Se goza incluso cuando la intuición es traicionada. Al penetrar en esta zona de la bibliografía poética martiana no imaginaba lo numerosa y variada de la misma en cuanto a la naturaleza de los acercamientos y profesiones de los estudiosos. Con un principio analógico, establecido por el azar o quizá por perfecciones de natura, los ensayos dedicados a Versos libres son como él, exuberantes, desatados, lúcidos y pasionales a un tiempo. Las zonas de recurrencia, lejos de ser asuntos manidos o erigirse en sitios de afirmación preconcebida, no dejan de ser polémicas, como es el caso de la huella romántica y el sello modernista, o las circulaciones y límites entre Versos libres y Versos sencillos. Resaltan los espacios de silencio, explicables por la condición de libro no publicado por el autor que ostenta el gran poemario y las complejas texturas de su enunciación, como es el caso del período que abarca la segunda y tercera década del siglo XX; y también la multiplicidad enunciativa de particulares períodos, como son las fechas alrededor del centenario del nacimiento de Martí, y las décadas del 80 y el 90 durante las cuales la condición de Versos libres como iniciador de la poesía moderna en Cuba y Martí como gran figura de la Modernidad literaria se convirtió en uno de los temas más importantes y debatidos en los medios académicos y culturales de Cuba e Hispanoamérica.
En ese viaje, en las sendas del solitario descubrimiento, un asiento me llevaba a otro, así, hasta desatarse regulares exámenes consecutivos por mí no imaginados que contradecían mi voluntad, pero ensanchaban el campo de los hallazgos. Puedo afirmar que si hubo trabajos —para ser justos los menos— rechazados luego de ser leídos, en unos casos por insuficiencia de los acercamientos, en otros por no realizar exámenes esencialmente relevantes y abarcadores, la gran mayoría me obligaba a la lectura tensa, al comentario fructuoso, a la consulta cruzada.
El propio año de la aparición de Versos libres,[i] el otro gran escritor que había dado el siglo XIX hispanoamericano se detiene por primera vez en el libro. Bajo el título de «José Martí, Poeta»[ii], Rubén Darío escribió cuatro artículos que aparecieron en La Nación de Buenos Aires entre abril y junio de 1913. En el periódico cita Darío fragmentos del prólogo de Martí a Versos libres: «“Amo las sonoridades difíciles y la sinceridad”. ¿No se diría un precursor del movimiento que me tocara iniciar años después? Estos versos fueron escritos en 1882, y han permanecido inéditos hasta ahora.». O siente la grandeza, la relevancia del cubano dentro del Modernismo, y no puede acallar su reconocimiento unido a cierta desazón. Tampoco tarda en advertir que Martí en Versos libres hace innovaciones dignas de las que realiza en la prosa.
El acápite dedicado a Versos libres dentro del ensayo viene a ser un comentario embebido y asombrado de la lectura de los rebeldes versos del poeta cubano. Al tiempo que comenta los textos los va citando, para compartir la emoción con sus lectores —recuérdese que el artículo se publica en 1913 y que sin dudas su acercamiento hubo de constituir una de las primeras fuentes de promoción del gran libro martiano—. Para aludir a la cualidad irradiante y de excelsa elaboración de esta poesía utiliza una frase muy original y paradójica, pero muy a tono con los «endecasílabos hirsutos»: «Se pensaría en relámpagos de academia». De «Amor de Ciudad Grande» dice: «Tiene el tono de las antiguas epístolas morales, mas con el tuétano contemporáneo», con lo que devela el carácter transgresor de su poética, que une tradición y novedad, y que Martí plasma en verdaderos monumentos de la poesía castellana. Los apuntes de Darío son como fogonazos que ya prefiguran la esencia del libro ígneo: «“Estrofa Nueva”, en donde preconiza una poética atlética”». Cuántas páginas luego, en más de cien años de lecturas anotadas sobre la lírica de Martí, para arribar a esta idea volcada por Darío en dos palabras.
