También soy escritura
Y en este mismo instante alguien me deletrea
Octavio Paz
Nació el 31 de marzo de 1914, en Coyoacán, durante la Revolución Mexicana, el más laureado poeta del siglo XX y de ese país, Octavio Paz Lozano. Su madre, Josefina Lozano, lo lleva a vivir a casa de sus abuelos paternos, después de que su padre, Octavio Paz Solórzano, se alistara en el ejército de Emiliano Zapata.
En una entrevista al canal 11 de México en 1993, cuando contaba con 79 años, recordó a esta casa como grande, semi en ruinas, una casa que la revolución destruyó en cierto modo, con un jardín también grande, descuidado y … un niño solitario que recorre sus cuartos. «Una casa habitada solo por el rencor de los mayores».—dijo en su libro Pasado en claro.
Como esos muchos cuartos que transitó así fue su vida, en la búsqueda, sin dejar, apenas, una puerta cerrada, porque era un ser que aprovechó todo momento y construyó en torno suyo la visión de única una época.
Gran innovador de la lengua castellana, el primer Premio Nobel de Literatura mexicana en 1990, fue además, polémico y discutido. En su poesía y ensayos se ocupó de la política, la historia y la filosofía. No era un poeta de tiempo completo, escribía un libro de 7 a 8 años. Su sistema lo fundamentó en la analogía porque fue, como bien dijo él, un hombre del siglo.
Crítico literario, intelectual enciclopédico, a los 23 años abandona la universidad y viaja a Mérida, estado de Yucatán, para encarar la escritura. Lo hace con pasión, sin poner esquemas, sin centrarse; no solo como poeta sino como reflexionador de su poema y del acto poético. Fue más allá de esta acción. Trató de abarcar los problemas complejos y muy variados de la realidad.
Las grandes corrientes y novedades de su tiempo le atraen. Tiene encuentros con César Vallejo, Rafael Alberti, García Márquez, Julio Cortázar, Miguel Hernández, entre otros. De todos toma y también deja, para hacerse a él mismo. En 1951 frecuenta a André Breton y a los surrealistas que lo influencian enormemente.
Buen publicista, toma cuidado con los títulos como un comunicólogo, y nacen armoniosos: El signo y el garabato, Luna silvestre, Raíz del hombre, ¿Águila o sol?, La estación violeta. Los ensayos no se quedan atrás, son colosales, hay un profundo pensamiento del entorno a donde ha viajado y visto: El arco y la Lira, La búsqueda del comienzo. En su ensayo El laberinto de la soledad propone la tesis de que los mexicanos que quieran volver al pasado estaban retrasando el futuro. «Veo a México con amor, no es un amor ciego».
En enero de 1952 trabaja en la embajada mexicana en la India y después, en 1953, en Japón. El haiku, los textos budistas y taoístas llaman su atención. Paz se define como un centro vacío donde resuenan todas las voces de todas las culturas: americano, europeo, asiático, pero el foco es Latinoamérica, esa que lo transforma todo para hacerlo suyo: «El hombre tiene una capacidad de resistencia extraordinaria, puede revivir y resucitar»
No deja de mutar: de la poesía intimista a la conversacional, de vanguardia, concretismo, es un abanico de corrientes estéticas. En él se ve un tiempo donde otros escritores se diluyen.
Octavio Paz, ganador también del Premio Cervantes en 1981, resumió la evolución de la poesía occidental con una claridad fenomenal y trasmitió esa sabiduría en toda su obra.
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