
Hasta los seis años viví en una casa de campo junto a la carretera Guanabacoa-Cojímar; oíamos desde allí todos los trajines de la ciudad, sobre todo, recuerdo las sirenas de los barcos, semejantes al grito de un animal herido; en las noches de los días festivos, las luces de la farola del Morro se unían a las de la farola del Capitolio. Yo imaginaba que los potentes haces de luz eran las varillas de los abanicos de dos señoras sentadas frente a frente, dándose balance y abanicándose con sus pericones.
Una de esas noches, mi padre oyó que le decía a mi hermana: «Son abuela y Cristina dándose balance, abriendo y cerrando los abanicos y contándose chismes». Mi padre preguntó qué era eso de abanicándose y contándose chismes. Yo no supe qué responder; mi padre terminó diciéndome que las abuelas merecían respeto. Otro miembro de la familia, que había estado atento a mi conversación, sentenció: «¡Ahora sí que nos jodimos: este nos salió poeta!»; después explicó a mi padre de qué yo hablaba con mi hermana.
Mi padre no tardó en explicarme por qué el tío pensaba mal de los poetas: Se refería —me dijo— a los poetas campesinos que abandonan la tierra para andar con la bandurria bajo el brazo. Recuerdo que después me explicó que Cuba había tenido grandes poetas como el Cucalambé, Heredia y Martí, que no había que avergonzarse de ser poeta.
Este recuerdo de infancia tal vez me motivó un poemita que escribí hace más de cuarenta años, se titula: «Pequeña canción diurna» que cito a continuación:
Voy a hablar de la dicha no de sueños ni cábalas. Voy a hablar de la dicha, perdona si no dejo a un lado mi tarea. Voy a hablar de la dicha más que discurso es canto de labor: óyeme mirándome a las manos.
Sin embargo, nunca he dejado de soñar, ni de cumplir exigentes tareas. A la altura de mis ochenta años, confieso que mis grandes amores han sido siempre la familia, la tierra (léase la Patria) y la poesía. Como veis no puedo negar mi origen campesino, perdonen las torpezas de mi discurso.
Muchas gracias.
* * *
Palabras de agradecimiento de Luis Marré al obtener el Premio Nacional de Literatura 2008, recogidas en el epub que Cubaliteraria produjo en 2021, en su colección de Ensayo, Los agradecidos del mañana, antologado por Luis Amaury Rodríguez Ramírez. Disponible de forma gratuita en nuestra sección de Descargas de libros.
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