No es una casualidad que hayan sido dos bardos los primeros en acercarse al libro excelso. Es verdad sabida que los mejores críticos de poesía son los propios poetas, pero una razón más raigal fue la que movió tanto a Darío como a Miguel de Unamuno a ensayar sobre Versos libres: los aciertos poéticos en el plano de la lengua y el sobrepasamiento de la elemental diacronía literaria. El relevante escritor español, cuya poesía recibe influjos de la lírica martiana, publica en 1914 un trabajo en El Heraldo de Cuba bajo el título «Sobre los Versos libres de Martí»,[iii] y es uno de los primeros en reconocer que estos son sus versos más íntimos, los más suyos, criterio que respalda Juan Marinello decenas de años después. La inusual fuerza de la expresión martiana, la cadencia del poemario descrito por él como «la recia sacudida […] de ritmos selváticos» lo lleva a reflexiones interesantes donde asocia la forma de estos versos a la de otro grande de la literatura norteamericana y la poesía universal, Walt Whitman. Seguidamente el importante escritor español se refiere a la íntima relación del sentimiento libre con la naturaleza del metro endecasílabo, y señala el afán autocaracterizador de muchos de los versos del poemario, el énfasis que manifiesta Martí en describir cómo es esta poesía que escribe. Unamuno termina su breve, pero sustancial artículo reconociendo la especial cualidad de estos textos que no hallaban paralelo en la poesía laureada de aquella época, con lo que una vez más ponía y pone de manifiesto la falsedad de los salones literarios.
Luego de 30 años de silencio, Ángel Augier publica su estudio «Martí, poeta, y su influencia innovadora en la poesía de América»[iv] y una escritora puertorriqueña da a la luz en el Archivo José Martí, correspondiente a enero-abril de 1943 un breve ensayo con el nombre de «Versos libres de José Martí»[v]. El importante ensayo de Augier describe un viaje cronológico por la poesía del escritor cubano y dedica un acápite a este cuaderno, que por su singularidad comentaremos en nuestro estudio. Augier atribuye sabiamente a todo el libro martiano el apelativo que el poeta usa como metáfora de su poesía en «Académica», poema pórtico del libro: «potro brioso». En 1942 el ensayista esboza un criterio al que se opondrá Emilio de Armas muchos años después con su idea del poemario como ciclo: «Parece lo más lógico situarla —la obra— con anterioridad a los versos sencillos, a pesar de que permaneciera inédita hasta cuatro lustros después de la publicación de estos».[vi] Como la mayoría de los estudiosos que se han referido al poemario, Augier hace mención a la maestría del prólogo:
Puede asegurarse que ningún poeta ha definido con tanta valentía cuanto exactitud su propia obra, como Martí la suya en el proemio de estos versos […] se adelanta así al examen frío del crítico de laboratorio que gasta numerosas vigilias en remover toda la genealogía de una obra de pasión humana.[vii]
Este texto constituye un embebido ensayo, delineado con el filo de la poesía, y el ojo sagaz de un crítico quizá en sus mejores momentos. Allí las ideas se eslabonan sin el giro brusco o denso del alarde filológico. El escritor recorre el libro martiano y se van comentando sus grandes momentos, más que sus grandes poemas, a veces series de pocos versos, que desnudan el camino y el signo del pensamiento de Martí.
El trabajo de Concha Meléndez comienza con una afirmación atrevida, pero certera: «Al frente de estos versos, Martí escribe una declaración estética a la cual el análisis crítico tiene poco que añadir».[viii] Y lo dice porque, a pesar de cierta metaforización que hay en el prólogo, los límites de su universo estético, aunque magnos son discernibles. Entonces se refiere al transitado asunto de lo romántico en Versos libres, y lo hace de modo singular, glosando aquellas ideas y versos en donde está contenido. La escritora puertorriqueña parece que es también de las primeras en señalar una de las fuentes de pensamiento en el poemario:
No sé si a través de lecturas, o por adivinaciones de su pensar metafórico, Martí llega a aceptar la tremenda ley kármica de los budistas. Acaso tomó sustancia de esa ley en el ensayo Compensation de Emerson. Pero está ya, neta en el primer poema de Versos libres: la naranja dará vino de naranjo, y el suelo donde se siembran lágrimas árbol de lágrimas dará.
