“Dadme mi lira, dádmela, que siento
en mi alma estremecida y agitada
arder la inspiración. ¡Oh! ¡Cuánto tiempo
en tinieblas pasó, sin que mi frente
brillase con su luz!… Niágara undoso,
sola tu faz sublime ya podría
tornarme el don divino, que ensañada
me robó del dolor la mano impía”.1
Un canto a la naturaleza entremezclado con el dolor de un hombre que ha tenido que abandonar su país natal, eso es “Oda al Niágara”, una de las obras maestras de José María Heredia, el primer poeta romántico de América.
A Heredia lo recordamos hoy, en el 181 aniversario de su muerte, una muerte que le llegó con apenas 35 años y fuera de su adorada isla: “¡Cuba, Cuba, que vida me diste, dulce tierra de luz y hermosura!”.2
Uno de los pasajes más tristes del poeta, periodista, abogado y político fue cuando tuvo que huir de Cuba, condenado a muerte por parte del Gobierno español, y más tarde desterrado, lo que le impedía retornar.
Heredia había huido hacia Estados Unidos, y tras su visita a las Cataratas del Niágara, surgió su “Oda…”. Más tarde estuvo también en México, invitado por el presidente Guadalupe Victoria.
En esas tierras tuvo una fructífera labor: fue designado funcionario de la Secretaría de Estado y del Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores, fue juez, fiscal, editor y colaborador de diversas publicaciones y tradujo múltiples obras de varios idiomas.
Tras conocer del estado en que se encontraba su madre, escribe una carta al Capitán General de la Isla, retractándose de sus ideales independentistas, y aunque le fue posible volver, esa decisión hizo que sus amigos se alejaran de él.
En soledad retornó a México, donde falleció debido a la tuberculosis.
De él dijo Manuel Sanguily:
“(Fue) un hombre representativo, exponente cabal de un estado, de un momento del espíritu cubano (…) sintió intensamente la santa ambición de todos, la ira de todos; la aspiración y el entusiasmo de todos; la idea impulsiva y sublime que agitó y enardeció varias generaciones de cubanos; fue el alma misma de esta”.3
Notas:
1 Fragmento de “Oda al Niágara”, de José María Heredia.
2 Fragmento de “Himno al desterrado”, de José María Heredia.
3 Tomado de Ecured
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