En mi primer viaje a la isla de Cuba, mayo de 2008, tuve la intención certera de buscarlo y entrevistarlo, pero no pudo ser, y me quedé con la espinita. Mi admiración profunda por el poeta y el ensayista que habitan en su estampa habanera, venía de los limpios poemas de Alabanzas, conversaciones (1951-1955). […] Siempre guardé la edición príncipe del primer libro de circulación, más o menos internacional, de Roberto Fernández Retamar, como uno de mis mayores tesoros, quizá como un buen augurio de que algún día lo conocería y conversaría con él sobre poesía.
En abril de 2009, durante una de aquellas noches que viví en Santo Domingo, en el marco de la Feria Internacional del Libro de República Dominicana, tuve la suerte de conocer personalmente a este cubano. […]
En mi segundo viaje a La Habana, a finales de junio, Roberto Fernández Retamar me recibió con los brazos abiertos, café y toda su amistad. Lo entrevisté por casi tres horas en su espacio de trabajo y creación, ese espacio que desde hace 50 años lo ha visto escribir, pensar, gestionar, editar, enseñar e imaginar: La Casa de las Américas, que en el 2009 cumplió 50 años de existencia.
Roberto, me gustaría que recuerde cuál fue su primer poema, el primero que escribió y el primero que publicó, y cuál es el más reciente que ha escrito.
No recuerdo cuál fue ese primer poema que escribí, recuerdo que me publicaron poemas a los 20 años en una revista de la Dirección de Cultura, se llamaba «Mensuario», y ahí en 1950 apareció el poema titulado: «Elegía como un himno» que tiene cuatro partes y algunos sonetos, que luego no recogí en ningún libro. Después, Tomás Gutiérrez Alea, ahora famoso como cineasta, me publicó un cuadernito.
No sé si es el más reciente, pero me gusta recordar como el poema más reciente que he escrito, uno titulado «Cuando», que aún no se ha publicado, y cuyo tema es el paso del tiempo, el tiempo…
Empecé a escribir cuando tenía 15 años, pero publiqué, por primera vez, a los 20 años, y no me arrepiento de eso, sería triste arrepentirse. En 1966 se publicó un tomo grande llamado Poesía reunida y ahí incluí poemas de 1948 y 1949, previos a los que aparecieron en el 50.
¿Cómo ha sido este camino en la poesía, qué le ha dado la poesía?
La poesía me dio una razón para vivir. El primer poema que a mí me impresionó profundamente fue de Julián del Casal, un poeta cubano magnífico, murió antes de cumplir 30 años, sumamente triste y melancólico; después de su muerte, encontré en un libro escolar ese poema de Casal y ahí me di cuenta de que el dolor y la pena pueden engendrar belleza.
Esto es muy importante porque es uno de los logros de la poesía, y en Casal lo sentí profundamente, entonces él era para mí un hermano mayor, yo tenía 13 años. Casal es una figura tutelar de Hispanoamérica, perteneció a esa generación de Rubén Darío, Lugones, Enrique González Martínez, Herrera y Reissig, fue uno de los que inaugura la poesía moderna en lengua española.
Poeta, si la poesía es su razón de vida, ¿cómo la define?
Un sabio cubano decía: «la verdad que no se puede definir es la más exacta». Intentar definir la poesía no me parece posible, pero sé que el ser humano no puede vivir sin poesía. Yo tengo algunos ejemplos curiosos de eso. En 1970 estaba en pleno apogeo la guerra de Vietnam, fui con un grupo de cineastas cubanos a filmar un documental de la guerra que padecía Vietnam y llegamos a Hanoi y presenciamos muchos bombardeos tremendos, y empecé a escribir poemas, poemas que después se convirtieron en un libro que se llama Cuaderno paralelo, y se llamó así porque sentía que había un paralelo entre Vietnam y Cuba, pues la guerra de Vietnam pudo haber sido la guerra de Cuba; pero lo curioso no es que yo empezara a escribir poemas al mismo tiempo, sino darme cuenta de que en los momentos de gran tensión el ser humano se va a la poesía, puede ser que esté enamorado, desenamorado, enfermo, moribundo, o que tema el olvido, la muerte o la guerra. En los momentos intensos el ser humano prefiere la poesía. Muchos piensan, apocalípticamente, que la poesía va a desaparecer, pues yo creo todo lo contrario, la poesía es cada vez más necesaria para el ser humano. Los poetas surgen por necesidad orgánica de la humanidad.
