Ediciones Macondo, un proyecto editorial de breve vida logrado dentro de Ediciones Áncoras, en la Isla de la Juventud, publicó en 2017 el poemario de la joven poeta cubana Ketty Margarita Blanco Zaldívar, titulado Quién anda ahí. Este cuaderno fue sacado a la luz también por Polibea, Madrid, en 2019.
La autora es graduada del Curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso en 2005, y licenciada en Ciencias de la Religión por el Instituto Superior de Ciencias de la Religión, ISECRE, en 2012. Ha obtenido premios nacionales en certámenes de poesía como El Camello Rojo, en 2006, y el Alfredo Torroella y el Regino Pedroso, ambos en 2009.
Ketty Blanco inscribe su creación entre las voces, tan rebeldes como dolientes, de la actual escritura femenina, cubana y universal; y ofrece a manera de imágenes esa sensación de ahogo y de impedimento que la profesora y ensayista cubana Nara Araújo corporeizara como «el alfiler y la mariposa». Tal es su título «Amniótico», que remite tanto al mundo exterior como al interior:
Quiero escapar de un bosque de algas
jardín interminable como un sushi pegajoso.
Me sacudo, intento nadar hacia la superficie,
pero no alcanzo a tocar la luz, a atravesar
el saco materno.
Se me acaba el oxígeno.
En el libro, la creadora cubana se cuestiona, inquiere en sí misma como ser integrante del universo; duda acerca del lugar que ocupa en él y comunica sus angustias a quienes leen. Comparte su voz y la identifica con otras voces anteriores o contemporáneas, similares o distantes en tiempo y espacio, como Charles Bukowski, Emily Dickinson, Alejandra Pizarnik, y también personajes y creadores de otras manifestaciones del arte, como el cine y la música. La obra está salpicada de referencias a lo japonés en cuanto al erotismo y al estilo compositivo de algunos versos, tanto en palabras aisladas como poemas completos, casi haikus; cito los titulados «Escrito en el reverso de una foto de Nobuyoshi Araki», «Tokio Blues» y «Kabuki». Sin embargo, el peso mayor lo ocupa el tema de la realización femenina y los criterios que, por siglos, han signado la vida de la mujer en el Planeta. Ironía, angustia, desesperanza, incluso asco, son emociones que mueven la pluma de la joven poeta en estas «Frases para una novela que no escribiré»:
La mirada de una mujer inteligente.
El cartel luminoso que anuncia «Bienvenido»
y el que dice «Cerrado hasta la una».
La cebra tendida como un animal muerto en mitad de la calle.
El cafecito acabado de colar. La astucia y el olor de ese café.
Un pincel que dibuja puertas y figuras de humo.
Los gestos de asco ante el vómito ajeno,
sobre todo ese vómito.
Pero igual el bosque.
La profunda oscuridad del mar
y el agudo reclamo de su llanto.
Un trozo de tela brillante.
El agujero negro, tentáculos insaciables de algún pulpo divino.
La cereza madura.
El aliento de aquel desconocido.
Una historia construida con muchas voces falsas.
Soy la que soy.
No existo.
Otro tanto ocurre con el nombrado «Para qué», donde, en simbiosis perfecta entre título y cuerpo textual, manifiesta a través de órdenes el diario vivir que enfrentan una hija y su madre, escenario que la tradición torna pernicioso y prejuicioso, al repetir cíclica e indefinidamente acciones sin sentido que solo buscan perpetuar los consabidos roles ancestrales de la mujer en el seno familiar; y se evoca a sí misma como un ave muerta desde su infancia:
Mi madre pasa, y volteo al otro lado
como un pollo con el cuello torcido.
Un pollo que debe escribir, comprar tomates,
tener hijos.
Levántate, dice, golpeando con un tenedor
el fondo del jarro.
¡Levántate! Dame unos huevos, orina,
come sábila, sonríe a tu madre, escoge frijoles,
aféitate las piernas.
Ketty Margarita Blanco Zaldívar nació en Guáimaro, en la central provincia cubana de Camagüey, en 1984. Pertenece a la Asociación Hermanos Saíz y ha participado en eventos juveniles de narración y en diversos certámenes de poesía, donde ha sido premiada. Entre ellos destacan en 2010, sus galardones en el Concurso Internacional de Minicuentos El Dinosaurio y el nacional de Cuentos Ernest Hemingway. En 2015 obtuvo la beca de creación Frónesis, en La Habana.
En este volumen, ofrece piezas literarias signadas por una existencial feminidad. La individualidad inmersa en una prisión social, en evidente opresión hacia sí misma, es la idea manifestada en el poema que da título al volumen, «Quién anda ahí». La autora se desdobla infinitamente en una otredad femenina dolorida y anónima, buscando infructuosamente una salida a su nulidad.
