Los descubrí e hice de ellos lo que se afirma el «mejor amigo del hombre», estar rodeada de libros no era un sueño, era una experiencia viva, frecuente en mí, las idas a la Feria del Libro no faltaron cada año, y siempre, en la abundancia de libros sentí dicha y satisfacción, hasta llegar a San Antonio del Sur, tras el paso arrasador de Oscar.
Han pasado los días, la recuperación extirpa desgracias, pero no puedo borrar feas imágenes de los días horrendos del diluvio. Llegué a San Antonio del Sur y desde la misma carretera, al exterior del local donde están enclavadas la biblioteca y librería municipales, me impactó y detuvo una montaña de libros húmedos, algunos en sus cajas, destrozadas también. El color amarillento de carátulas y páginas no es por antigüedad, sino por haber flotado en la inundación que anegó a este municipio costero.
Entonces alguien se me acercó, escogió uno entre el montón, «quizás se seque», me dijo con penosa ilusión. Destacaban los estantes huérfanos de obras impresas, profusos de suciedad, inservibles. Mientras la literatura yacía amontonada, inerte, sepultada por el lodo.
Aunque sucia, la marquetería de la biblioteca resistió el embate de Oscar, puertas y ventanas funcionan, felizmente. Pero «imagínese, la razón de ser nuestra, se ha perdido», decía con voz temblorosa, como soltando un nudo de su garganta, Yaniset Rojas Delgado, trabajadora de la Biblioteca Elifaz Calmell Matos. Se dolía del ambiente de destrucción: «Todos los estantes por suelo, las sillas llenas de fango, el agua llegó hasta el nivel de los ventanales».
«Cuando entramos –narraba– ya el agua había bajado, pero el lodo lo cubría todo; la mayoría de los bienes se perdieron, mesas, sillas; estantes en pie solo quedaron dos o tres, pero lo demás el agua lo destruyó, incluso el televisor y la computadora que teníamos», expresa.
«Con ayuda de nuestros colegas de la Dirección provincial de Cultura sacamos el fango, solas no podíamos, somos seis trabajadoras y todas fuimos afectadas, las tres menos perjudicadas somos quienes estuvimos dando el frente aquí», explica y reitera una y otra vez el agradecimiento a sus compañeros solidarios, y asegura: «Nos vamos a recuperar »… Y ya lo hicieron.
Colindante, la Librería Carlos Baliño perdió todos los libros, «Solo se salvaron algunos de la parte alta del almacén, aproximadamente dos cajas», expone Rojas Delgado.
Se observaban afuera, como señal de vida, unos pocos textos sobrevivientes, símbolos de la esperanza, del resurgir, como Alexei Merésiev, piloto en la Segunda Guerra Mundial, quien pierde los pies tras ser derribado su avión, pero se obliga a aprenderlo todo de nuevo y continúa en la conflagración, volando, hasta la victoria, convirtiéndose en Héroe de la Unión Soviética.
Página en blanco
La Biblioteca municipal Elifaz Calmell Matos y la Librería Carlos Baliño escriben un nuevo capítulo de su historia, comenzaron de cero y vuelven a prestar servicios con el concurso de todos, vecinos, instituciones y pueblo reestructuradores y donantes que hicieron renacer del barro las letras y el libro.
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Tomado de Periódico Venceremos
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