Sobre el autor
Pierre de Ronsard (Castillo de Possonière, 11 de septiembre de 1524 – Saint-Cosme-en-l’Isle, 27 de diciembre de 1585) Fue un escritor y poeta francés conocido como «el príncipe de los poetas y poeta de los príncipes» de Francia y líder, junto al también poeta Joachim du Bellay, del grupo literario del Renacimiento francés conocido como La Pléyade, del que fue su miembro más representativo.
De su obra poética ―en la que se conjugan la influencia de Petrarca, el platonismo, el formalismo clásico y su vitalismo humanista― destacan textos como las Odas (1550-1552) inspirados en Píndaro y Horacio; Los amores (1552); la Continuación de los amores (1555-1556) en la que canta su amor por la pastora angevina Marie con un tono más personal; los Himnos (1555, 1556), en los que aborda temas políticos, filosóficos y religiosos; y Sonetos para Helena (1574), cancionero petrarquista imbuido de epicureísmo.
Como homenaje, invitamos a la lectura de su poema «Quand vous serez bien vieille, au soir à la chandelle…», traducido por el escritor Jesús David Curbelo e incluido en su antología Por la senda de Judas.
Fragmentos de su obra
Cuando ya seas muy vieja, a la luz de una vela…
Con Pierre Ronsard
Cuando ya seas muy vieja, a la luz de una vela, sentada junto al fuego, devanando e hilando, tú cantarás mis versos, y dirás admirada: Ronsard me celebró cuando yo era más bella. No habrá entonces sirvienta que oyendo esa noticia, ya sobre su labor, a medio dormitar, al ruido de mi nombre la cabeza no yerga y bendiga tu nombre, de inmortal alabanza. Yo estaré bajo tierra, un fantasma sin huesos que su reposo halló a la sombra de un mirto; tú estarás en tu hogar, anciana y encogida, añorando mi amor y tu fiero desdén. Vive ahora, créeme, no aguardes el mañana, recoge desde hoy mismo las rosas de la vida.
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Quand vous serez bien vieille, au soir à la chandelle…
Quand vous serez bien vieille, au soir à la chandelle, assise auprès du feu, dévidant et filant, direz chantant mes vers, en vous émerveillant: «Ronsard me célébrait du temps que j’étais belle!». Lors, vous n’aurez servante oyant telle nouvelle, déjà sous le labeur à demi sommeillant, qui au bruit de Ronsard ne s’aille réveillant, Bénissant votre nom de louange immortelle. Je serais sous la terre, et, fantôme sans os, par les ombres myrteux je prendrai mon repos: vous serez au foyer une vielle accroupie, regrettant mon amour et votre fier dédain. Vivez, si m’en croyez, n’attendez à demain: cuillez dés aujourd’hui les roses de la vie.
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