Uno escribe un poema
En el agujero del silencio
o sobre la algarabía descuidada infantil,
encontré un árbol solo con flor rosada
abriendo su caudal sobre la acera:
tenía la cresta contra la mañana del cielo,
y era como una mano, era como
un pensamiento amigo. Lo poseí
con tanta fuerza, que nos quedamos aun más solos
el árbol de flor rosada y mi alegría.
Pero luego pensé: triste, acaso imposible
y mis ojos, que atestiguan su perfección,
también le dan realidad. Y esta felicidad
mía, a solas, quizás es también imposible,
es como un árbol de flor sin embargo necesaria
que se desperdicia entre silencio y ruido,
inexistiendo tal vez, sin el ojo
que al mirarla, alegrándose,
la haga de veras. Entonces
uno escribe un poema.
Roberto Fernández Retamar nació el 9 de junio de 1930 en un barrio de La Habana llamado La Víbora. Hizo estudios de pintura y arquitectura, pero los dejó y se doctoró en Letras con una tesis sobre la poesía contemporánea en Cuba (1952), en la Universidad de La Habana. Su impecable trayectoria académica le permitió acceder a una beca para trasladarse a París y Londres, donde profundizó sus estudios en La Sorbona.
Profundo admirador de José Martí, Julián del Casal, César Vallejo, Unamuno, Alberti, Juan Ramón Jiménez, Lorca y desde luego, lector implacable de Jorge Luis Borges, Alfonso Reyes y Lezama Lima, Retamar se ha destacado como un brillante y respetado ensayista y un notable crítico literario. Entre 1957 y 1958 fue profesor en las universidades de Yale y Columbia. Ha ocupado puestos diplomáticos y fue elegido secretario coordinador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en 1961.
Ha cultivado un amplio camino en su oficio como editor, dirigió las publicaciones Nueva Revista Cubana 1959-60 y Casa de las Américas desde 1965. Fundó, junto a otras personalidades, la revista Unión (1962).
Obtuvo el Premio Nacional de Poesía por su libro Patrias en 1951, el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, el Premio Internacional de Poesía Nikola Vaptsarov de Bulgaria, el Premio Internacional de Poesía Pérez Bonalde, de Venezuela, el Premio de la Crítica Literaria por Aquí en 1996 y la Medalla oficial de las Artes y las Letras, otorgada en Francia, en 1998, entre otras distinciones. Fernández Retamar es también Premio Nacional de Literatura de Cuba.
Fundador —y director hasta 1986— del Centro de Estudios Martianos y de su Anuario. Es presidente de la Academia Cubana de la Lengua. Preside el jurado del XVII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Es también presidente del Consejo Asesor de la Oficina del Programa Martiano. Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Consejo de Estado.
La vasta bibliografía de Fernández Retamar inicia con Elegía como un himno: [ed. de Tomás Gutiérrez Alea] La Habana, 1950; Patrias. 1949-1951 (con dibujo de Felipe Orlando), La Habana, 1952; Alabanzas, conversaciones.1951-1955 (con dibujo de Felipe Orlando), México D.F., El Colegio de México, 1955. Vuelta de la antigua esperanza; En su lugar, la poesía; Con las mismas manos; Historia antigua. Luego, en 1966 aparece: Poesía reunida.1948-1965 (con portada de Fayad Jamís) y continúa con libros como: Buena suerte viviendo; Que veremos arder; Algo semejante a los monstruos antediluvianos; A quien pueda interesar; Cuaderno paralelo; Revolución nuestra, amor nuestro; Palabra de mi pueblo. Poesía 1949-1979; Circunstancia y Juana; Juana y otros poemas personales; Poeta en La Habana; Hacia la nueva; Hemos construido una alegría olvidada. Poesías escogidas (1949-1988); Mi hija mayor va a Buenos Aires; Las cosas del corazón; Una salva de porvenir; Aquí; Esta especie de poema. Antología poética; Versos, entre otros títulos que revelan el camino recorrido con maestría y sapiencia por este crucial poeta hispanoamericano.
