Alexis Díaz Pimienta nos tiene acostumbrados ya a los libros sorprendentes. De la ruptura del estilo él ha hecho su propia forma de crear y ver la vida. Su más reciente libro para niños, Piel de noche, en una hermosa edición de Casa de las Américas ilustrada por Raúl Martínez Hernández, me lo confirma nuevamente.
Esta obra, que se alzara con el Premio en la modalidad de literatura para niños y jóvenes del Casa el año anterior, lo revelan una vez más como un escritor creativo y ávido de comunicar con su público, que es tan diverso, abierto y espontáneo como él, pues, por encima de cualquier otra virtud, Alexis es un gran comunicador.
Piel de noche asume nuevamente el punto de vista de un niño para erigir su discurso hacia los otros niños y las personas mayores, pues su intención primera es comunicarse con la mayor cantidad de personas posibles y concientizarlas sobre un asunto medular para la especie: la aceptación entre todos.
Con su acento coloquial, cotidiano, jocoso y una visión crítica que a veces ronda la mordacidad, el autor logra sensibilizar a sus lectores sobre el tema de la intolerancia, el menosprecio y la visión convencional que la tradición ha impuesto sobre el tema racial.
El acercamiento al tema no es entrañable, ni lacrimógeno, sensiblero o con deseos de conmover, sino más bien algo brechtiano, sobre todo por el concepto de mirarlo desde la lejanía de quien, aunque partícipe, se siente juez severo del asunto.
De ese modo, su personaje tiene más que asumido su color y en cada rima nos va dando elementos que así lo reafirman. Es un niño negro que se siente seguro de sí, feliz por sus esencias y plenamente identificado con su figura.
Su mayor problema estará justamente en que no puede entender el modo en que los otros, al verlo diferente, fracasan en sus intentos de comunicarse con él.
Haciendo uso de su jocosidad habitual, ya demostrada en una serie tan exitosa como Chamaquili o en su ya legendario Cuentos clásicos en verso, Díaz Pimienta se desencadena en una serie de comentarios jocosos que demuestran como la sociedad aún dista de ese anhelado estado de aceptación sobre las diferencias raciales y su visión sobre el tema.
Si en otros intentos literarios de abordar esta realidad nos hemos visto frente a historias que mueven hacia la compasión al personaje o que implican un paternalista sentimiento de lástima, en este libro el supuestamente abusado por su color deviene un héroe capaz de reivindicarse a sí mismo sobre todo por el divertido modo en que se burla de sus presuntos discriminadores.
Debe advertirse que al estar en el ADN de la especie, muchas personas no son capaces de adivinar siquiera sus muestras de racismo cuando se dirigen a alguien de diferente color. Aunque la intención de un comentario no sea ofensiva, puede, sin embargo, mortificar al agredido, al significar una visión falsa sobre sus esencias.
Desde sus primeras páginas Piel de noche hace su declaración de principios. Este va a ser un libro que buscar chocar, burlarse de los que cometen el frecuente error de una visión equivocada sobre el tema racial, un libro que llama a la conciencia de la mayor cantidad de gente posible.
Esta intención se hace más evidente cuando, página a página, en medio de las simpáticas ilustraciones, nos encontramos con los parlamentos infantiles que calzan textos como: «Piel de Noche», «Molesto con el idioma», «Un niño me dijo negro», «Pequeño Dawit», «Mi hermana y su pelo malo», «El niño negro», «Hay que adelantar la raza», «Los reyes magos», «Análisis serio del tema de las pieles», «La canción de las razas», «Para científicos del siglo próximo», «Interrogatorio», «El futuro lingüista», «Pequeño Addisu», «Sobre los padres I y II», «Una canción para Lua», «Las diferencias», «Palabras para borrar del diccionario» o «De lo que le pasó al papá de Piel de Noche con el hijo pequeño de un amigo cuando Piel de Noche aún no había nacido».
Solo queda decir que Piel de noche es un libro que, si de una parte sigue las premisas creativas de su autor, de la otra lo muestra en un intento de renovación al abordar uno de los temas tabú más frecuentemente omitidos de la literatura que se destina a estas edades.
El hecho de que su autor enarbole su historia como una pica frente a los molinos de viento de la ignorancia, el menosprecio, la liviandad y otras malas hierbas en torno al tema racial, lo convierten en una especie de caballero quijotesco quien con su personaje «Piel de noche» como adarga en mano, felizmente llega para ventilar un poco el entorno de los libros para la niñez.
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