La edición de la obra narrativa de Lino Novás Calvo es un acontecimiento editorial con profundas implicaciones político-culturales. En primer lugar, un país asediado que trata de sobrevivir en medio de una complejísima situación internacional, caracterizada por una crisis de valores que parecían firmemente establecidos, que transita por los inicios de un Periodo Especial, entre cuyas consecuencias se halla una aguda crisis de papel, publica —en un verdadero acto de madurez— prácticamente toda la obra de un escritor que casi desde los inicios de la Revolución se convirtió en su enemigo; en segundo lugar, la edición de este libro da a conocer a las nuevas generaciones la obra de un escritor que, independientemente de cualquier consideración extraliteraria, es parte de nuestro patrimonio cultural. Por ambas razones, creo que la Editorial Letras Cubanas pone en manos del lector cubano una edición realmente histórica.
Independientemente de que me unen, por decirlo así, lazos editoriales con este libro: yo era jefe de la redacción de narrativa de la Editorial Letras Cubanas cuando surgió el proyecto tan impecablemente ejecutado por la editora Ana María Muñoz Bachs, accedí a presentarlo en el día de hoy, para compartir con ustedes una pequeña anécdota relacionada con Lino Novás Calvo y con mi propia vida.
Yo había ingresado en la Escuela Normal de la Habana en 1953, y dos años después comencé la asignatura de Francés en el grupo D con una profesora francesa llamada Ana Rita Dumont. EI profesor de francés del grupo C era Lino Novás Calvo. Un día, durante un receso de clases me acerqué a mi profesora que leía con atención un libro: Cayo Canas, de Lino Novás Calvo. Cuando le pregunté, me dijo que, efectivamente, el autor del libro era el profesor de Francés del otro grupo. «¿Pero tú no conoces los libros de Lino Novás?» me preguntó sorprendida, porque conocía mi pasión por la lectura. A partir de aquel momento, me dediqué a buscar y leer los textos de Novás. Encontré La luna nona, y lo devoré, y después Cayo Canas y EI otro cayo, pero sobre todo quedé deslumbrado con el relato «La noche de Ramón Yendía», que leí en la Antología del cuento en Cuba, de Salvador Bueno. Transcurrieron algunas semanas. Mi profesora enfermó por varios días, y pasamos entonces a recibir algunas clases en el grupo C, con Novás Calvo.
En aquella época, él tendría unos cincuenta y dos años, pero yo lo recuerdo como un hombre viejo, canoso, de hombros ligeramente caídos, un hombre cansado. Estuve varios días debatiéndome con mi timidez para acercarme a él. Finalmente me decidí y terminada una de las clases, me le acerqué: «Profesor», le dije. «Diga», dijo él un tanto secamente. Me quedé sin habla. Olvidé todo el discurso que tenía preparado, y solo atiné a decir: «¿Así que usted fue quien escribió “La noche de Ramón Yendía”?». Parece que de repente me comprendió, porque me dijo: «Ah, tú escribes, ¿no?». «Trato», le respondí. Me dio unas palmaditas en el hombro: «Deja eso. Escribir no da nada». Y me dejó con los deseos de continuar la conversación.
Comparto con ustedes la anécdota porque creo que repite varios testimonios de personas que lo conocieron de cerca y que han expresado que Novás prácticamente dejó de escribir a finales de la década de los cuarenta. EI libro de cuentos que publicó hace algunos años en el extranjero, Maneras de contar, realmente no tiene nada que ver con el gran narrador que fue en su país.
La edición que ha preparado Letras Cubanas abarca prácticamente lo mejor de su obra narrativa: desde los deslumbrantes cuentos de La luna nona, Premio Nacional y además Premio Hernández Catá de 1942 por el relato homónimo; los cuentos atormentados de Cayo Canas, vigoroso retrato de la vida de los humillados y ofendidos carboneros de la cayería del norte de Camagüey, hasta la novela Pedro Blanco, el negrero, publicada en España en 1932.
En el prólogo de esta edición, el narrador Jesús Díaz traza un panorama de la vida y la obra de Novás y se detiene en algunos textos reveladores. No voy, por supuesto, a repetir aquí juicios con los cuales coincido en general. Solo quisiera señalar que si bien es cierto —como afirma Jesús Díaz— que la novela Pedro Blanco, el negrero no es una obra totalmente lograda, me parece justo agregar que dentro del universo de la literatura cubana e incluso latinoamericana de ese periodo, esta novela constituye una rara avis y posee un nivel de realización y de eficacia literaria realmente sorprendentes para la época. Por supuesto que, posteriormente, Alejo Carpentier superaría ampliamente esta obra con EI reino de este mundo. Pero recordemos que esta última es de 1949, y diecisiete años no pasan en vano en materia literaria. EI Carpentier de los años treinta es el de Ecué-yamba-o y no el gran maestro que posteriormente fue.
En todo caso, pienso que de haber escrito solamente un relato como «La noche de Ramón Yendía», Novás Calvo hubiera quedado inscrito sin discusión en la historia de la cuentística cubana. Aquí está, pues, la Obra narrativa de Lino Novás Calvo. Lo demás no es silencio, como diría Hamlet, sino la recomendación más entusiasta de que penetren en sus páginas, en la seguridad de que no saldrán defraudados.
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Texto incluido en El libro de las presentaciones, de Eduardo Heras León, publicado en 2018 por Editorial Oriente.
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