Entre los libros de ensayos, en español, se destacan, entre otros: La poesía contemporánea en Cuba. 1927-1953; Idea de la estilística; Papelería; Ensayo de otro mundo; Introducción a Cuba; Calibán, famoso y destacadoensayo publicado en México, en 1971; Acerca de España. Contra la Leyenda Negra, Medellín, La Oveja Negra, 1977, y una decena de estudios que hanprofundizado en la obra y el pensamiento de José Martí, hasta el ensayo La poesía, reino autónomo, publicada por Letras Cubanas, en 2000.
Oyendo un disco de Benny Moré
Es lo mismo de siempre:
¡Así que este hombre está muerto!
¡Así que esta voz
Delgada como el viento, hambrienta y huracanada
Como el viento,
es la voz de nadie!
¡Así que esta voz vive más que su hombre,
Y que ese hombre es ahora discos, retratos, lágrimas, un
sombrero
Con alas voladoras enormes
¿y un bastón?!
¡Así que esas palabras echadas sobre la costa plateada de
Varadero,
Hablando del amor largo, de la felicidad, del amor,
Y aquellas, únicas, para Santa Isabel de las Lajas,
De tremendo pueblerino en celo,
Y las de la vida, con el ojo fosforescente de la fiera ardiendo
en la sombra,
Y las lágrimas mezcladas con cerveza junto al mar,
Y la carcajada que termina en punta, que termina en aullido,
que termina
En qué cosa más grande, caballeros;
Así que estas palabras no volverán luego a la boca
Que hoy pertenece a un montón de animales innombrables
Y a la tenacidad de la basura!
A la verdad, ¿quién va a creerlo?
Yo mismo, con no ser más que yo mismo,
¿No estoy hablando ahora?
Sus influencias literarias provienen de la poesía hispana, alemana y francesa, pero sin duda, uno de los escritores universales que más han influido en su obra ha sido Jorge Luis Borges, además, se debe a usted que Cuba conociera al poeta Borges. Cuénteme Roberto, ¿cómo fue su relación con él, su amistad?
Bueno, mi amistad con Borges se limitó a una tarde, así que no fue una amistad muy espesa. Lo que sucede es que desde que yo era muy jovencito leía a Borges y veía con mucho placer su literatura: primero lo leí como traductor de Kafka, después lo leí como antólogo de literatura policíaca. Poco a poco fui entrando en su obra, sus ensayos y su poesía que me parece magnífica, de primera línea realmente.
Gracias a ese encuentro con Borges, un día de septiembre de 1985, pude convencerlo de publicar una antología de su poesía en Cuba, él era muy hostil a la Revolución cubana; incluso lo invité a venir a Cuba y me dijo: «no, no, no, yo estoy contra los comunistas imparcialmente». Conversamos y yo le citaba partes de sus obras y comenzamos a charlar y luego me autorizó publicar la antología. Yo le dije: «Mire, Borges, no le podemos dar dólares pero le podemos mandar libros raros, cuadros…», y él me dijo: «A mí no me interesa el dinero». Y así fue, nunca le pagamos un centavo y mira que la antología se reedita a cada rato, por suerte estaba presente María Kodama, con quien él iba a casarse, y ella fue testigo de esas anuencias de Borges. María se ha portado muy bien con nosotros, nunca ha reclamado.
¿Han invitado a Cuba a María Kodama?
No, no lo hemos hecho, habría que invitarla, es una buena idea. Pero Borges me habría encantado que viniera. ¿Sabes quién estuvo en Cuba, cuando era un muchacho? Bioy Casares, posiblemente estuvo en el año que yo nací, llegó con su familia y hay un cuento de él que transcurre en La Habana.
