
Sobre el autor
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 17 de enero de 1600- 25 de mayo de 1681) no es solo uno de los grandes dramaturgos mundiales, sino un intenso poeta lírico, reputado entre los mayores de los Siglos de Oro de la poesía en nuestro idioma.
Ciento diez obras mayores (comedias y dramas) y ochenta autos sacramentales, loas, entremeses y otras obras menores. Este es el recuento que el propio Calderón de la Barca hizo de su obra poco antes de morir. Además compuso poemas e hizo libretos para composiciones musicales y zarzuelas.
Como homenaje, compartimos una selección de obras líricas y dramáricas para conmemorar otro aniversario del natalicio de esta figura cumbre de la literatura universal.
Fragmentos de su obra
A las flores
Éstas que fueron pompa y alegría despertando al albor de la mañana, a la tarde serán lástima vana durmiendo en brazos de la noche fría. Este matiz que al cielo desafía, Iris listado de oro, nieve y grana, será escarmiento de la vida humana: ¡tanto se emprende en término de un día! A florecer las rosas madrugaron, y para envejecerse florecieron: cuna y sepulcro en un botón hallaron. Tales los hombres sus fortunas vieron: en un día nacieron y espiraron; que pasados los siglos, horas fueron.
A las estrellas
Esos rasgos de luz, esas centellas que cobran con amagos superiores alimentos del sol en resplandores, aquello viven, si se duelen dellas. Flores nocturnas son; aunque tan bellas, efímeras padecen sus ardores; pues si un día es el siglo de las flores, una noche es la edad de las estrellas. De esa, pues, primavera fugitiva, ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere; registro es nuestro, o muera el sol o viva. ¿Qué duración habrá que el hombre espere, o qué mudanza habrá que no reciba de astro que cada noche nace y muere.
La noche
Esos rasgos de luz, esas centellas que cobran con amagos superiores alimentos del sol en resplandores aquello viven que se duele de ellas. Flores nocturnas son: aunque tan bellas, efímeras padecen sus ardores, pues si un día es el siglo de las flores, una noche es la edad de las estrellas. De esa, pues, primavera fugitiva, ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere; registro es nuestro, o muera el sol o viva. ¿Qué duración habrá que el hombre espere, o que mudanza habrá que no reciba de astro que cada noche nace y muere?
A la Muerte
¡Oh tú, que estás sepultado en el sueño del olvido, si para tu bien dormido, para tu mal desvelado! Deja el letargo pesado, despierta un poco, y advierte que no es bien que desa suerte duerma, y haga lo que hace quien está desde que nace en los brazos de la muerte. Da lugar al pensamiento para que discurra, y veas y que lo más que tú deseas no es más que soplo de viento. No labres sin fundamento máquinas de vanidad, pues la mayor majestad en un sepulcro se encierra, donde dice, siendo tierra: «Aquí vive la verdad…». Mira cómo pasó ayer, veloz como tantos años: evidentes desengaños del limitado poder. Lo que fue dejó de ser, y no quedó dello más del ha sido: tú, que vas por este mundo inconstante, mira que el que va adelante avisa al que va detrás. La corona y la tiara que tanto el mundo estimó ¿qué se hizo?, ¿en qué paró sino en lo que todo para? ¡Oh mano del mundo avara! Si tanto bien nos limitas, ¿para qué, di, nos incitas a aspirar a más y más, si lo que despacio das tan de prisa nos lo quitas? Si te engaña el propio amor para que no veas el daño, la muerte, que es desengaño, sirva de despertador. Hoy nace la tierna flor y hoy su curso se termina; todo a la muerte camina: la estatua del más bizarro, como está fundada en barro, la deshace cualquier china. ¿En qué piensas o a qué aspiras cuando tras tu gusto vas, pues dél no te queda más que enemigos que conspiras? Si es que adelante no miras, mira la vida pasada, que si en tan corta jornada lo más pasa desa suerte, hasta llegar a la muerte, ¿qué te queda? Poco o nada. Desde el nacer al morir casi se puede dudar si el partir es el parar, o el parar es el partir. Tu carrera has de seguir: y pues con tal brevedad pasa la más larga edad, ¿cómo duermes y no ves que lo que aquí un soplo es es allá una eternidad? Mira el tiempo volador cómo pasa, y considera cómo va tras la carrera desde el menor al mayor. El esclavo y el señor corren parejas iguales, que como nacen mortales, iguales van a la hoya, de cuya deshecha Troya aún no quedan la señales. La juventud más lozana ¿en qué paró?, ¿qué se hizo? Todo el tiempo lo deshizo y anocheció su mañana, la muerte siempre es temprana y no perdona a ninguno: goza del tiempo oportuno, granjea con tu talento, que aquí dan uno por ciento y allí dan ciento por uno. ¿Qué eternidades te ofrece la más dilatada vida, pues que apenas es venida cuando se desaparece? Hoy piensas que te amanece y es el día de tu ocaso. ¡Término breve y escaso! Mas ¿qué mucho, si volando te va la muerte buscando cuando tú vas paso a paso? La dama más celebrada, lazo en que todos cayeron, ella y ellos, di, ¿qué fueron sino tierra, polvo y nada? ¡Oh limitada jornada, oh frágil naturaleza! La humildad y la grandeza todo en nada se resuelve: es de tierra y a ella vuelve, y así, acaba en lo que empieza. ¿De qué te sirve anhelar, por tener y más tener, si eso en tu muerte ha de ser fiscal que te ha de acusar? Todo acá se ha de quedar; y pues no hay más que adquirir en la vida que el morir, la tuya rige de modo, pues está en tu mano todo, que mueras para vivir.
Soliloquios de Segismundo en La vida es sueño
1
Apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí contra vosotros naciendo; aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido; bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor, pues el delito mayor del hombre es haber nacido. Sólo quisiera saber, para apurar mis desvelos (dejando a una parte, cielos, el delito de nacer), ¿qué más os pude ofender para castigarme más? ¿No nacieron los demás? Pues si los demás nacieron ¿qué privilegios tuvieron que yo no gocé jamás? Nace el ave, y con las galas que le dan belleza suma, apenas es flor de pluma ramillete con alas, cuando las etéreas salas corta con velocidad, negándose a la piedad del nido que deja en calma; y teniendo yo más alma ¿tengo menos libertad? Nace el bruto, y con la piel que dibujan manchas bellas, apenas signo es de estrellas -gracias al docto pincel-, cuando atrevido y cruel, la humana necesidad le enseña a tener crueldad, monstruo de su laberinto: ¿y yo, con mejor instinto, tengo menos libertad? Nace el pez, que no respira, aborto de ovas y lamas, y apenas bajel de escamas sobre las ondas se mira, cuando a todas partes gira, midiendo la inmensidad de tanta capacidad como le da el centro frío; ¿y yo, con más albedrío, tengo menos libertad? Nace el arroyo, culebra que entre flores se desata, y apenas, sierpe de plata, entre las flores se quiebra, cuando músico celebra de las flores la piedad que le da la majestad del campo abierto a su huida; y teniendo yo más vida, tengo menos libertad? En llegando a esta pasión, un volcán, un Etna hecho, quisiera arrancar del pecho pedazos del corazón: ¿qué ley, justicia o razón negar a los hombres sabe privilegio tan suave, exención tan principal, que Dios le ha dado a un cristal, a un pez, a un bruto y a un ave?
2
Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte! ¿Que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte? Sueña el rico en su riqueza, que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
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