La angustia ante el paso inclemente del tiempo, la ausencia del amor, la incertidumbre de la espera, la agonía que causan el vacío y la soledad, la añoranza atormentada, la impotencia, son ejes temáticos que la poeta cubana Maylén Domínguez Mondeja recorre a través de los 39 poemas que integran su reciente volumen titulado Pasajero diciembre.
Versos dedicados al objeto de sus afectos, alejado por azares de la existencia y reconstruido constantemente en sus evocaciones; ilusiones atrapadas en las orillas de una isla; un espíritu inconforme con su destino, rebosante de una esperanza que muere y renace en cada visitación; visiones de vidas paralelas y exploración de lo que pudo haber sido y no es; grito acallado por el entorno hostil o apenas indiferente al sentir de una mujer «insalvablemente ajena» que sueña: múltiples aristas de una misma esencia enmarcada en una feminidad espiritualmente dolorosa que nos identifica, aún, a todas. En sus letras se yergue tanto la creadora como las lectoras que co-crean la misma obra, y en quienes la autora se disuelve como sujeto inasible, como puede verse:
Cambiar la historia
En la noche insular,
algo conspira de la historia donde yo iba a ser Otra.
«No hay salvación…»,
decía mi madre,
rota de pedalear en su máquina Singer.
Entonces ya no aspiraba a ser feliz.
Tampoco lo fue abuela,
la hija de aquel isleño
que vino pobre y que murió pobrísimo
luego de haber sembrado una estirpe melancólica
hecha para el cansancio y la esperanza inútil.
Pero yo iba a ser distinta,
arder
sin la flojera que premedita el cuerpo destinado a
caer,
con un anhelo más fuerte que el hastío.
No la estropeada de oscuridad y vértigo,
atrapada en la niebla de un mundo alucinado.
No hay salvación posible.
Es poderoso el tiempo,
son patéticas las islas.
¡Malditos los terrales!
En Maylén Domínguez Mondéja, el verso es como un rayo que fulgura en la oscuridad de una tormenta, compendio de su expresión pasional. La lectura se comparte cual si fuera propia la experiencia dibujada al estilo expresionista. Ninguna imagen sobra. La autora se dibuja como mujer-isla, tanto en su independencia liberadora como en su aislamiento, sufrido por la lejanía del motivo de su deseo, sea este de índole espiritual o material, incluso ambas.
A través de símbolos, alegorías, imágenes, se diseñan estampas de los más recientes tiempos,o recuerdos de épocas pretéritas como herencia de una nación: todas estas nociones se debaten en el recreo de sus ideas, marcadas por el ansia de una verdadera libertad femenil.
Patriarcado
Es tarde para andar
donde la náusea del tiempo no recuerde
los muros de mi infancia:
abuelo cada tarde a las seis, frente a la mesa,
mi abuela penitente
o aquel sopor de las tías casadas,
su niebla impronunciable.
Qué me espantaba entonces,
con mis precarios años,
sino esa mansedumbre que reproduce el miedo.
Todo ha venido a ser
con el tiempo
una metáfora.
Interpretaciones feministas de cada espacio temporal sobre la posesión amatoria, el derecho a la felicidad y a una intimidad placentera y voluntaria, a la libertad sin condiciones, a la aceptación de las esencias femeninas, dela propia asertividad, se mezclan en Pasajero diciembre.El título connota el trascurrir perenne y poderosamente aplastante del tiempo, donde el final de cada año se presagia con la misma monotonía del año anterior, y a la vez, con la efímera placidez que reporta la aparición fugaz del amor esperado, mientras la voz lírica se debate ante una suerte de resistencia o incluso negación a ser la Penélope de los días actuales, sin renunciar a los sentimientos que asume como derecho propio.
Fugas
Puedo ocultarme de ti en las horas álgidas.
Fui noble y más piadosa,
al menos, esa ilusión provocaban las melodías,
una fiebre me tentaba hacia regiones que ya no
reconozco.
Nada has tenido que ver,
es simple tu concepción de la dicha,
tu afinidad con los pactos perdurables.
Solo acostumbro a cantar lo que me falta
cuando aturdida
busco en un sueño, sin ti,
la puerta ignota,
mi barricada,
mi ardid de este minuto
para asustarte con fugas que no entiendes.
El libro está concebido en tres partes: «Noche insular», «Exilios» y «Fragor de lo inasible». Si bien en la primera parte —precedida de un poema introductorio, cual dedicatoria sin remitente preciso—, la autora aboga por el verso libre, ya en la segunda toma ideas comunes con Francisca Aguirre, Roque Dalton, Federico García Lorca, Justo Jorge Padrón, Luis García Montero, Julio Cortázar, Sophia de Melo, Jorge Boccanera, Eliseo Diego, y elabora finísimos e impecables sonetos, cuyo encanto asombrará al lector más exigente, pues en cada uno se exponen iguales senderos argumentales referidos a la nostalgia amorosa, la angustia existencial y una rabia feroz por el pasar impertérrito de los segundos, en un mano a mano con las figuras homenajeadas y citadas magistralmente en cada página. En el apartado final, Maylén retoma su estilo inicial y las ideas se elaboran de manera más conclusiva, como protesta, despedida, efusión… en fin, ilustración total de la frase que da título al último segmento.
Con edición y corrección de Leandro Camargo Pérez, la Editorial Letras Cubanas sacó a la luz este volumen en 2018. La dirección artística y el diseño pertenecen a Alfredo Montoto Sánchez, a partir de la ilustración de cubierta del propio editor, la cual evoca los temas de algunas composiciones poéticas que yacen en sus páginas interiores, donde una escritora cubana persigue, a golpe de versos, «la furiosa ilusión de ser feliz».
Finales de los años
Al final de los años soy más triste.
Algo perturba en las horas
de subsistir y no ser ya más colmada,
no más provista para el ceremonial.
Aún me resisto.
Aunque más débil,
sigo negándome a vivir sin esplendor.
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