En fechas cercanas al Centenario del Nacimiento de Martí comienzan a aparecer una serie de medulares ensayos sobre el libro póstumo que develarían a través de numerosas páginas su excepcional condición. Eugenio Florit en 1952 escribe dos sobre la lírica martiana: uno titulado «La poesía de Martí» y otro bajo el nombre de «Versos». El primero[ix] de estos trabajos comienza con un comentario de recepción que pasa balance a los años transcurridos desde la aparición de Versos libres y hace justicia en torno a los endecasílabos hirsutos:
Al pensar en ellos veo cuán poco han sido colocados en el lugar altísimo que les corresponden estar. La intención política, el mensaje que en casi todos ellos aparece les ha como oscurecido el valor intrínseco que tienen como poesía. Así ocurre, por ejemplo, en el caso de Alfonso Reyes, de nuestro admiradísimo mayor humanista de América, quien, sin embargo de su agudeza crítica se dejó deslumbrar por otros aspectos de Martí y como que le pasa inadvertida su poesía. Así no ocurre, por ejemplo con Don Miguel de Unamuno, arrebatado también, y también violento, que supo aquilatar aunque por la superficie, el valor único de los Versos libres.[x]
Más adelante, Florit establece una inteligente asociación entre los versos de dos grandes poetas del siglo XIX en América latina y en el marco de la lengua española, Martí y Darío:
En […] «Contra el verso retórico y ornado», hace el elogio de su contrario, el verso natural, con encendidas palabras y, entre otras cosas, nos va a decir:
Por sobre el árbol, más arriba, sola En el cielo de acero una segura Estrella....
Con una exactitud de adjetivación, una originalidad en el modo de expresar el sujeto, aquí la estrella, que no podemos por menos que hermanarla con aquella otra del verso más estupendo de Rubén Darío:
De desnuda que está brilla la estrella.[xi]
Como después Marinello, Florit opina ahora que en este libro ve «la última gran lumbrada el mejor romanticismo de habla castellana». Y va comentando algunos versos que le subyugan de un poema a otro, sin el afán sistémico del estudioso, con la intuición brillante del poeta, y a veces cita textos enteros. Aún comparte la idea, la necesidad de hacer llegar al poeta por el poeta mismo en su libro de tantas magnitudes.
El ensayo «Versos»[xii] contiene un acápite dedicado a Versos libres. Allí, luego de afirmar la importancia que reviste el prólogo del poemario martiano, resume sus hallazgos a través de varios enunciados: «Su sinceridad con la poesía», «Su sinceridad consigo mismo», «Su don de visionario», volcado aquí de una manera más fuerte, «Su conciencia de escritor» que dota a esta página de cualidades paratextuales inobjetables. El crítico señala como elementos románticos «la actitud arrogante, el yo que domina, la frase en primera persona, firme y entre dos signos de exclamación», y entre los de superación sitúa al propio genio del poeta que combina «el absoluto dominio del lenguaje» con «la firme sinceridad con que traduce sus visiones».[xiii] Hace referencia a través de reflexiones lúcidas a los diversos trabajos sobre Versos libres escritos por importantes firmas ya desde aquella época, por ejemplo: Unamuno y Darío, para luego llamar la atención sobre la necesidad de un estudio de los neologismos en el poemario, examen que aún se encuentra pendiente. Así esboza una característica esencial de los Versos libres, que, a mi entender, es la causa de ese especial arrobamiento que estos versos y no otros nos producen: su novísima expresión y su pensamiento poético donde se logra «esa calidad de total belleza».[xiv] En emotivas palabras y breve párrafo configura su antología del libro antes de formular una agrupación temática estructurada en cinco acápites:
- poemas de reflexión sobre la poesía
- poemas de reflexiones generales
- poemas sobre el amor
- poemas sobre la muerte
- poemas sobre la patria
