Esclarecer la pregunta del título, justipreciar la obra de un pedagogo ejemplar y saldar una deuda con la memoria, nos impelen esta vez. José Antonio Rodríguez García, por muchos años catedrático de gramática y literatura del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, dejó una valiosa obra en su condición de escritor, bibliógrafo y crítico, reveladora de un espíritu indagador y un trabajador entregado a su pasión por la enseñanza.
Los elogios en torno a su persona abundaron en su época. El crítico y antologador José Manuel Carbonell lo califica de «verdadero paladín de la cultura nacional» y Max Henríquez Ureña destaca cómo «llevó a cabo una labor más erudita que crítica».
Mérito grande el suyo, y más tratándose de las disciplinas que ocuparon sus preocupaciones de investigación, a este autor se le reconoce como obra mayor la Bibliografía de la Gramática y la Lexicografía castellanas y de sus estudios afines, con una edición primera en 1899 y una segunda, ampliada, que salió entre los años 1903 y 1913. Sin embargo, su producción literaria es mucho mas vasta, algo sobre lo cual volveremos más adelante.
Colaborador periodístico de El Fígaro, El Día, La Noche, La Correspondencia, El Sufragio, Cuba Intelectual, director de los Anales de la Academia de la Historia de Cuba, labor en la que sucediera a Domingo Figarola Caneda, miembro de la Academia de la Historia de Cuba, miembro de honor de The American Association of Teachers of Spanish, de la Societé Académique d’Histoire Internationale, de París, y de otras instituciones, José Antonio Rodríguez García fue un intelectual conocido en Cuba y fuera de ella.
De su prosa y de cuanto le interesaba como estudioso, ofrecemos esta opinión suya:
Cervantes, Shakespeare, Calderón y todos los hombres de esta gigantesca talla, no pertenecen solamente a su patria: sin dejar de ser los más ilustres representantes de su nación, la humanidad entera los disputa por suyos.
Nacido en Matanzas el 22 de febrero de 1864, o sea, hace 159 años, Rodríguez García llegó a La Habana catorce años después, cuando la familia mudó hacia la capital, donde hizo los estudios. Graduado de bachiller, impartió clases en la Escuela de Artes y Oficios, en tanto matriculaba en la Universidad de La Habana para cursar Derecho y Filosofía y Letras, aunque la primera la abandonó. Su quehacer, vinculado a la docencia, lo inspiró a fundar colegios y la Academia General Preparatoria para la formación de maestros de la enseñanza primaria. En 1900 se presentó a oposiciones para ganar la cátedra de profesor de Gramática, Retórica y Poética en el Instituto de La Habana.
La traducción fue una faceta importante dentro de su carrera profesional. Lo hizo del francés y del alemán, y sus trabajos de traducción se incluyeron en el libro titulado De ajena cosecha.
Entre sus obras figuran varios programas para impartir las asignaturas de Gramática castellana, Geografía y Ortografía. Aparecen además, libros de amplio alcance, entre ellos, Gramatiquerías, publicado en Madrid, 1898; Del laísmo, leísmo y loísmo, 1900; Vida de Cervantes y juicio del Quijote, 1905; Notas literarias, 1908; Esbozos críticos, 1915; Venid a mí, 1916; Crítica y sátira, 1917… Algunos de estos títulos tuvieron más de una edición.
Maestro al fin, y enamorado de su profesión, José Antonio Rodríguez García ejerció hasta el final de sus días, el 15 de marzo de 1934, a los 70 años.
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