Luego, me carteé con él y lo invité a que viniera nuevamente, él tenía estupendos recuerdos de Cuba, pero no regresó porque su esposa, Silvina Ocampo, estaba muy enferma.
¿Cuál es el libro de Borges al que siempre regresa?
Bueno, con Borges el ideal es siempre regresar a las Obras Completas, por cierto, las obras completas de Borges no son las obras completas de Borges. Él publicó en la década del 20 tres libros de ensayos, muy interesantes, uno se llama: Inquisiciones; otro, El tamaño de mi esperanza; y el otro, El idioma de los antiguos. Y él no publicó ni una sola página de esos libros en sus obras completas, que son obras incompletas. El primer libro de poemas de él, que se llama Fervor de Buenos Aires, me contó que lo modificó enormemente.
Yo escribí alguna vez que con todo lo que Borges rechazó de sus obras completas, sería feliz cualquier escritor. Bueno, tras su muerte ha sido publicado todo, incluso en exceso. Creo que un autor tiene derecho a no publicar todo, creo que, en general, no es bueno que un autor publique toda su obra.
Rubén Darío se quejaba de que se publicaban todas las obras completas de un autor y eso le pasó a él, pues, aunque Darío era un poeta prodigioso, también de él se publicaron sus poemas malos, como los de ocasión, de brindis y actos.
Yo tenía esos tres libros de Borges que he mencionado, dos de ellos, los compré en el año 1957-1958, cuando era profesor en la Universidad de Yale; entonces se podían comprar libros importantes, como los de Borges, por unos pocos centavos.
Me gustaría mucho que me cuente sus recuerdos y cercanías con el poeta nacional de mi país, Jorge Carrera Andrade.
Bueno, yo había leído mucho a Carrera Andrade antes de conocerlo. En 1957, cuando era profesor en Yale, fui a dar una conferencia que se llama: «Situación actual de la poesía hispanoamericana» en Nueva York, y ahí fue que conocí a Carrera Andrade.
Un poeta muy importante realmente, en algunos escritos míos cito cosas de su libro: Rostros y climas. Luego, durante el año 1960, Carrera Andrade era el representante de Ecuador ante la UNESCO en París y hacíamos un trío con Octavio Paz, que era el encargado de negocios en México, Jorge Carrera Andrade, y yo, que era Consejero Cultural de mi país.
Entonces, Carrera Andrade, no sé por qué, me dijo que tenía relaciones con China y que él podría servir de puente entre Cuba y China. Era un hombre políticamente muy progresista. Carrera Andrade es un gran poeta, un gran ser humano y me da mucha alegría que se lo reconozca así y se lo lea en todo el continente. Lo leí con mucha admiración, lo sigo admirando y leyendo; además, era un comentarista de poesía muy agudo. Las relaciones personales se dieron en el transcurso del año 1960, pero yo lo leí siempre y lo sigo leyendo con mucha admiración.
Con quien tiene una relación personal estrechísima es con el maestro Jorge Enrique Adoum, cuénteme de sus afinidades y proyectos conjuntos.
Sí, claro, con Jorge Enrique somos muy amigos, somos además de la misma generación y no te olvides que Jorge Enrique fue el Primer Premio de Poesía Casa de las Américas. Nuestra amistad es más profunda y hemos compartido mucho más. También mantengo cierta relación con Julio Pazos, otro ecuatoriano Premio Casa de las Américas, él también es un interesante comentarista de poesía.
Cuénteme de sus recuerdos y de sus relaciones con Alfonso Reyes y con Lezama Lima, dos cruciales escritores para el territorio del castellano que usted conoce a fondo.
A Lezama lo leí por primera vez cuando tenía 17 o 18 años de edad. Luego, un pintor extraordinario cubano me regaló un ejemplar de Orígenes.
Por el año 1948 se publicó una antología muy buena que hizo Cintio Vitier, que se llamó: 10 poetas cubanos. Eran los poetas que después se conocieron como el Grupo Orígenes, no todos los poetas tenían el mismo nivel, pero así entré en relación con Lezama, antes de conocerlo personalmente. Había conocido a Cintio Vitier y a Fina García Marruz, dos grandes poetas. Cintio está en este momento muy enfermo, lo cual es muy doloroso para mí.