De los ensayos que en estas páginas se comentan el escrito por Cintio Vitier bajo el título de «Los Versos libres»[xv] se destaca especialmente por su arte, maestría y profundidad. El mismo está firmado en 1953, y, aunque fue publicado posteriormente, sabemos que fue concebido al calor del Centenario del Apóstol. El agudo escritor parte de describir en trazos generales el estilo de Martí, donde la idea del equilibrio y del hombre ,como un elemento más dentro del universo analógico, es algo esencial a todos los niveles, sobre todo el gnoseológico y el ético, para asombrarse de la lucha que encierran estos versos, no sólo en lo formal, sino también en la búsqueda obstinada de lo humano. Al pensar en ese innegable juicio de la crítica que refiere que los Versos sencillos es su obra más lograda, decantada y esencial, y sentir la profunda originalidad y virtud literaria de los Versos libres, una frase de Cintio del ensayo que referimos expresa claramente nuestro sentimiento trunco, y con audacia nos libera, en los marcos de la gran literatura, ya para siempre, de una aparente contradicción: «He aquí, pues, para nosotros […] la lucha con el ángel […] de lo poético absoluto, en la obra de Martí».[xvi]
En este ensayo, con una línea Cintio nos descubre un asunto cardinal dentro de la poesía del cubano: su fuerza irruptora, su «pathos volcánico» sin «paralelo en la lírica española». Este asunto de la cualidad irruptora de la poesía y de su estilo literario lo retoma en Temas Martianos, 2da serie. Una esencial afirmación aquí, se convierte en fundamento de dos ensayos allá: «Lava, Espada, Alas (En torno a la poética de los Versos libres)» y «La irrupción americana en la obra de Martí». que se constituyen en visiones de las visiones, nos describe Cintio el estilo más íntimo del poemario: el desenfreno, el exceso, lo irruptor de estos versos de Martí, que quizás aconsejaron a su propia mente (tan acostumbrada en sus creaciones líricas a la recurrencia de lo propio en lo propio) el no ponerlos a la luz, por la armonía de orden ascendente que —percibía— veía emerger en el universo, por una fe en el hombre que también albergaba, y en la utilidad de la virtud. Leyendo entre líneas en el ensayo de Cintio, hallamos estos enunciados médula sobre el hechizado texto martiano: «el verso terrible […] que […] nos atraviesa dejándonos […] impotentes, y vibrantes […] qué ira de impotencia salta a veces de este idioma!»[xvii] Conducida por la reflexión de Cintio, compruebo que delata a Martí el rubor ante esta imposibilidad y nos asombra como preña tanto a este desenfreno como a la armonía de sus Versos sencillos de su ética y les trasmite misteriosamente la íntima calidez de su autenticidad. El ensayista asimismo reconoce el punto de partida de Martí en el poemario publicado en 1913, que, más allá de la forma tumultuosa, es el mismo en Versos sencillos: «Los Versos libres parten de la idea y la vivencia de que es preciso vencer el artificio con la naturaleza, la convención con la sinceridad». Y agrega, esbozando los innegables enlaces y rupturas de Martí con la tradición: «La poética de Martí, a ese respecto, es de estirpe claramente romántica, aunque logra una dimensión de inmediatez en lo humano que el romanticismo como escuela no conoció». El también poeta apunta sagazmente las relaciones esenciales entre la poética de este libro y de las Escenas Norteamericanas, y señala coincidencias de tono entre cierta zona de Versos libres y las obras de César Vallejo y Pablo Neruda.[xviii] Con lo que Cintio confirma la sensación de Bloom de que ciertos pasajes de la obra del poeta anterior fueran no presagios del advenimiento posterior, sino más bien pasajes en deuda con el texto sucesor.[xix]
Asimismo es interesante en el ensayo como el escritor fundamenta la presencia de la angustia y el desenfreno en Versos libres a través de motivos de vida, de elementos que corresponden a la concepción de la vida de Martí, y no a través de principios de corte estético-literario, como la permanencia de rasgos románticos, y entonces bordea la zona que antes ha eludido, para referirse a la diferencia de Martí con el modernista Darío, donde coloca siempre la cualidad humana de aquel. Así surgen inteligentes conexiones —Juan Ramón Jiménez, Paul Claudel, Calderón de la Barca— que redimensionan la trascendencia de nuestra figura y abren caminos para rastreos más profundos. Cintio, en el ensayo, va de un viaje panorámico a través del pensamiento que recorre al libro a los avatares de su estilo, y establece una curiosa y aguda diferencia entre la imagen y la visión, válidas genéricamente para toda poesía. Así nos asombran los poderes de su intelecto que pueden ir en el ensayo de la innovación, en cuanto a preceptiva literaria se refiere, a un elemento de invitación a la lectura, y que revelan al lector hedónico. O va a una definición y constatación equilibrada del canon estético en Martí, donde luego de deslindar lo romántico del bardo, señala lo propio suyo, y el sello de los clásicos que nuestro escritor atesora.
