Blas de Otero Muñoz (Bilbao, 15 de marzo de 1916 – Majadahonda, Madrid, 29 de junio de 1979) fue uno de los principales representantes de la poesía social de los años cincuenta en España, aunque igual produjo una intensa poesía lírica de la cual también reproducimos hoy algunos ejemplos.
Un relámpago apenas
Besas como si fueses a comerme. Besas besos de mar, a dentelladas. Las manos en mis sienes y abismadas nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme, me declaro vencido, si vencerme es ver en ti mis manos maniatadas. Besas besos de Dios. A bocanadas bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme, tiras de mi raíz, subes mi muerte a flor de labio. Y luego, mimadora, la brisas y la rozas con tu beso. Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte bastara un beso, un beso que se llora después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso.
Cuerpo de la mujer
...Tántalo en fugitiva fuente de oro Quevedo Cuerpo de la mujer, río de oro donde, hundidos los brazos, recibimos un relámpago azul, unos racimos de luz rasgada en un frondor de oro. Cuerpo de la mujer o mar de oro donde, amando las manos, no sabemos, si los senos son olas, si son remos los brazos, si son alas solas de oro... Cuerpo de la mujer, fuente de llanto donde, después de tanta luz, de tanto tacto sutil, de Tántalo es la pena. Suena la soledad de Dios. Sentimos la soledad de dos. Y una cadena que no suena, ancla en Dios almas y limos.
Lo fatal
Entre enfermedades y catástrofes entre torres turbias y sangre entre los labios así te veo así te encuentro mi pequeña paloma desguarnecida entre embarcaciones con los párpados entornados entre nieve y relámpago con tus brazos de muñeca y tus muslos de maleza entre diputaciones y farmacias irradiando besos de la frente con tu pequeña voz envuelta en un pañuelo con tu vientre de hostia transparente entre esquinas y anuncios depresivos entre obispos con tus rodillas de amapola pálida así te encuentro y te reconozco entre todas las catástrofes y escuelas asiéndome el borde del alma con tus dedos de humo acompañando mis desastres incorruptibles paloma desguarnecida juventud cabalgando entre las ramas entre embarcaciones y muelles desolados última juventud del mundo telegrama planchado por la aurora por los siglos de los siglos así te veo así te encuentro y pierdo cada noche caída entre alambradas irradiando aviones en el radar de tu corazón campana azul del cielo desolación del atardecer así cedes el paso a las muchedumbres única como una estrella entre cristales entre enfermedades y catástrofes así te encuentro en mitad de la muerte vestida de violeta y pájaro entrevisto con tu distraído pie descendiendo las gradas de mis versos.
Ímpetu
Mas no todo ha de ser ruina y vacío. No todo desescombro ni deshielo. Encima de este hombro llevo el cielo, y encima de este otro, un ancho río de entusiasmo. Y, en medio, el cuerpo mío, árbol de luz gritando desde el suelo. Y, entre raíz mortal, fronda de anhelo, mi corazón en pie, rayo sombrío. Sólo el ansia me vence. Pero avanzo sin dudar, sobre abismos infinitos, con la mano tendida: si no alcanzo con la mano, ¡ya alcanzaré con gritos! y sigo, siempre, en pie, y así, me lanzo al mar, desde una fronda de apetitos.
Crecida
Con la sangre hasta la cintura, algunas veces con la sangre hasta el borde de la boca, voy avanzando lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios algunas veces, voy avanzando sobre este viejo suelo, sobre la tierra hundida en sangre, voy avanzando lentamente, hundiendo los brazos en sangre, algunas veces tragando sangre, voy sobre Europa como en la proa de un barco desmantelado que hace sangre, voy mirando, algunas veces, al cielo bajo, que refleja la luz de la sangre roja derramada, avanzo muy penosamente, hundidos los brazos en espesa sangre, es como una esperma roja represada, mis pies pisan sangre de hombres vivos muertos, cortados de repente, heridos súbitos, niños con el pequeño corazón volcado, voy sumido en sangre salida, algunas veces sube hasta los ojos y no me deja ver, no veo más que sangre, siempre sangre, sobre Europa no hay más que sangre. Traigo una rosa en sangre entre las manos ensangrentadas. Porque es que no hay más que sangre, y una horrorosa sed dando gritos en medio de la sangre.
Anchas sílabas
Que mi pie te despierte, sombra a sombra he bajado hasta el fondo de la patria. Hoja a hoja, hasta dar con la raíz amarga de mi patria. Que mi fe te levante, sima a sima he salido a la luz de la esperanza. Hombro a hombro, hasta ver un pueblo en pie de paz, izando un alba. Que mi voz brille libre, letra a letra restregué contra el aire las palabras. Ah, las palabras. Alguien heló los labios ―bajo el sol— de España.
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