Para la colega Gladys Egües,
eterna batalladora de estas lides.
Vestirse, acto trivial para unos y primer objetivo en la vida de otros, es una actividad ineludible de los seres humanos que vivimos en sociedad. Las más que citadas frases, no siempre justas, referidas a «los caprichos de la moda» o el eterno cliché acusatorio femenino «no tengo nada que ponerme», resumen en sí mismas, tanto la frivolidad de algunos puntos de vista evaluativos sobre el tema, como la obligada cercanía e importancia que tiene el asunto, se quiera o no, para todas las personas.
Sin embargo, los análisis y estudios serios sobre la cultura del vestir, sus historias, razones, evoluciones e improntas, son todavía escasos. De ahí que un libro como Lo cubano en el vestir: Apuntes esenciales, de la autoría de Diana Fernández, adquiera inusitado valor. El título, que publica Ediciones Unión, mereció el Premio de la Crítica en el 2019.
La propia escritora confirma en el prólogo algunos de los argumentos anteriores:
Considerada un elemento demasiado cercano a la cotidianidad del ser humano, la indumentaria es asumida como algo superficial sin manifestarse con claridad sus verdaderas implicaciones dentro del comportamiento social y humano. A pesar de que, desde principios del siglo XX, psicólogos, sociólogos y antropólogos comenzaron a abordar el traje o la moda en sus trabajos, poco se conoce de su verdadero alcance para el individuo y la sociedad.
Sin embargo, tal destaca Fernández, es preciso recordar que la indumentaria «es parte inseparable de la cultura material de los pueblos» y que, además, refleja
el síntoma de la sociedad de que lo genera, como suma de la contradicción dialéctica de las individualidades y las generalidades, entre las expresiones del «yo», propias del fenómeno moda, y las imposición de las normas de la sociedad. Solamente al considerar la indumentaria y el acto de vestirse como un complejo fenómeno psicosociológico, estrechamente vinculado con la historia, la sociedad y el individuo, se podrá profundizar en cualquier estudio sobre el tema.
Pues, justo profundizar en tales materias es lo que hace este libro, centrado, sin dejar de abordar otras zonas, en la sociedad cubana. Como la música, la religión, la comida y hasta nuestras propias apariencias físicas, la vestimenta cubana es también fruto de muchas mezclas e influencias. Los periodos comprendidos, desde el hallazgo de Cristóbal Colón de las supuestas Indias en 1492, hasta la República (de 1900 hasta 1959), son las etapas que analiza el texto.
Vale destacar aquí que además del lógico acento sobre los sectores de poder y recursos, hay también una exhaustiva visión de las capas más humildes de la sociedad, pues son parte insoslayable de estos procesos.
Un subrayado positivo de esta edición, de muy acertado valor, está en el amplio despliegue gráfico a todo lo largo de las páginas. Hay antiguos grabados europeos sobre la casi bucólica imagen, o luego de evidente crueldad, de los indígenas antillanos y después de los esclavos negros. Hay estupendos cuadros de grandes de la plástica como Diego Velázquez o Francisco Goya, entre otros. Aparecen, nunca inoportunos y siempre educativos, los vitales trabajos de Víctor Patricio Landaluze, Federico Mialhe o Juan Bautista Vermay, por citar algunos. Así, hasta desembocar en la más moderna iconografía de un indispensable Conrado Massaguer o las fotografías de diversos autores, además de un muy útil glosario de términos especializados.
Quedaría por destacar la acuciosa investigación y muy amplia consulta de fuentes de la autora. Diana Fernández, además de sus títulos en Teatrología y Diseño Teatral, es diseñadora de vestuario escénico y profesora. Este propio libro, donde lo mismo aparecen ropas de esclavos que modelos de alta costura en tiendas exclusivas habaneras de los años 50, es una buena prueba de sus sólidos conocimientos.
A pesar de las singulares condiciones de nuestro país, un libro como este es bienvenido. Lo mismo para especialistas que para curiosos, para ajenos o subordinados a la moda, en estas páginas hay saber, hay historia, hay más respuestas y conocimientos que incorporar a ese amplio entramado que es la cultura. Porque el vestir, también lo es.
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Gracias por la rigurosa reseña de mi libro. Me agrada mucho que se publicara algún comentario sobre el mismo. Creo que López Sánchez ha captado la esencia del objetivo del trabajo …y dar espacio a su criterio contribuye a esa “visibilidad” que merece la historia del vestir en Cuba. ¡Saludos!