Luego, un amigo me llevó a conocer a Lezama y con gran generosidad él me publicó varios poemas en Orígenes. He escrito varias veces sobre Lezama, largos estudios sobre la poesía de Lezama, uno de ellos está en el libro recientemente publicado titulado: La poesía contemporánea en Cuba.
Con motivo de mis viajes a París, Londres o Estados Unidos, Lezama me escribió cartas magníficas que yo reproduje después en un trabajo que se llama: Un cuarto de siglo con Lezama. Ahí están esas cartas y tuve un privilegio tristísimo, pues fui el único de sus grandes amigos que estuvo con él las vísperas de morir, que pudo conversar con él, pero no me despedí de él porque no pensé que estuviera grave.
Quien dijo las palabras ante la tumba de Lezama fue Cintio Vitier, yo tuve que viajar a Hungría, no pude hacerlo, y después publiqué Adiós Lezama en la Revista Casa.
Lezama fue un poeta que no se contentó con hacer de su obra una obra grandiosa, sino que tenía un sentido coral de la poesía y de la cultura. Desde muy joven participó en revistas con sus poemas y publicando siempre a otros poetas. La primera revista de Lezama, en la que fue secretario, se llamó Verbum. Ahí publicó su primer gran poema: «Muerte de Narciso».
Tiempo después, publicó una revista que se llamó Espuela de Plata y otras revistas, claro, la más importante fue Orígenes que apareció desde 1944 hasta 1956. Los primeros poetas jóvenes publicados en Orígenes fuimos Fayad Jamís y yo. Por supuesto, los poemas de Fayad son infinitamente mejores que los míos, él es un poeta extraordinario.
¿Qué atesora de la gran amistad que mantuvo con Fayad Jamís?
Fayad fue un hermano, un poeta espléndido, un gran pintor, un gran ser humano, realmente un gran poeta. Cuando estaba enfermo yo le pedí que viniera a ocuparse de la editorial de la Casa de las Américas, porque, además, era un editor espléndido, sobre todo de poesía. Era un hombre silencioso y modesto. Sabía que era un gran poeta y gran pintor. Yo quise engañar a la muerte, como en el cuento «Francisca y la Muerte» de Onelio Jorge Cardoso, y traer a Fayad aquí a la Casa a trabajar, pero desgraciadamente la muerte ganó la partida.
Él tenía un tipo de cáncer que podía ser más lento, pero en su caso no se pudo detener la agresividad de la enfermedad. Me tocó el triste privilegio de decir las palabras ante la tumba de Fayad. Yo creo que Fayad publicó el primer gran libro de poesía de nuestra generación que se llamó Los párpados y el polvo, un libro precioso publicado en el año 1954.
Tenía amigos de una bohemia intensa y de gran humildad en su manera de vivir, con muchas limitaciones materiales; sus amigos eran muy pobres también y pasaban hambre; eran: Pedro de Oraá y Luis Marré, que acaba de obtener el Premio Nacional de Literatura. Había una gran figura de la cultura y el espíritu cubano que se llamaba Agustín Pi, él era el punto de unión entre Orígenes y los poetas hambrientos y bohemios, siempre los ayudaba. Agustín no escribió, pero era el espíritu, era la transparencia en el aire de Orígenes. Hizo de la amistad un culto.
Hábleme más de ese Lezama con enorme sentido coral de la poesía y la cultura.
Lezama tenía una construcción coral no solo de la poesía, sino también de la cultura, porque no solo se dedicó a su obra sino que también se concentró en impulsar y publicar lo bueno que estaba en torno suyo, primero a los del grupo Orígenes, pero también se dirigió a escritores mayores, porque publicó a Alejo Carpentier y Dulce María Loynaz, y por otra parte a los más jóvenes como Fayad, Pablo Armando Fernández y yo mismo.
