Hace más de dos siglos, el 9 de mayo de 1805, falleció en Weimar, Johann Christoph Friedrich von Schiller, víctima de la tuberculosis; tenía solo 45 años. Considerado por muchos el más importante autor dramático en la historia de la literatura alemana, escribió también estudios históricos y filosóficos, ensayos, narraciones y poesía.
Nacido en Marbach am Neckar en 1759, fue enviado a la escuela militar de Stuttgart siendo muy joven. Mientras cursaba estudios de medicina y derecho, comenzó a interesarse por el movimiento literario del Sturm und Drang, conocido en español como Tempestad e impulso, precursor del romanticismo en Alemania. Aunque fue nombrado médico de regimiento en 1780, no abandonó sus inquietudes literarias; su drama Los bandidos (Die Räuber) se estrenó el 13 de enero de 1782 en Mannheim, con el aclamado actor August Iffland en el papel protagónico. La obra proclamaba el rechazo a toda autoridad, y en lugar de esta proponía la libre voluntad como absoluto. Para ver el estreno de su opera prima, Schiller salió del ducado de Württemberg sin la autorización del duque, quien le hizo arrestar y le prohibió que escribiera piezas dramáticas; Schiller escapó definitivamente a Mannheim y continuó su carrera como dramaturgo, escribiendo bajo seudónimo para evitar ser extraditado a Württemberg. Por la misma razón pasó a Leipzig y luego a Dresden, donde residió en casa de su amigo el jurista Christian Gottfried Körner, quien editaría las obras completas de Schiller entre 1812 y 1816.
Gracias al éxito de su Historia de la insurrección de los Países Bajos (Geschichte des Abfalls der Vereinigten Niederlände von der Spanischen Regierung, 1788), Schiller fue nombrado profesor de Historia de la Universidad de Jena en 1790. Allí sus ideas de avanzada y su prestigio como autor le granjearon fama en poco tiempo. Durante esa etapa escribió la Historia de la Guerra de los Treinta Años en tres tomos (Geschichte des dreißigjährigen Kriegesvom Prager Fenstersturz bis zum Westfälischen Frieden, 1790-1792), y La educación estética del hombre (Über die ästhetische Erziehung des Menschen, 1795).
En 1799 Schiller fijó su residencia en Weimar; allí sostuvo una intensa colaboración con Goethe, con quien había fundado la revista Almanaque de las musas (Musenalmanach). Ese mismo año Schiller terminó su trilogía dramática Wallenstein. Le siguieron María Estuardo (Maria Stuart, 1800), el drama sobre Juana de Arco La doncella de Orleans (Die Jungfrau von Orleans, 1801), La novia de Messina (Die Braut von Messina, 1803) y una de sus piezas más famosas, Guillermo Tell, sobre el legendario héroe de la independencia suiza (Wilhelm Tell, 1804). Inconcluso quedó el drama Demetrio (Demetrius), que escribía cuando la muerte le sorprendió en 1805.
Schiller fue también traductor, y llevó al alemán el Macbeth de Shakespeare, la Fedra de Racine y la Ifigenia en Áulide de Eurípides.
La producción poética de Schiller incluye odas, baladas y epigramas. Fragmentos de su «Oda a la Alegría» («An die Freude», 1786) fueron utilizados por Beethoven en su Novena Sinfonía. Es bastante conocida la balada «El guante» («Der Handschuh»), que he traducido para la ocasión: una dama pide a su caballero una prueba de amor sobrehumana, y él acepta el reto y cumple con su encargo pero, decepcionado, renuncia de inmediato a los favores de la frívola.
El guante
Ante el cubil de los leones,
esperando el combate de las fieras,
el rey Francisco sentado se hallaba.
En torno suyo los grandes del reino,
Y alrededor, en altos balcones,
las damas cual bella guirnalda.
Con el dedo hace el rey una señal;
se abre la jaula
y entra con paso cauteloso
un león
y silencioso mira en torno;
con un largo bostezo
sacude la melena
se despereza
y se tiende en el suelo.
A otra señal del rey
se abre rápidamente
una segunda puerta,
y de ella sale
con salvaje salto
un tigre, que al ver al león,
ruge estruendoso,
agitando la cola,
alarga su lengua,
gira en torno al león
gruñendo con estrépito,
después
se tiende a un lado.
El rey hace de nuevo una señal:
entonces el cubil vomita
a la vez dos leopardos,
que con ardor se arrojan
el león con rugidos se levanta,
en seguida se hace un gran silencio
y los felinos sedientos de sangre
se tienden en el suelo
Entonces, de lo alto del balcón,
cae de hermosa mano un guante
justo en medio
del tigre y el león.
Y hacia el caballero Delorges, burlona,
la dama Cunigunda se vuelve:
«Caballero, si vuestro amor es tan ardiente
como me lo juráis a toda hora,
id a recoger ese guante».
Y baja el caballero, a toda prisa,
con paso firme,
a la espantosa arena.
Y en medio de los monstruos,
recoge el guante con mano atrevida.
De sorpresa y terror llenos lo miran
caballeros y damas,
y cuando alza tranquilamente el guante,
brotan elogios de todas las bocas.
Mas con mirada tierna
que promete felicidad cercana,
lo recibe la dama.
Él le arroja a la cara el guante:
«No me deis, señora, las gracias».
Y la dejó en el mismo instante.
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