A su muerte el 3 de enero de 1970, justo 50 años atrás, el Poeta Nacional Nicolás Guillén expresó:
Esta vez la naturaleza ha sido ciega más que nunca, porque acaba de matar a un hombre en el goce pleno de su inteligencia y poder creador. Ha matado además a un revolucionario que cubría en el frente de nuestra cultura un sitio de avanzada, con una visión limpia de su papel de escritor.
Estamos más o menos acostumbrados a encontrar narradores poetas, poetas compositores musicales, médicos escritores, artistas plásticos a su vez escritores, en fin, pero no es frecuente encontrar al escritor de palabra elegante incursionando en la historia. Y esa doble cualidad, la de escribir e historiar, una y otra llevadas con máxima exigencia, las cumplió Raúl Aparicio Nogales, un autor bastante olvidado cuyos libros se ven poco aunque las bibliotecas los conservan, así como también unos cuantos lectores que de ellos no se deshacen porque conocen y respetan el legado de este intelectual a la cultura cubana.
Aparicio fue miembro del consejo de redacción de La Gaceta de Cuba y representante diplomático en Brasil, Canadá, Checoslovaquia, México; al morir tenía bastante adelantada una extensa novela acerca de las costumbres de esta, su Isla.
Autor de numerosos libros, uno lo convierte en figura imprescindible, Hombradía de Antonio Maceo, Premio Uneac de Biografía, con primera edición en 1966. Por supuesto que la figura del Titán de Bronce, para esa fecha, había sido abordada por diversos historiadores con rigor y valores documentales. No era nada fácil la intención de Raúl Aparicio, quien así la explica:
Desde la primera vez que tuve ante mis ojos –hace muchos años– los fragmentos conocidos de la vida de Antonio Maceo, quedé preocupado ante su grandeza, que no era posible explicar por las biografías ditirámbicas al uso, ni por anecdotarios más o menos verídicos. La perplejidad subía de punto cuando uno se preguntaba: ¿cómo fue ese hombre? Las biografías daban un ser extrahumano, que llegaba a la vida superdotado, que lo traía todo: patriotismo, honestidad, sentido revolucionario, valentía. Como si el ambiente no tuviera participación alguna en la formación de su personalidad. Como si en él hubieran encarnado, misteriosamente, múltiples virtudes. Como si existiera un conducto mágico que lo angelizara. Recientemente, la investigación seria de algunos investigadores –en especial la de José Luciano Franco–me reveló todo lo que es conocido hasta ahora de esta figura histórica, y comenzó a aflorar en mí la explicación de aquella grandeza.
A partir de este presupuesto, Aparicio conforma una biografía novelada de Maceo que constituye el acercamiento más humano y atractivo a la figura del héroe, con suficiente grado de información y veracidad como para ser considerada una obra histórica y literaria al mismo tiempo, de muy amena lectura, con el mérito extraordinario de darnos la dimensión humana del Lugarteniente General.
Aparicio fue un narrador con mucho oficio, curtido por sus numerosas colaboraciones en la prensa periódica y por su producción de cuentos y novelas: Frutos de azote, 1961; Hijos del tiempo, 1964, Espejos de Alinde, 1968, y Chipojo, 1977. Póstumamente apareció la recopilación de su obra bajo el título Oficios de pecar y otras narraciones, 1981.
De su cultura bástenos con apuntar que se doctoró en Derecho Público y Ciencias Sociales, Políticas y Económicas, obtuvo una licenciatura en Derecho Diplomático, en la Universidad de La Habana, y que manejó con soltura los idiomas inglés, francés, portugués y alemán.
Nacido en Cruces, hoy provincia de Cienfuegos, el 29 de mayo de 1913, aún en la adolescencia fundó junto a otros jóvenes intelectuales el grupo Ariel y la revista cultural Segur, aunque siempre estableciendo que las inquietudes socio-políticas y económicas estaban comprendidas en sus intereses de debate. Al surgir en 1941 la revista para niños Ronda, la apoya decididamente en su afán de contribuir a formar la personalidad de los pequeños.
Al triunfo de la Revolución en 1959 su actividad sociocultural se acrecentó con responsabilidades diplomáticas y de redacción de publicaciones culturales.
Realizador de una obra valiosa, impregnada por una vocación cultural, histórica y educativa, amén de profundamente nacional, el medio siglo de la muerte de Raúl Aparicio Nogales nos ofrece la ocasión de acercarnos a su lectura, análisis y disfrute.
Visitas: 166
Deja un comentario