Lezama tuvo una vida muy singular, cuando no había cumplido 20 años participó en una manifestación famosa en Cuba, el 30 de septiembre de 1930; los jóvenes salieron a protestar contra el tirano de turno llamado Machado, la policía los reprimió y uno de los manifestantes murió, se llamaba Rafael Trejo; en esa manifestación se dice que participó jadeante y decidido José Lezama Lima.
Lezama era asmático y luego él contó, recreándola y reinventándola, la manifestación en su novela Paradiso. Lezama me contó que él pensaba que luego de la muerte de Trejo lo iban a escoger para escribir el manifiesto y me dijo que sintió mucho que no lo escogieran. Lezama siempre conservó ese espíritu revolucionario que vivió aquella mañana del 30 de septiembre de 1930.
Joseíto vivía para la poesía y el espíritu, con apenas unos pesitos. Es el gran poeta que la lengua española ha producido. Fue muy combatido en vida, pues mucha gente quería publicar en su revista y quienes no publicaban se declaraban sus enemigos. Por cierto, hay algo que no se dice porque no se sabe mucho, y es que ya en sus últimos años a Lezama le costaba mucho trabajo movilizarse y fue cuando pasó a ser parte de la nómina de trabajadores de la Casa de las Américas. Haydée Santamaría lo incluyó en la nómina y Lezama murió como trabajador de la Casa, él solo firmaba y cobraba su sueldo; todo esto gracias a esa mujer maravillosa que fundó la Casa de las Américas.
Para mí todos los recuerdos de Lezama son gratos. Hay un recuerdo más que me gusta contar, ya que cuando nació mi primera hija, quizá luego, cuando ya tenía uno o dos años, Lezama fue a darle la cucharita del paladeo, una cucharita de plata que es la primera cucharita de la niña, y la niña estaba en su cuna y Lezama empezó a hablarle como si ella fuera un adulto, y la niña lo miraba con los ojos inmensos, y de pronto le vino el asma y la niña le dijo: «más». Ella estaba hechizada. Tengo dos hijas y tres nietos. La primera hija es sicóloga y la segunda es médica y narradora.
¿Y su relación con Alfonso Reyes, cómo fue?
A Reyes también lo había leído, igual que en el caso de Lezama, de Carrera Andrade, de Borges y de Octavio Paz. Le mandé un cuadernito mío, ese que se llamó: Elegía como un Himno y él me lo agradeció con una cartita. Esto fue en el año 1951, ya en agosto de 1952 me casé y el mismo día que nos casamos fuimos a México a pasar la luna de miel, ahora tenemos 57 años de casados con Adelaida, es alucinante.
En México teníamos un gran amigo pintor: Felipe Orlando, y él nos esperaba allí y nos llevó a la casa de Reyes, que era una biblioteca, la llamaban «La capilla alfonsina»; luego escribí un artículo sobre el encuentro con Reyes. Mantuvimos una correspondencia que comenzó en 1952 y terminó en 1959 y que después publiqué.
Para mí siempre ha sido un maestro, mi gran maestro. Mi encuentro con Borges fue facilitado por Reyes y porque yo se lo citaba muchísimo, pues Borges admiraba mucho a Alfonso Reyes. Eran dos figuras que se admiraban mutuamente; a pesar de que los separaban muchos años, eran muy afines. O sea, que es bastante natural que yo admirara y leyera a Borges, a Reyes y a Lezama y a Octavio Paz.
Con Octavio Paz hice una amistad preciosa, esto fue en el año 1960, me ayudó mucho en el tema del manejo de la diplomacia en esos años difíciles para Cuba, por desgracia luego se separó de la revolución, se volvió muy hostil. También se publicaron las cartas de Octavio para Lezama, para Fina y para mí, bajo el nombre de: Epistolario cubano para Octavio Paz.
Ellos han sido mis referentes y amigos: Lezama, Cintio, Paz, Fina, Fayad. Ya que estamos hablando de estas grandes personas, también debo mencionar a los amigos de la revolución y míos tan entrañables como Julio Cortázar y Roque Dalton.
Roberto, ¿cómo evalúa actualmente el estado de salud del que goza la poesía cubana? ¿Cuáles son los poetas contemporáneos que destacaría dentro de lo que se escribe en la Isla?
