Con El laberinto de la soledad (Fondo de Cultura Económica, México, 1950 y 1973) Octavio Paz alcanzó uno de los pensamientos poéticos más brillantes de la América Latina. Trata sobre el ser, sus valores y esencia, piensa que: «el hombre es nostalgia y búsqueda de comunión. Por eso cada vez que se siente a sí mismo se siente como carencia de otro, como soledad». Aunque la idea tiene apoyo ontológico, en verdad el poeta mira al orbe de la poiesis, en cercanía con las alusiones al «otro» de La angustia de las influencias, obra de Harold Bloom, donde se realiza un curioso estudio de poética.
Paz es suficientemente original en su pensamiento y halla una soledad de carácter prenatal, incluso posnatal, avanza hacia la búsqueda del otro como amor y rumbo a la amistad: «en nuestro mundo el amor es una experiencia casi inaccesible. Todo se opone a él: moral, clases, leyes, razas y los mismos enamorados…».Como «creación humana», no lo encuentra en la naturaleza, sino con las prohibiciones sociales que hacen que el amor se identifique con lo prohibido. Amor y poesía estallan de modo parecido a: «un escándalo, un crimen, un poema…».
Es curioso que no relacione al amor con un posible antídoto de la soledad. Como ella es ontológica, ligada en esencia al ser, ve esa soledad transgredida en la infancia, cuando el niño crea un mundo en torno (como el poeta), pero que no puede sostener en la adolescencia, cuando el joven se halla inmerso en la soledad y debe avanzar a la adultez para olvidarse de sí en el trabajo: «en la creación, en la construcción de objetos, ideas e instituciones». Así, nos refiere a la idea de Blas Pascal sobre el autoengaño del ser que disimula el fin mortal. El hombre frente a la muerte, para olvidarla, distrae su vida en el orbe familiar, en el trabajo, en los enredos de la alimentación o el erotismo y la participación en el mundo social, todo lo cual es ir contra la «soledad absoluta». La soledad —dice Paz— no es creativa, lo es solo la búsqueda del otro como combativa reacción contra la soledad.
El estudio reviste incluso visos de sociología cuando el autor se inclina a ver en el destierro (y todos, dice, de alguna manera lo sufrimos) una manera social de la soledad. También ello se manifiesta en el sentido dela temporalidad: «cuando digo en este instante, ya pasó el instante», de modo que el tiempo es un presente continuado que va fluyendo como pasado mientras absorbe futuro.
Otra mexicana, la gran actriz María Félix, dijo que la envidia probaba su valor. Es una pena que el ser solitario sienta envidia por la otredad creativa, por el otro acompañante. Paz no se fija mucho en la violencia que puede acarrear ese sentimiento de soledad, esa noción de ser únicos, y las reacciones nobles e innobles que el ser practica en su ejercicio vital. Las formas de «defensa» de la individualidad del ser son muy variadas. Recuerdo aquella anécdota de los primeros años de la Revolución cubana: la policía detuvo a una dama que conducía un auto cargado de obras de arte, fue trasladada a la estación policial, le llenaban un documento de identificación y en el punto de procedencia social el policía a cargo le preguntó: «Burguesa, ¿verdad?», a lo que la dama con el mayor aplomo respondió: «No, aristocracia». La sobreposición del origen clasista se convirtió así en modo irónico de autodefensa.
La protección del ser propio (el amor propio) reviste a veces el sentido de diferenciación social, el orgullo conduce a la distancia de la otredad. Un norteamericano le dice a un mexicano en la frontera: «¿Se va a comer sus frijolitos?». El aludido captó el tono discriminatorio de la pregunta y replicó: «Ahorita, ¿gusta?». Es el tono de diferencia (y en este último caso de generosidad incluso mordaz) que el ser impone al otro. Esesentido de rebajar al otro está fuera del amor, tratar de poner en rango inferior al que no es «igual» no es precisamente una búsqueda amistosa de la «otredad». Así, la soledad también rastrea la diferencia, no siempre la deferencia. Paz se extiende sobre el amor. Pero no es el antídoto de la soledad, sino la búsqueda (solidaria) del otro, y este queda atenido a las convenciones sociales, pues el otro debe ser un par igual. ¿Amor entre gentes de extracciones sociales muy diferentes, económicas, culturales, nacionales? Sí que se da, excepcionalmente, pero ello implica la resistencia de un ente subiendo un plano inclinado lleno de asperezas.
Paz entra a dilucidar asuntos de El laberinto de la soledad en su entrevista con Claude Fell, dentro de El ogro filantrópico (1979), y en su tratado sobre Historia y política de 1971 a 1978.Subraya la diferencia en español entre estar (en la historia) y ser (historia), en que el ser si sitúa en la relatividad de su circunstancia. El diálogo entre el francés y Paz se centra mucho en la vida mexicana y su historia, en los mitos y otras aventuras del espíritu, sin que subraye demasiado el hecho poético que está de trasfondo en la idea básica de Paz sobre la soledad.
A una de las preguntas de Fell, muestra un ideario bien extendido entre la intelectualidad lectora de Sartre en los años sesenta y setenta del siglo xx, dice: «La crítica es, para mí, una forma libre del compromiso. El escritor debe ser un francotirador, debe soportar la soledad, saberse un ser marginal. Que los escritores seamos marginales es una condenación que es una bendición». Tales ideas en la Cuba coetánea condujeron, bajo razones variadas y diversos avatares, al «caso Padilla». Entonces, la relatividad de las ideas deben ser vistas en el espacio y en el tiempo, no son subproductos ideológicos de la soledad, sino de las circunstancias.
«El amor y la poesía son marginales», llega a decir. Paz se declara en esta entrevista: «más cerca de Nietzsche y de Freud que de Marx y Rousseau». Al final, vemos su intensión ideológica, que rebasa el mundo de la poesía en sí para adentrarse en el orbe de la política por sí. ¿Son mundos antagónicos? No lo son, interactúan, pero poseen funciones sociales diferenciadas. Paz prefiere, de todos modos, acercar al amor y a la poesía, y considera «marginal» la visión del mundo que ello entraña. No cabe duda de que El laberinto de la soledad da espacio para discutir, y para el ejercicio consciente e inteligente de la soledad.
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