Hay alguien parecida a mí en una oscura celda.
Lo sé, porque se ha abierto en lo alto una ventana,
y la luz ha develado el cuerpo.Alguien que, detenida en sus muros, descubre un
cuarto. El cuarto de su casa.Luego escucha una voz y el sonido revolotea
como una pobre reminiscencia de otra voz de /afuera.Es su voz que sale de otra boca, que por algún
resquicio de su cuello, gotea; mientras inútilmente
se aferra al picaporte.Cómo atravesar la puerta,
quién es aquella desconocida que la suplanta.
Una treintena de poemas conforman el volumen, donde se evocan recuerdos, nostalgias, conflictos existenciales acerca del ser mujer. La autora devela paralelismos entre ella y su voz, la cual sustantiva, anima y compara con su propia existencia y con otras voces expresivas o líricas, femeninas igual que la suya; también masculinas. Cuestiona la tradición sexista en distintas culturas, el lugar y la valoración de lo femenino; disfruta o se angustia con los detalles que condicionan su vivir. En «Para vencer en la guerra» metaforiza el baño diario —en tanto acción y espacio vinculados con la intimidad femenina— con la limpieza espiritual tras su exposición a un entorno social, que la margina y la torna iracunda:
Antes de afrontar una batalla, voy a la ducha.
Bañarme me forja. Restregar mi cuerpo con la esponja empapada
de jabón, olor a sándalo y confianza.
Una espuma turbia baja a escurrirse por el tragante.
Erguida, la observo como si examinara al enemigo
desde una colina. Mientras, continúo frotando mi
piel, puliendo la armadura.
Cuando me seco, la ira yace tendida a mis pies,
hecha tufo, cadáver.
Logra aún mayor impacto el título «Un árbol», donde la dramaturgia de la construcción literaria sorprende con su final demoledor y triunfante, a pesar de la supuesta obligación a la inmovilidad sostenida, que preconiza en su discurso. El símil con la tierra, ente creador de lo mismo que la agrede, acerca la imagen a una relación carnal o a un parto, contextos ambos de clímax vital en el entorno femenil:
Debo quedarme quieta mientras nace un árbol.
No debo mover un ápice si el árbol procura estirar sus ramas dentro de mi cuerpo.
Cuerpo magro, frágil ante la abundancia de madera, y hojas, y flores. Mi cuerpo que por momentos desea retorcerse, aullar frente a aquello que comienza a abrir sus manos.
Pues sabe que el espacio es exiguo, y las ramas pronto apuntarán sus dedos al cielo. Harán saltar ojos y rodillas rasgando los poros de mi piel como a un vestido.
Y otra vez el instinto me implorará que corra, pájaro loco, sin dirección precisa.
Pero me han ordenado permanecer en calma, muda como la tierra antes de convertirse en bosque.
La obra de la escritora y poeta cubana Ketty Blanco Zaldívar, agrupada en Quien anda ahí, se caracteriza por su metafórica intimidad. Todo lo que entraña el ser mujer le concierne; cada visión y sensación, cada proyecto y vivencia. La creadora expresa el mundo a través de recursos apelativos a olores, texturas; significados ocultos en contrastes, certezas que se truecan en falsedades. Trabaja paridades como esencia y apariencia, la luz y la oscuridad, la exhibición y el ocultamiento, el sonido y el silencio, la presencia y la ausencia, la vida y la muerte, la fe y la incertidumbre. Ocurre así en los poemas titulados: «La inocencia», y «Du Pré
Amo a Dios en sus designios fatales.
Y a la Virgen, que es como aquellos
que la aclaman.
Igual amo a mi madre con sus cuerdas rotas.
Y me amo en el centro de todo
como amo al murciélago que duerme
debajo de mi cama.
Amar una nota hasta el sudor,
hasta la euforia.
Sufrir
con cada dedo en la cuerda,
con cada arpegio.
Quedar suspendida,
ausente,
sola.
Encerrada en un cuerpo maldecido
por el instrumento
que indiferente
entona mi
réquiem.
Ketty Blanco obtuvo en 2016 el Premio Portus Patris de poesía, en Puerto Padre, Las Tunas, y el Abriendo Puertas, de Guantánamo, así como la beca de literatura para la infancia La Noche, en La Habana. Sus creaciones han sido publicadas en revistas y antologías dentro y fuera de Cuba.
Invitamos a conocer más de su obra con este cuaderno titulado Quién anda ahí, editado cuidadosamente por Michel Mendoza Viel; cuyas delicadas ilustraciones pertenecen a la oficiosa mano de Dayron Gallardo Bernazar y el diseño, sencillo y elegante, es de Aylín González.
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