Bueno, yo quisiera conocer más de lo que se escribe en Cuba ahora, quizá en la medida en que la conozco, creo que diría que goza de buena salud.
De los poetas de 20 años es difícil que un anciano como yo los conozca, los que conozco son muy buenos. De manera que hacer una antología de la nueva poesía cubana resulta complicado porque son muchos y muy buenos.
Y fuera de la Isla, ¿cree que están escribiendo bien esos escritores cubanos de la diáspora?
Conozco mucho menos a los escritores que están fuera.
El oficio de la escritura es su vida. Es profesor, escritor, ensayista, traductor, también ha sido editor, compilador. Pero me gustaría que me confesara en qué aguas se siente más confortable. ¿Cuál es el género en el que más realizado y completo se siente?
Los poetas dicen: Retamar es un buen ensayista y los ensayistas dicen: Retamar es un buen poeta. Mi primer amor y mi gran amor es la poesía.
Creo que buena parte de mi ensayística viene de mi veta poética, pero los ensayos, a diferencia de los poemas, uno se puede proponer escribirlos.
Al menos yo nunca he podido proponerme escribir un poema. Los poemas llegan o no llegan, por cierto, hace tiempo que no llegan y estoy bastante preocupado.
Son como pájaros que entran por la ventana y uno tiene que abandonar lo que está haciendo y simplemente escribir porque si no se van.
Entonces, en este momento la poesía no está siendo piadosa con usted, ¿ya no cree que la Poesía es la Piadosa?
La Piadosa. Yo creo que he sido injusto con el ensayista que soy, durante mucho tiempo me negaba a reconocerme como ensayista. Creo que hay cosas buenas y que no debo maltratar mis ensayos y, una es el alma poética que se manifiesta en ellos, aunque de manera rara. Me ha sucedido, a veces, que quiero escribir un ensayo y me sale un poema, o al revés.
Cuando se cumplió el centenario del poeta Saint John Perse, en Francia, Gallimard publicó un libro que se llama Cartas a la extranjera, entonces las cartas en cuestión eran a una dama cubana, el amor secreto de Perse.
Yo no sabía quién era y no había ni historia, ni biografía de ella, y de repente era una cubana casada y era la amante del gran Perse. Lo más tremendo, pues me impresionó muchísimo, fue que, en París, en diciembre de 1955, yo vivía en la Casa de Cuba en París y la señora que dirigía esa casa me llamó para que fuera, en representación de la Casa, al entierro de esta señora, amante secreta de Perse, pues la Casa de Cuba fue un regalo de la familia de esta señora. Lo que supe, maravillado, es que yo estaba en el entierro de la amante de Saint John Perse. Y bueno, no me salía el ensayo que debía escribir y luego me salió un poema. El poema que hice está en el libro que se llama Aquí. Bueno, yo eché las rosas en el féretro de la amante de Perse, lo hice a nombre de Alexis para su amada Lily. Perse no se casó, mientras ella vivió, él se casó ya de 70 y tantos años. Siempre la esperó, fue un amor tremendo y la correspondencia es de un amor impresionante.
Felices los normales
Felices los normales, esos seres extraños.
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.
Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.
Esta Cuba de ahora, ¿es la Cuba que soñó?
Yo tenía 28 años en el triunfo de la revolución, ya era un adulto, un adulto joven pero ya era un adulto que había viajado a Europa, había sido profesor en La Habana y en Yale, si hubiera muerto en ese momento habría tenido una pequeña vida hecha. Para mí, la revolución fue un renacer maravilloso, han pasado 50 años y la revolución ha hecho cosas espléndidas y algunas cosas malas también, como es natural y como toda aventura humana. Pero yo soy un mal testigo porque vi el nacimiento y me deslumbré y sigo deslumbrado por la Revolución, a pesar de los errores y de las dificultades.
