
El 5 de mayo se celebra internacionalmente el Día de la Lengua Portuguesa, también conocido como Día de la Cultura Lusófona. Hablado por más de 230 millones de personas en todo el mundo, el portugués es idioma oficial en la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa, de la que forman parte Portugal, Brasil, Timor Leste y los países africanos que integran el grupo PALOP[1]. Entre las lenguas más habladas es la quinta en el mundo, la tercera en Occidente y la primera en el hemisferio Sur.
Compartido por nueve países, este idioma es un distintivo cultural e identitario que los unifica en torno a una matriz linguística. Así, a pesar de que cada uno de esos países tiene sus propias características históricas, sociales, étnicas y políticas, la conmemoración de la lengua portuguesa y la cultura lusófona resalta elespíritu comunitario entre pueblos con rasgos idiomáticos y culturales que los hermanan.
En esta ocasión festiva nos acercamos a Alberto Caeiro, uno de los heterónimos más conocidos de Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935). Pessoa se desdobló como poeta en varios heterónimos a los que dotó de biografías, estilos literarios y concepciones filosóficas propias. Entre los más conocidos se encuentran Bernardo Soares (Libro del Desasosiego), así como Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Alberto Caeiro.
Según Pessoa, Caeiro nació el 16 de abril de 1889, en Lisboa, y falleció en la misma ciudad en 1915. Siendo niño al morir sus padres, el poeta tuvo que trasladarse a Ribatejo, una pequeña y tranquila ciudad campestre donde escribiría casi toda su obra. No tuvo instrucción académica, y se mantuvo alejado de centros culturales y artísticos. Murió joven; todo lo que escribió se publicó después de su muerte. Su obra consta de un poemario completo, El guardador de rebaños; uno incompleto, El pastor amoroso; y algunos poemas sueltos que Ricardo Reis, por sugerencia de Álvaro de Campos, reunió bajo el título de Poemas inconjuntos. La poesía de Caeiro valora la sencillez y las sensaciones, y es un canto a la comunión con la naturaleza.
Comparto con los lectores mis traducciones de tres poemas de Alberto Caeiro.
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Soy un guardador de rebaños
Soy un guardador de rebaños. El rebaño es el de mis pensamientos y mis pensamientos son todos sensaciones. Pienso con los ojos y con los oídos y con las manos y con los pies y con la nariz y con la boca. Pensar una flor es verla y olerla y comer un fruto es saberle el sentido. Por eso cuando en un día de calor me siento triste de tanto gozarlo, y me acuesto a lo largo en la hierba, y cierro los ojos calientes, siento todo mi cuerpo acostado en la realidad, sé la verdad y soy feliz.
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Lo que vemos de las cosas son las cosas
Lo que vemos de las cosas son las cosas. ¿Por qué veríamos una cosa si hubiese otra? ¿Por que ver y oír sería engañarnos si ver y oír son ver y oír? Lo esencial es saber ver, saber ver sin estar pensando, saber ver cuando se ve, y ni pensar cuando se ve, ni ver cuando se piensa. Pero eso (¡tristes de nosotros que traemos el alma vestida!), eso exige un estudio profundo, un aprendizaje de desaprender y un secuestro en la libertad de aquel convento del que los poetas dicen que las estrellas son las monjas eternas y las flores las penitentes convictas de un solo día, pero donde al final las estrellas no son otra cosa que estrellas ni las flores son otra cosa que flores, y es por eso que les llamamos estrellas y flores.
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Si yo muriera joven
Si yo muriera joven, sin poder publicar libro alguno, sin ver la cara que tienen mis versos en letra impresa, pido, si fueran a afligirse por mi causa, que no se aflijan. Si así sucedió, así está bien. Aunque mis versos nunca sean impresos, ellos tendrán su belleza, si fuesen bellos. Mas ellos no pueden ser bellos y quedarse por imprimir, porque las raíces pueden estar debajo de la tierra pero las flores florecen al aire libre y a la vista. Tiene que ser así por fuerza. Nada lo puede impedir. Si yo muriera muy joven, oigan esto: nunca fui sino un niño que jugaba. Fui gentío como el sol y el agua, de una religión universal que solo los hombres no tienen. Fui feliz porque no pedí cosa alguna, ni procuré hallar nada, ni hallé que hubiese más explicación, pues la palabra explicación no tiene sentido alguno. No deseé sino estar al sol o bajo la lluvia— al sol cuando había sol y bajo la lluvia cuando estaba lloviendo (y nunca la otra cosa), sentir calor y frío y viento, y no ir más lejos. Una vez amé, creí que me amarían, pero no fui amado. No fui amado por la única gran razón— porque no tenía que ser. Me consolé volviendo al sol y a la lluvia, y sentándome otra vez a la puerta de casa. Los campos, al final, no son tan verdes para los que son amados como para los que no lo son. Sentir es estar distraído.
[1] Países Africanos de Lengua Oficial Portuguesa: Angola, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique, São Tomé y Príncipe, y Guinea Ecuatorial, el país de más reciente incorporación a este grupo.
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