José Ángel Buesa es el cantor emotivo más conocido entre los poetas de Cuba, cuyo Oasis (1943) ha sido reeditado más de veinte veces, y su «Poema del renunciamiento» ha transitado tanto espacio como los famosos Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), del Nobel chileno Pablo Neruda. El «Poema del renunciamiento» («Pasarás por mi vida sin saber que pasaste… / pasarás en silencio por mi amor, y al pasar…»), ha sido tenido por muchos años como texto paradigmático de este tipo de poesía, váyase a saber por cuál secreto mecanismo de aceptación popular, que lo ha preferido a otros poemas sin dudas mejores del mismo autor. Ritmo y rima fáciles, evidencias de concesiones populistas, extremado en la dosis de emotividad, parece concebido para fáciles éxitos y aplausos que, en definitiva, ha cosechado con creces.
Pero el poema data de 1936, pues apareció dentro del conjunto del libro Babel, que fue el primero en éxito masivo de su autor. Desde entonces, ese texto ha gozado de una insólita difusión y popularidad, incorporado al imaginario popular cubano, publicado, leído o declamado en todos los órganos de difusión masiva, parodiado, tratado como letra de canción, y conocido de memoria por varias generaciones de cubanos desde el primer momento de su publicación. Su éxito ha sido casi semejante en otras áreas de la lengua española, en las décadas de 1940 y 1950 fue uno de los poemas más universalizados de la poesía cubana.
Tales datos inquietan. ¿Por qué? Digamos que Buesa tuvo la destreza de usar resortes melodramáticos: un amor fracasado, un desencuentro de corte elegíaco, a lo que sumó sencillez formal: serventesios en los que usa la rima consonante en el primero y tercer versos, y la asonante en segundo y cuarto. El cuarto verso ofrece como ritornelo la frase clave del poema: «y jamás lo sabrás…», que facilita la memorización. En busca del mejor sentido del texto y apremiado por su constante popularidad, el autor llegó en 1948 a la versión definitiva, a partir de la primera de Babel y de la que oficializó en Oasis. Desde la edición príncipe permutó las estrofas tercera y cuarta («Yo te amaré en silencio…» era la tercera en aquella edición), y suprimió todos los puntos suspensivos del final de cada estrofa, y otros pequeños arreglos de puntuación.
La dama ni siquiera sabe que ha sido amada, el poema parece decir que ella no se entera del asunto o ha sido despectiva ante cualquier avance del amante. Por mayoría, las mujeres de la poesía de Buesa son rubias, y esta no lo es menos, deducible a partir de sus ojos: «soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar», lo cual puede ser al menos raro en un país mestizo, donde predomina la mujer trigueña de ojos pardos. Ella continúa en todo el poema sin conocer el ardor con que ha sido amada: «y, ahogando para siempre mi amor inadvertido, / te amaré más que nunca… y jamás lo sabrás». La actitud del poeta es romántica y un poco petrarquista: «Yo te amaré en silencio, como algo inaccesible», y la dama inalcanzable viene desde las señoras de la caballería andante hasta la mujer renacentista, sin dejar a un lado la «amada inmóvil» de Amado Nervo. Ese juego entre el ayer un tanto legendario y el amor presente, intenso pero a la vez inútil, encuadra la nada sutil pasión del texto. Apasionado y a la vez lastimero, ese «y jamás lo sabrás» marca la intensidad mayor del texto: no importa que el sujeto amado, objeto del amor, ni se entere de tales amoríos, porque lo que importa es la pasión que despierta y que consume al amante masculino. Puede ser que muchas mujeres sueñen ser amadas así, puede que muchos hombres gusten de los amores imposibles, para luchar, vivir o morir por él.
Creo que el poema despierta simpatía, es su primer reto cumplido. La pasión amorosa no llega aquí a ningún otro grado de erotismo, como no sea el fuego oculto que domina al amante, dado en estos versos de sublimación: «y el lejano perfume de mi amor imposible rozará tus cabellos… y jamás lo sabrás».
Con todos estos «ingredientes», el léxico sencillo, el ritmo intenso secundado por la frase central del texto, no es raro el enorme favor con que gozó desde diversas audiencias. La poesía neorromántica de la lengua española halla en el texto un jalón paradigmático desde el romanticismo de Bécquer hasta la fruición amorosa de Neruda. Buesa supo combinar la emoción con una sensorialidad latente, supo graduar lo elegíaco (el amor perdido o lejano o imposible) sin darle tintes de desesperación, y logró que su poema dijese justo lo preciso, sin exageración ni carencias. Pueda culpársele de facilidad de recursos, de inclinación al gusto un tanto melodramático y por ello kitsch, pero no se ha de negar la profunda conmoción que causó entre los gustadores de la poesía emotiva y de temas de amor. El poema concluye con el resorte básico de la poesía efectista: un final rotundo.
Poema del renunciamiento
Je je sais de quel respect il faut je t’honore…
MAYNARD
Un soir, je la buvais, cette larme, en silence…
J. BARBEYD’AUREVILLY
Mon âme a son secret…
ARVERS
J’aime, et rien ne le dit; j’aime, et seul je le sais…
MUSSET
He renunciado a ti, serenamente…
ANDRÉS ELOY BLANCO
Pasarás por mi vida sin saber que pasaste. Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar, fingiré una sonrisa como un dulce contraste del dolor de quererte... y jamás lo sabrás. Soñaré con el nácar virginal de tu frente, soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar, soñaré con tus labios desesperadamente, soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás. Quizás pases con otro que te diga al oído esas frases que nadie como yo te dirá; y, ahogando para siempre mi amor inadvertido, te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás. Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible, como un sueño que nunca lograré realizar; y el lejano perfume de mi amor imposible rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás. Y si un día una lágrima denuncia mi tormento, —el tormento infinito que te debo ocultar—, te diré sonriente: «No es nada... ha sido el viento». Me enjugaré una lágrima... ¡y jamás lo sabrás!
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