. En colaboración con Francisco Iturrondo (firmaba con el seudónimo Delio) redactó en 1834 la Aureola Poética y participó de la Corona Fúnebre en honor del Obispo Espada.
Ignacio Valdés Machuca murió en La Habana el 15 de noviembre de 1851 y fue de aquellos cubanos que, interesados en el cultivo de las letras, nutrieron con sus composiciones las páginas de la prensa de dos siglos atrás. Son ellos, primordialmente, figuras históricas dentro del panorama de la literatura cubana de todos los tiempos.
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