
El Álbum de lo bueno y lo bello fundado por Gertrudis Gómez de Avellaneda fue la primera publicación cubana dirigida por una mujer, pero no la primera revista dirigida a un público femenino en la Isla. Otras revistas habían tocado temas sobre y para las damas. Incluso, una revista esencialmente médica como La Cartera Semanal, dirigida por el eminente médico espirituano Vicente Antonio de Castro y fundada en 1838 tuvo secciones de literatura, costumbres, leyendas, entre otras temáticas dedicadas especialmente al público femenino. Antes, en 1829, Domingo del Monte en colaboración con Jesús Villariño publicó La Moda o Recreo Semanal.
En la década del cuarenta aparece, en dos momentos, La Semana Literaria como una publicación dirigida exclusivamente a las mujeres. Se conservan los ejemplares de 1847. Si se sigue el criterio del importante bibliógrafo Carlos Trelles esta revista fue dirigida solo por hombres, a saber, Rafael María de Mendive, Antonio Bachiller y Morales, entre otros. Lo curioso es que Gertrudis Gómez de Avellaneda fue una de las colaboradoras de esta publicación. Y es significativo porque eso evidencia que la escritora principeña conocía esta revista. Es decir, ella sabía la estructura de la revista, lo que en ella se publicaba y eso le daba la medida del público al que iba dirigida. Ese conocimiento le permitió, unido a sus lecturas de revistas españolas dedicadas también a la mujer, cómo estructurar tiempo después su Álbum de lo bueno y lo bello. Esto es importante porque la Avellaneda nunca había estado en La Habana, desconocía su sociedad, sus gustos y hacía mucho que había partido de su Puerto Príncipe natal. Por tanto, partió del modelo de revista insular dedicado a la mujer más cercano. Solo esto explica, más allá de paradigmas epocales, el hecho mismo de que la autora de Sab repitiese en su Álbum de lo bueno… los nombres de determinadas secciones de La Semana Literaria. Esas secciones fueron: costumbres, poesías, historia, cómo comportarse en sociedad, cómo realizar labores domésticas, entre otras. Solo que estas secciones tendrán en la revista de la Avellaneda otro carácter. Al lado de ellas habrá artículos de fondo y hondura filosófica, estética y modas. Es interesante el tratamiento cultural que le dio Tula, bajo el seudónimo de Felicia, a la moda. Los primeros textos publicados en Cuba acerca del verdadero rol de la mujer en la sociedad aparecieron en las páginas de su revista.
El Álbum de lo bueno y lo bello tiene otros propósitos que pueden verse como ruptura y continuidad en relación con las publicaciones cubanas dirigidas a la mujer antes de la aparición de esta revista. Esos propósitos nacen de la concepción que sobre la mujer y la cultura tuvo su directora. Porque femenina fue, raigalmente, la autora de Guatimozín, no feminista aunque sé a lo que me arriesgo con esta afirmación. Pero no basta escribir sobre la mujer para ser feminista. A partir de su revista la Avellaneda busca educar desde los principios éticos, estéticos, religiosos, históricos, filosóficos y científicos a la mujer de su tiempo. Para ella, como en su día también para Aurelia Castillo, la mujer culta era la única que podía llevar con firmeza las riendas del hogar y la educación de sus hijos.
La crónica social fue uno de los temas abordados por la Tula en su revista. Esa crónica social tan importante en tanto su valor antropológico, sociológico, culturológico, entre otros. No es casual que el siglo XIX tuvo voces como las de la Avellaneda, Julián del Casal con sus Crónicas habaneras y el propio José Martí, este último, con sus Escenas norteamericanas. Mientras, en el siglo XX, la crónica social tuvo nombres esenciales como Juan Manuel Fontanills, Alejo Carpentier y Pablo Álvarez de Cañas. La crónica social bien escrita es hoy por hoy un importante documento cultural. La Avellaneda la presentó con gusto y femineidad, y a partir de ella se puede componer una imagen de la sociedad habanera de su tiempo. En el tercer número la Avellaneda aparece como cronista social y firma con «xxx» como ya lo había hecho para su «Galería de mujeres célebres».
La revista tuvo una frecuencia quincenal. No creo que haya podido mantener con exactitud sus entregas. El hecho de que apareciera en febrero y expirara en agosto del mismo año de 1860 puede ser un síntoma de ello. Es cierto que la Avellaneda se vio agobiada por muchos factores durante su estancia en Cuba., entre ellos, su propia salud. No obstante, la mayor angustia de esta mujer era el estado de salud de su esposo, quien moriría en estas tierras. Luego de la muerte de Verdugo, Tula partiría de regreso a España. Sus nexos con la Isla quedaban todavía más vivos, así como su huella, palpable en la cultura cubana de todos los tiempos.
Ver también Recordar a Gertrudis Gómez de Avellaneda a 208 años de su natalicio I
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