
«Poesía patriótica cubana del siglo XIX» es el subtítulo de la antología Guerreros y desterrados, edición conjunta entre la Academia Cubana de la Lengua y la Editorial Letras Cubanas que acaba de presentarse en la recién finalizada Feria Internacional del Libro de La Habana 2022. Con selección, estudio preliminar y notas del Dr. Roberto Méndez Martínez, Director de dicha entidad, y palabras preliminares del también académico Enrique Saínz, la obra reúne una representación de más de treinta autores, algunos anónimos, encabezados por José María Heredia, acompañado de otras voces relevantes —Plácido, Milanés, Luisa Pérez Montes de Oca, José Joaquín Palma, José Fornaris, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, Juan Clemente Zenea, Mercedes Matamoros, José Martí, Julián del Casal, Aurelia Castillo de González, Bonifacio Byrne y Nieves Xenes— a las que se suman firmas menos conocidas como Martina de Pierra y Agüero, Pedro Martínez Freire, Jacinto Luis Francisco La Rúa Vidal, así como Armando García Menocal, célebre pintor académico, pero apenas conocido como poeta, todos identificados con una breve ficha biográfica que permite al lector, sobre todo a los menos conocedores, ir ubicándolos en sus respectivos ámbitos de desarrollo personal y público.
Este proyecto fue concebido para integrar el programa conmemorativo con motivo del sesquicentenario del inicio de las guerras de independencia de nuestra patria, acto de rebeldía efectuado en el ingenio La Demajagua el 10 de octubre de 1868. La idea ahora materializada se propuso preparar un volumen «con textos poéticos alusivos a los males generados por el poder colonial que padecíamos en el siglo XIX y a las inquietudes y ansias de cambio que estas motivaron desde diversas posiciones políticas, que dejaron importantes huellas en nuestra poesía a lo largo de esa centuria», según refiere Sainz en sus palabras de inicio. Mientras, el antologador subraya que se quiso «ofrecer una imagen, más o menos panorámica, de la poesía escrita a lo largo del siglo XIX donde los autores, desde la Isla o desde cualquier otro sitio del mundo, reclaman un destino más digno para Cuba».
El ansia de independencia reina en estas páginas escritas no desde el silencio, sino desde la entraña misma del grito de dolor por la patria sumida en el angustioso trance de no ser libre, pero no solo es este el único tema presente, sino aquellos relacionados con la defensa del esclavo, con la presencia de las voces de los desterrados y también las de aquellos que, aunque enemigos del dominio español, abogaron por soluciones aventuradas como el reformismo y el anexionismo. Esta pluralidad de acercamientos es la que le otorga a esta antología un sabor muy especial, pues se desmarca del tradicional discurso de exaltación, siempre necesario, pero la presente da paso a otras alternativas de expresión menos proclives a aquel modo de manifestarse.
Desde Heredia a Nieves Xenes —se incluyen otras cinco voces femeninas, la mayoría de gran altura lírica— se exhiben poemas que, además de la especificidad del tema propuesto y de algunos otros adyacentes antes aludidos, recrean la presencia de nuestro paisaje insular, tan caro a nuestra poesía decimonónica y que dio particular sello al romanticismo del continente americano, el sentimiento y el sentido de pertenencia a una tierra que se sabe es de los cubanos y de nadie más, así como podría recorrerse a través de estas páginas el discurrir histórico de la Isla. Aunque no se distancian de estas páginas seleccionadas el sentir patriótico y la voluntad independentista de los cubanos, fue deseo del antologador incluir «no solo la clara prédica emancipadores, sino los versos que asumen una crítica al dominio colonial y sus nocivos efectos para la Isla, aunque sus autores en la vida pública hayan sostenido ideas reformistas, marcadas por cierto matiz anexionista o una aparente actitud de neutralidad», como se señaló antes. Asimismo, Roberto Méndez no desperdició la oportunidad de incluir poemas cuya expresión literal nos remonta a la Grecia y la Roma clásicas, pero cuyos autores, de erudita formación, utilizaron esos temas paras evadir la censura colonial. Tal ocurre con textos de Heredia, Joaquín Lorenzo Luaces y Pedro Santacilia, entre otros.
Varias fueron las fuentes utilizadas para conformar Guerreros y desterrados, entre ellas El laúd del desterrado (1858) y Los poetas de la guerra (1893), volumen prologado por José Martí, de donde tomó Méndez una «Glosa popular» en cuya primera estrofa leemos:
Ya se escucha en la sabana
del clarín ronco el sonido
ya se alza todo el partido
por la Libertad cubana.
Levanta esa frente ufana,
No temas, no te acobardes;
ese valor en que ardes
de tu padre herencia fue,
y así mismo te diré:
Anda hijo, no te tardes.
La sencillez del fragmento de autor desconocido entrampa, sin embargo, con las voces más logradas, pero también poco conocidas, como la de la camagüeyana Sofía Estévez, quien en «A Cuba» nos dice en la primera estrofa:
Cuba, Cuba, a quien adoro,
por quien de amor late el pecho,
Cuba, que tienes por techo
cielo azul y rayos de oro…!
si tú admitieras mi lloro,
si mis penas comprendieras,
si mis tormentos supieras
al pensar triste y sombría
que no eres ya, Cuba mía,
ni sombra de lo que eras…
La grandeza versal de José Martí nos sigue deslumbrando mediante «Yugo y estrella», «Dos patrias» y una breve ejemplo de sus Versos sencillos. Del segundo sus conocidos
Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
Su majestad el sol, con largos velos
Y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
Que en la mano tiembla! Está vació
En donde estaba el corazón. Ya es hora
De empezar a morir. La noche es buena
Para decir adiós. La luz estorba
Y la palabra humana. El universo
Habla mejor que el hombre.
Guerreros y desterrados es una antología de notable particularidad, apta para todo tipo de lector —quizás su cualidad más sobresaliente— que requiere tanto de estudio como de divulgación para que llegue, sobre todo, a los lectores más jóvenes.
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