En este momento, muy difícil momento, no solo atribuible a Cuba sino a la crisis mundial, creo que esta es mi revolución, no la idealizo, no creo que todo lo que ha hecho está bien, pero creo que la mayor parte de lo hecho ha sido bueno, es lo mejor que le podía pasar al país; y es la revolución que varias veces se intentó, es la que intentó Martí, la que soñó Lezama también y es la que triunfó y que sigue adelante en medio de grandes dificultades.
La mayor de las dificultades seguramente es el hecho de estar bloqueados durante casi más de medio siglo por la potencia más poderosa del mundo. Qué más puedo decirte. Aquí están mis hijos, mis nietos, mis amigos, mi familia; veo distintas generaciones y miradas, distintas maneras de irse acercando a la revolución y a la realidad.
La realidad de esta revolución no puede ser la misma para mí, que para ti o para mis nietos. Hay que respetar los criterios, a veces, son coincidentes, a veces no.
¿Qué le falta por hacer, querido Roberto, qué libro le falta escribir o qué lugar admirar?
Quisiera morir en un avión incendiado y atacado por un gusano… En fin. Quizá tener una muerte así, pues mi vida ha sido una buena vida, desde muchacho, he padecido también porque soy un adolescente atormentable, después, un hombre maduro atormentado, pero espero que se demore un poquito más la muerte.
Antes de terminar quisiera preguntarle: ¿cuál es el secreto para un matrimonio largo y feliz como el suyo?
Bueno, te diré que es un mérito absoluto de la esposa, mi mujer es el monumento a la resistencia total. Las mujeres cubanas merecen muchas medallas, la mía las merece. Luego de 40 años de matrimonio, mucha gente bromea y dice que eso ya no es matrimonio, sino incesto. Mucha gente me dice que escriba mis memorias y hable del matrimonio, pero yo les digo que me he pasado escribiendo toda mi vida mis memorias porque mi poesía es totalmente autobiográfica, claro, con algunos inventos, pero es la poesía de mi vida.
***
Al despedirnos, le pregunto por su barrio, y me cuenta muy entusiasmado que en La Víbora están muchos encendidos recuerdos, pero que más de medio siglo ha vivido en El Vedado y que ambos barrios son sitios que no puedo dejar de visitar.
En La Víbora están las mejores imágenes de su infancia y adolescencia y la presencia pura e intacta de su madre, otro de sus grandes amores, y en El Vedado nacieron sus hijas y nietos, sus otros amores.
Y nuevamente, la poesía vuelve a sus manos y a sus ojos (…) revelando que ella, la Piadosa, la Poesía es su verdadero primer y gran amor.
Con las mismas manos
Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una
escuela.
Llegué casi al amanecer, con las que pensé que serían ropas de trabajo,
Pero los hombres y los muchachos que en sus harapos esperaban
Todavía me dijeron señor.
Están en su caserón a medio derruir,
con unos cuantos catres y palos: allí pasan las noches
ahora, en vez de dormir bajo los puentes o en los portales.
Uno sabe leer, y lo mandaron a buscar cuando supieron que yo tenía
biblioteca. (es alto, luminoso, y usa una barbita en el insolente rostro
mulato.)
pasé por el que será el comedor escolar, hoy solo señalado
por una
zapata.
Sobre la cual mi amigo traza con su dedo en el aire ventanales
y puertas.
Atrás estaban las piedras, y un grupo de muchachos
Las trasladaban en veloces carretillas. Yo pedí una
Y me eché a aprender el trabajo elemental de los hombres elementales.
Luego tuve mi primera pala y tomé el agua silvestre de los trabajadores,
Y, fatigado, pensé en ti, en aquella vez
Que estuviste recogiendo una cosecha hasta que la vista se te nublaba
Como ahora a mí.
¡Qué lejos estábamos de las cosas verdaderas,
amor, qué lejos —como uno de otro!
La conversación y el almuerzo
Fueron merecidos, y la amistada del pastor.
Hasta hubo una pareja de enamorados
Que se ruborizaban cuando los señalábamos, riendo,
Fumando, después del café.
No hay momento
en que no piense en ti.
No quizás más,
y mientras ayude a construir esta escuela
con las mismas manos de acariciarte.
***
Tomado de: QUIPUS. Revista Andina de Letras
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