[i] Versos libres, Obras Completas, Volumen XI, La Habana, Imprenta y Papelería de Rambla, Bouza y Compañía, 1913, intd de Gonzalo de Quesada y Aróstegui (1900-1919). 16 tomos.
[ii] Rubén Darío. «José Martí, Poeta». En Antología Crítica de José Martí, Universidad de Oriente, Editorial Cultura, México, 1960, p, 267-296.
[iii] Miguel de Unamuno. «Sobre los Versos libres de Martí» en Archivo José Martí. Volumen IV, número 11, La Habana, Enero-Diciembre de 1947, p. 7-9.
[iv] Angel Augier. «Martí, poeta y su influencia innovadora en la poesía de América». En Vida y pensamiento de Martí, tomo II, Municipio de la Habana, Colección Histórica Cubana y Americana,4, La Habana, 1942.
[v] Concha Meléndez. «Versos libres de José Martí». Archivo José Martí, n. 6, enero-abril, 1943, año IV, p. 376 – 377. El ensayo está firmado en Rueca, México, Verano de 1942.
[vi] Angel Augier. Ob. Cit., p.204.
[viii] Concha Meléndez. Ob. Cit. p.376.
[ix] Eugenio Florit. «La poesía de Martí» en Archivo José Martí, Número del Centenario, ns. 19-22, Enero-Diciembre, 1952, 1953, Tomo VI.
[xi] Este verso me recuerda aquel tremendo de Martí: «Todo el que lleva luz se queda solo», de «Yugo y Estrella». Creemos como José Olivio Jiménez que esa línea «encontraría réplicas, o en rigor anticipaciones en tantos momentos de Versos libres de Martí. Especialmente en aquellos momentos centrados en la lección simbólica de pureza espiritual que, desde su desnudo fulgor, puede la estrella siempre brindar». (Véase «José Martí a las puertas de la poesía hispánica moderna». Separata de la revista La Torre, San Juan, año VI, núm. 23, 1993.) El verso de Darío aquí comentado pertenece a «Cantos de vida y esperanza», parte I. Citamos el poema in extenso, para que el lector tenga una idea más amplia de las asociaciones descritas:
Mi intelecto libre de pensar bajo, Bañó el agua castalia el alma mía Peregrinó mi corazón y trajo De la sagrada selva la armonía. ¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda emanación del corazón divino de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda fuente cuya virtud vence al destino! [...] El alma que entra allí debe ir desnuda, Temblando de deseo y fiebre santa, Sobre cardo heridor y espina aguda: Así sueña, así vibra y así canta. Vida, Luz y verdad, tal triple llama El arte puro como Cristo exclama: Ego sum lux et veritas et vita! Y la vida es misterio, la luz ciega Y la verdad inaccesible asombra; La adusta perfección jamás se entrega, Y el secreto ideal duerme en la sombra. Por eso ser sincero es ser potente; De desnuda que está, brilla la estrella; El agua dice el alma de la fuente En la voz de cristal que fluye de ella. Tal fue mi intento, hacer del alma pura Mía, una estrella, una fuerte sonora, Con el horror de la Literatura y loco de crepúsculo y de aurora.
Rubén Darío. Poesía. Editorial Arte y Literatura, 1989, La Habana, p. 327 – 328.
[xii] Eugenio Florit. «Versos» (aparecido por vez primera en 1952, Revista Hispánica Moderna de Nueva York, año XVIII, ene-dic.). En Antología Crítica José Martí. Recopilación, Introducción y Notas de Manuel Pedro González, Ed. Cultura, 1960, México, p. 303-310.
[xv] Cintio Vitier. «Los Versos libres» (Publicado por primera vez en Antología Crítica de José Martí, Universidad de Oriente, Editorial Cultura, México, 1960 (p. 381-390), en Temas Martianos, ira serie, Biblioteca Nacional, Instituto Cubano del Libro, 1969, p. 153-162.
[xviii] Nos parece que es Cintio el primero en establecer conexiones entre la poesía de Martí y la del peruano César Vallejo.
[xix] Ver Harold Bloom. La angustia de las influencias. Monte Avila Editores, Caracas, 1991, p. 165.
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