La Gaviota, del eminente escritor y dramaturgo ruso Anton Chejov (1860-1904), es el título del libro, cuya reseña pretende satisfacer las necesidades cognoscitivas y espirituales de los amantes de los grandes autores de la literatura universal.
La Gaviota está inspirada en una obra teatral, estructurada en cuatro actos, y escrita a finales del siglo XIX (1896). Es la primera de las cuales la crítica especializada valora como las obras maestras del ilustre intelectual euroasiático.
La trama se sustenta, fundamentalmente, en los conflictos románticos y artísticos entre cuatro personajes: la ingenua Nina, la actriz Irina Arkádina, el dramaturgo experimental Konstantín Tréplev, hijo de Arkádina, y el famoso escritor Trigorin.
Como el resto de los dramas chejovianos, el volumen que hoy focaliza nuestra atención depende —básicamente— del óptimo entramado psicológico con que fueron construidos los personajes que desarrollan la acción dramática.
En oposición a muchos melodramas teatrales del siglo XIX, abruptas acciones (como el intento de suicidio de Tréplev) suelen discurrir tras bastidores.
Los personajes tienden a hablar en circunloquios alrededor de un tema, en lugar de discutirlo expresamente, un concepto conocido en el medio dramatúrgico como subtexto.
La Gaviota tiene una fuerte relación con el Hamlet del poeta y dramaturgo inglés William Shakespeare, a quien Arkádina y Tréplev lo citan, así como también hay muchas alusiones a la trama de la tragedia shakesperiana, por ejemplo, Tréplev intenta que su madre regrese y abandone al usurpador Trigorin como Hamlet intenta que la Reina Gertrudis regrese y abandone a Claudio.
La Gaviota impresionó al dramaturgo Vladímir Nemiróvich-Dánchenko, quien dijo que Chejov debió haber ganado con ella el premio Griboyédov.
Y fue Nemiróvich-Dánchenko, precisamente, quien convenció a Konstantín Stanislavski de dirigir la obra en el innovador Teatro de Arte de Moscú, en 1898. Dicha producción fue tan exitosa que el teatro adoptó como emblema la gaviota chejoviana.
La colaboración de Chejov con Stanislavski fue crucial para el desarrollo creativo de dos personalidades antológicas del teatro y de las letras de todas las épocas y todos los tiempos: Stanislavski focalizó su atención hacia el realismo psicológico, y contribuyó —de forma decisiva— a revivir el interés de Chejov en escribir para las tablas obras que trascendieron —con éxito de público y de crítica— al campo de la literatura.
Ahora, estimado lector, lo dejo para que pueda incursionar en las páginas de La Gaviota, y consecuentemente, alimentar el intelecto y acariciar el espíritu humano.
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