Siempre he comentado y defendido la manera en que se forma un narrador, porque no hay escuelas para narradores. Uno puede aprender en un centro educacional una serie de técnicas literarias, de formas y maneras de escribir, digamos estilos, temáticas, el uso de la primera o la tercera persona, etc., pero para escribir hay que poseer una cualidad peculiar que te obliga a conectarte con el lector de todas maneras.
Lo que sí está demostrado es que los nuevos escritores deben aprender de los escritores ya formados y reconocidos, es decir, buscar nuestros maestros y no solo leerlos, aprender y aprehender de ellos, también debemos conocerlos personalmente, e intimar y lograr valorar la forma cómo ellos se sumergen en determinados temas y logran hacer literatura de la buena.
Siempre que una persona tenga algo que contar o relatar debe ordenar bien los hechos para que la historia no confunda a quien la oiga y sea recibida con claridad y facilidad.
Y entre las posibilidades de un narrador está en dedicarse a escribir cuentos.
Un cuento es una historia corta, y debe ser, como decía Quiroga —el gran cuentista uruguayo―, «una flecha que sale del arco y va directamente a la diana». Esto es, el cuento no permite que uno «pierda el hilo» y cuente otra cosa, debe ser como un flechazo, que con la menor cantidad de palabras, diga lo necesario para ser entendido.
El cuento tiene varias partes: una presentación, donde el lector conoce del paisaje en que se desarrolla la historia, las características de los personajes, el ambiente que envuelve los hechos. Pongamos un ejemplo del propio Horacio Quiroga y su famosísimo cuento «Anaconda»:
Eran las diez de la noche y hacía un calor sofocante. El tiempo cargado pesaba sobre la selva, sin un soplo de viento. El cielo de carbón se entreabría de vez en cuando en sordos relámpagos de un extremo a otro del horizonte; pero el chubasco silbante del sur estaba aún lejos. Por un sendero de vacas en pleno espartillo blanco, avanzaba Lanceolada, con la lentitud genérica de las víboras.
Como se puede observar en unos pocos renglones el autor nos introduce en el paisaje, el ambiente de la narración y nos presenta a la víbora, que es uno de los personajes.
Otra de las partes del cuento es el llamado nudo o conflicto. En el desarrollo de los acontecimientos los hechos narrados deben llevar al lector a encontrarse con una situación muy complicada, donde las cosas se pongan tan difíciles que sea necesario una solución, ese es el nudo o conflicto. Veamos otro ejemplo del propio cuento de Quiroga:
Un inequívoco ruido de puerta abierta llegó a sus oídos. La víbora irguió la cabeza, y mientras notaba que una fría claridad en el horizonte anunciaba la aurora, vio una angosta sombra, alta y robusta, que avanzaba hacia ella. Oyó también el ruido de las pisadas, el golpe seguro, pleno, enormemente distanciado que denunciaba también a la legua al enemigo. «El hombre», murmuró Lanceolada. Y rápida como el rayo se arrolló en guardia. Al día siguiente la primera preocupación de Lanceolada fue el peligro que con la llegada del hombre se cernía sobre la familia entera.
Como se aprecia, está planteado el conflicto, la llegada del hombre es un grave peligro para la víbora y los demás animales de la selva. Hay que buscarle una solución a este problema.
Y es entonces cuando se presenta la tercera parte de las que forman el cuento, la llamada etapa del desenlace, y es donde se cuenta cómo finaliza toda la historia, el modo en que se resolvió el conflicto y cómo se desarrolla la vida a partir de estos últimos acontecimientos. Es decir, es el final del cuento. Y los finales pueden ser igual que muchos y terminar con la vieja frase de «… y fueron muy felices por toda la vida» o pueden ser de otras formas, pueden ser finales inesperados, aquellos que sorprenden al lector que estaba preparado para que las cosas sucedieran de una manera y suceden de otra, puede ser también un final llamado abierto, donde la acción no finaliza y tiene una continuación. En fin, que toda narración puede ser una verdadera «caja de sorpresas» de acuerdo al final que posea.
Es importante destacar que estos elementos no tienen obligatoriamente que venir uno detrás de otro y así hay cuentos que comienzan por el final, o arrancan desde el principio con el conflicto, lo cual los hace más originales y amenos. Observen el final del cuento de Quiroga a que nos estamos refiriendo y verán cómo se cumple el llamado final abierto:
Anaconda no murió. Vivió un año con los hombres curioseando y observándolo todo, hasta que una noche se fue. Pero la historia de este viaje remontando por largos meses el Paraná… la vida extraña que llevó Anaconda y el segundo viaje que emprendió por fin con sus hermanas sobre las aguas sucias de una gran inundación —toda esta historia de rebelión y asalto de camalotes―, pertenecen a otro relato.
Espero que mis consejos hayan servido para entender cómo es la estructura de un cuento, porque mi interés no ha sido enseñar a escribir cuentos, eso es imposible, una persona siempre podrá hacer un cuento cuando tenga algo que contar y alguien que esté dispuesto a oírlo, esa es la condición esencial.
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