
El poeta rumano Mircea Cartarescu admitió en una entrevista que coincidía con un criterio de Salinger: «En la poesía puedes engañar sin ningún problema, (…) lanzar unos chispazos estilísticos sofisticados y que la gente crea que eres brillante». No coincido con esta aseveración, aunque debo reconocer que sí hay muchos engañadores y otros tantos que se dejan engañar.
Es la actitud modernista la que provoca temor a muchos poetas de no escribir sobre el Amor. Recordemos la frase de Rimbaud: «mi superioridad consiste en que yo no tengo corazón». Frank Padrón en Poemas de otros (Editorial Letras Cubanas, 2019) exhibe su corazón en un volumen dividido en dos partes (Pura semejanza y Antología de raros). La primera de ellas apareció por Ediciones Loynaz en el 2002.
Lo que está en la superficie de este poemario son los referentes culteranos de un poeta que, amparado en una mitología personal, demuestra con agudeza sus lecturas de nuestra tradición literaria y de disímiles campos del conocimiento. Y como la realidad es puro discurso que está en contracción y expansión a la misma vez considero muy certera la valoración de Rufo Caballero, quien en un paratexto que acompaña a esta edición señaló sobre el tema y los presupuestos creativos de Frank: «la producción realidad-real por la ficción, invirtiéndose el paradigma clásico del ilusionismo. Esto que vivimos, ¿no es acaso ficción?». El pastiche, el intertexto y hablar desde las voces de otros, personajes instaurados en la historia universal, son los que hablan en estos poemas donde se provoca al lector. Se le obliga a oírse y cuestionarse, porque si algo parece evidente en esta obra es que nunca leemos a un poeta como poeta, sino que leemos a un poeta en otro poeta o, incluso, trasponiéndolo a otro, infinitamente.
Desde un poema-ficción (me gusta llamarlo así) como «Un cantar» que todo parece indicar fue escrito a principios de siglo XIII A.C. por Salomón (o bien pudiera ser Frank Padrón) y que según el antropólogo y filólogo norteamericano Eugene A. Nida, por diversas particularidades estilísticas que se trata de un texto del mismo periodo que el «Cantar de los cantares», se puede apreciar en profundidad la multiplicidad de voces de este libro.
Un texto de Safo, Fray Luis de León, Whitman, Borges y muchos otros autores de distintas épocas y corrientes estéticas, dialogan en armonía en un contexto textual de sólida arquitectura compositiva, donde esa abierta y declarada propensión a la heteronimia le permite usar máscaras y simultáneamente desnudarse ontológica y espiritualmente, mientras «narra» sin narrar sucesos que están, en apariencia, fuera de sí, cuando en verdad se aprecia la honestidad de un sujeto lírico que demuestra un alto dominio de recursos tropológicos, como puede ser la utilización de imágenes visuales o plásticas, cinéticas, táctiles o sonoras. Veamos un ejemplo de estas últimas: «Afuera / el mar flagelándose / sus rugidos también eran sus llamadas…».
Dejémonos engañar. No, no dejémonos. Él, o para ser preciso en la expresión de lo impreciso: «otros» o «nosotros» como un pequeño grupo que incluye al autor real (usando el sistema categorial taxinómico de Uri Levin para precisar las modalidades del hablante egotivo) y que aprendimos a manejar las palabras revelando este mundo, creando otros, abrimos y releemos Los poemas de otros, en busca de esto y encontramos aquello, siempre algo que cambia y nos transforma.
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