
El doctor Ángel Augier (1910-2010), poeta y ensayista holguinero, es el autor del libro Pablo Neruda en Cuba y Cuba en Pablo Neruda, publicado por Ediciones Unión, con el auspicio del Proyecto Cultural Sur, el Festival Internacional de Poesía de La Habana y la Embajada de Chile en La Habana.
El nonagenario investigador y periodista cubano, quien conoció personalmente al laureado poeta y escritor chileno y fue su cicerone durante las visitas a La Habana del autor de Residencia en la tierra (antes y después de la alborada revolucionaria), recoge en ese texto la cálida acogida que le brindaron la intelectualidad y la prensa cubanas a Neruda, cuyo inmenso amor a la poesía era el sustrato de su acendrada vocación ético-humanista y el arma fundamental con que defendió la causa de los pobres del mundo, ya que «[…] por ser el amor su ámbito abierto/ siempre clamó por un futuro cierto:/ una vida sin hambre ni cadenas».
En dicho volumen, escrito con tierno afecto y conocimiento profundo de la vida y la obra de Pablo Neruda (1904-1973), el también premio nacional de Literatura se remonta en el tiempo a la adolescencia de una de las voces líricas más auténticas de la patria grande latinoamericana soñada por Bolívar y Martí, porque, ya desde esa época, el joven Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto (como consta en su inscripción de nacimiento) sentía en lo más hondo de su yo poético una gran añoranza por la ínsula caribeña, y concretamente, por la carpenteriana «Ciudad de las Columnas». Todo ello sin que aún lo hubieran «embrujado» el calor solidario del trópico ni la magia que envuelve a nacionales y extranjeros que visitan la capital de la mayor Isla de las Antillas y quedan prendados de su estructura arquitectónica sui generis y de la belleza interior de los habaneros por nacimiento o por «naturalización».
Pablo Neruda no solo era un excelente poeta, escritor y periodista, que puso su vasta producción intelectual y espiritual al servicio de la humanidad, sino también un sagaz psicólogo que en una sencilla reflexión filosófico-antropológica explica —con indiscutible maestría— el complejo proceso psíquico mediante el cual el hombre es el resultado de sí mismo, ya que, independientemente de la influencia de los factores bio-psico-socio-culturales y espirituales que configuran la personalidad humana, el que determina el rumbo y la orientación que el homo sapiens le da a su existencia terrenal es —en última instancia— el propio hombre.
Con meridiana claridad, Neruda le muestra al ser humano que, si su vida es un jardín floreciente o un «valle de lágrimas», el único responsable es él y no los «chivos expiatorios» que inventa para engañar al otro, pero no al yo íntimo. Desde que, en mi ya lejana juventud, leía a Martí, a Balzac, a Neruda —gigantes de la literatura universal— caí en la cuenta de que los mejores «médicos del alma» son los escritores (poetas incluidos) y que los mejores manuales de Psicología son las obras literarias que dejan huellas en el intelecto y en el mundo interior del lector y lo ayudan a «descubrir» quién es, qué quiere y hacia dónde va.
Pablo Neruda en Cuba y Cuba en Pablo Neruda se estructura en dos partes, estrechamente relacionadas entre sí: la primera registra los nacientes contactos poéticos que en su imaginación infanto-juvenil el ilustre artista suramericano estableció con La Habana, así como los andares y desandares de ese fiel amante de la geografía insular y de sus bellezas naturales y humanas, tanto en Chile como en la Perla de las Antillas y en otros países de Nuestra América y del Viejo Continente, donde ejerció la diplomacia y estuvo exiliado por oponerse a la dictadura pro-yanqui de Sánchez Videla, aunque también recibió honores y escribió una buena parte de la labor que lo hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura.
La segunda parte incluye la valoración objetivo-subjetiva que de Pablo Neruda, como poeta absoluto (así lo percibe el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar), hombre íntegro e incansable luchador antifascista y antiimperialista, hicieran intelectuales cubanos de la estatura de Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Juan Marinello, Félix Pita Rodríguez, Pablo Armando Fernández, Manuel Rivero de la Calle y el propio Ángel Augier, quienes destacan los méritos ético-estéticos y poético-literarios de la magna tarea de Neruda, junto a su fidelidad a la Revolución Cubana y a Fidel.
Los admiradores de la vida y la obra del poeta mayor de Iberoamérica encontrarán en las páginas de Pablo Neruda en Cuba y Cuba en Pablo Neruda una suave caricia a su intelecto y su espíritu, porque en ese libro el autor evoca «[…] con [amor y] devoción […] el nacimiento de quien llegaría a ser expresión eminente de la poesía de su época [y de todas las épocas]», y —según el intelectual chileno Volodia Teiltelboim— un revolucionario convencido de que «[…] la humanidad necesita que la paz reine entre los hombres de buena voluntad, entre todos los pueblos y naciones, entre los poetas que sueñan y trabajan por el encantamiento de los días y las noches, por el triunfo de la vida [sobre la muerte]».
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