
José «Pepe» Mujica, el expresidente de Uruguay y símbolo de austeridad y sencillez, ha partido a los 89 años dejando un legado que trasciende la política para convertirse en poesía viva. Su vida fue un canto a la resistencia y a la esperanza, desde las sombras de un pozo de confinamiento hasta la luz de la presidencia, siempre con la humildad como bandera y el amor por su pueblo como motor.
En sus propias palabras, Mujica nos legó una reflexión profunda sobre la literatura y la vida:
La política no debería ser una profesión de la cual se vive; debería ser una pasión por la cual se vive. Una pasión creadora que no garantiza la ausencia de errores, pero que se debe ejercer con la honestidad de un artista que está creando una obra.
Así, su existencia fue una obra de arte en constante construcción, un poema de lucha y entrega.
Su muerte es un eco silencioso que invita a la reflexión sobre la sobriedad y la felicidad, recordándonos que «cuanto más tenés, menos feliz sos». Pepe Mujica, el revolucionario tranquilo, se despide dejando en el aire la utopía como brújula y la certeza de que otros mundos son posibles. Su voz, ahora eterna, seguirá resonando en quienes sueñan y luchan por un mundo más justo y humano.
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