
Ramón (Mongo) Guirao nació el 11 de octubre de 1908 en Cabañas, Pinar del Río, y a pesar de su corta vida (la muerte lo sorprende con 41 años) dejó el camino abierto para el desarrollo de la poesía negrista en Cuba, además de aportar investigaciones y ensayos sobre dicha temática.
Fue miembro fundador de la Sociedad de Estudios Afrocubanos y el primero en abordar el tema negro o negrista en la poesía en Cuba con «Bailadora de rumba», publicado en el Diario de la Marina en 1928. A Guirao se debe un tomo de poemas negros, Bongó, y las antologías Orbita de la poesía afrocubana y Cuentos y leyendas negros de Cuba.
Es asimismo autor de ensayos críticos sobre Juan Francisco Manzano y otros poetas negros y mestizos de la época esclavista. Publicó en vida un único libro: Presencia y dejó inéditos los poemarios Cuadrante y Seguro secreto, además de un texto crítico sobre el poeta esclavo Juan Francisco Manzano.
Guirao, hoy un poeta prácticamente desconocido, fue Premio nacional de ensayo de tema cubano en el Concurso de la Secretaría de Educación en 1937. El tema negro lo apasionó tanto que viajó hasta Nigeria en su afán de conocer mejor las raíces yorubas, algo singular en un hombre de la primera mitad del siglo XX que, sin dinero, trabajaba para ganarse la vida. El ensayo de 1937, dice lo siguiente:
Nuestra poesía afrocriolla se manifiesta estrechamente articulada, por no decir supeditada, a los ritmos musicales del hombre de piel oscura, es decir, a su más genuina actividad estética, y tiene de vehículo universal su sensibilidad —y su sexualidad— fácilmente gustada por el blanco.
Junto a José Zacarías Tallet y el camagüeyano Emilio Ballagas, Guirao completaría lo que se dio en llamar el «periodo de la rumba», sumándose luego, la poética de Nicolás Guillén.
El poema de Ramón Guirao, «Bailadora de rumba» pautaría rasgos esenciales de la poesía negra en Cuba. Un fragmento de este texto, donde la sensualidad, la música y el baile se funden en los versos, así lo demuestra:
Bailadora de guaguancó, piel negra, tersura de bongó. Agita la maraca de su risa con los dedos de leche de sus dientes. Pañuelo blanco —seda—, bata blanca —almidón—, recorren el trayecto de una cuerda en un ritmo afrocubano de guitarra clave y cajón «!Arriba, Maria Antonia, alabado sea Dió!». Las serpientes de sus brazos van soltando las cuentas de un collar de jabón.
Al decir del crítico Max Henríquez Ureña, Guirao tenía «una personalidad poética de positiva fuerza original. Era hijo de su siglo. Seguía las corrientes de más acusada novedad, con resonancias eventuales de Rafael Alberti y de Luis Cernuda».
Por otro lado, varios medios de la época contaron con sus colaboraciones periodísticas. Entre ellos la Revista de Avance, La Prensa, Orbe, Carteles, Social, Línea, Revista Bimestre Cubana, Bohemia, Espuela de Plata, Verbum, Orígenes y otras, incluidas algunas revistas de Centro y Sudamérica. De formación autodidacta, trabajos suyos aparecieron, además, en Repertorio Americano (Costa Rica); Semanario Ercilla (Santiago de Chile) y Sur, la conocida revista rioplatense de Victoria Ocampo y Jorge Luis Borges. Hasta 1940 ejerció Mongo Guirao la jefatura de redacción de Grafos, la cual acogió textos de importantes nombres de la intelectualidad cubana de la época.
Ramón Guirao puede salvarse del olvido, ese mal que no pocos padecen hoy día, inmersos en la velocidad abrumadora de la vida cotidiana. Volver a él, a sus ensayos, su poesía y su legado cultural para Cuba, significa saldar una deuda y salvarlo, definitivamente, del silencio.


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