Amanece y llega la inspiración. Lo mismo toma las riendas de la finca familiar con las botas bien ajustadas y el sombrero hasta media frente, que realiza un duelo desafiante con la cuartilla en blanco. Roberto Javier González Rodríguez se deja arrastrar por los instintos, necesidades, placeres… En cada actividad se encuentra y solo de esa forma es capaz de regalarle al resto del mundo los muchos universos que lo habitan.
«El trabajo en el campo es liberador». Confiesa quien más allá del surco ha aprendido a esculpir estructuras lingüísticas y egresó como Licenciado en Contabilidad y Finanzas y continúa: «El debate entre la vida del campo y la ciudad es intrínseco en mí. Creo que es mi pretexto perfecto para que nazcan buenas historias, para estimular a la imaginación».
«Mi libro Pájaros enjaulados era una deuda para celebrar mi pedacito del mundo La caoba, la finca de mi padre. La suelo comparar con Macondo, mi lugar de concentración, de carga espiritual», añade quien se considera un devoto de las letras del Gabo.
Mas su historia no inicia con los recientes sendos reconocimientos que se robó varios titulares de interés para las letras cubanas al merecer la Beca de Creación Literaria «La noche boca arriba» de la Asociación Hermanos Saíz en Guantánamo, y ganar en Camagüey el Concurso Bustos Domecq, también convocado por la organización que camina hacia su Cuarto Congreso, sino que germinó en 1995 en el pedazo de tierra emplazada en los predios de El Corujo, en el municipio de Cabaiguán. Allí el entonces niño se percató que debía buscar ayuda para aprender acomodar las muchas historias que brotaban de su cabeza con la misma salud que las plantaciones de su padre.
Para mí el taller literario Rubén Martínez Villena, de Cabaiguán, es sinónimo de casa porque fue el primer lugar donde se escucharon mis textos y donde forjé amistades para toda la vida. La tutela de varios profes como Jorge Silverio ha sido fundamental. Cuando se lee ahí, más que tallerear, sientes comodidad, paz y ¿por qué no? hasta un espíritu de confesionario porque se dicen las culpas y dolores que te generan las historias. En ese espacio te reciben con sonrisas y abrazos.
Heredero de una tradición sostenida en ese llamado «pueblo con suerte» por la cantidad de escritores que ha dado a Sancti Spíritus, Cuba y el resto del orbe, ya la obra de este joven cabaiguanense ha sido aplaudida en certámenes del patio e internacionales. Se ha leído en esta Isla, México y Argentina.
Al Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en La Habana, lo resumo como magia. Cuando cursas estudios allí se nota un antes y un después en tu obra. En mi escritura están sus manos. No te enseñan solo a interpretar sino a cómo usar mejor las técnicas narrativas, cómo construir una historia, cómo llegar de la forma más concreta y aterrizada a los lectores. Mejoras como escritor y como ser humano. También se forjan amistades para toda la vida, porque coinciden jóvenes con aspiraciones similares y amor desmedido por la literatura.
Al unísono de esas enseñanzas responsables de su primer libro Los ojos tras la ventana, publicado por la Editorial Primigenios en 2021, han llegado muchas otras alegrías: otro texto en la larga lista de espera para ver la luz por la Editorial Luminaria, de Sancti Spíritus y los dos recientes reconocimientos por el cuento En algún lugar de la tierra, aplaudido por la Beca de Creación Literaria y Pájaros enjaulados, ovacionado por el jurado convocado por la AHS en la tierra de tinajones.
Agradezco a quienes apostaron y creyeron en ambos textos. Estas posibilidades gestadas por la organización de vanguardia a la que pertenezco impulsan las ganas de escribir y al talento joven de Cuba.
La AHS es casa también. Ha significado una valiosa puerta que se abrió hace unos años. Estoy muy agradecido del equipo de la sección de literatura de la filial espirituana porque sin dudas me ha mostrado nuevos horizontes. Aprovecho para decirles a otros jóvenes artistas que se acerquen a ella. Es un regalo, porque estás rodeado de muy buenas personas. Nuestra presidenta en la provincia Lil Laura Castillo está al tanto de todo nuestro quehacer.
En Roberto Javier González Rodríguez no solo coexiste el antagonismo del hombre con manos capaces de hacer parir la tierra y de escribir con una infinita sensibilidad; además, apostó por convertirse en todo un profesional de los números. Las finanzas de la Empresa Refinería de Petróleo Sergio Soto de Cabaiguán en estos momentos también son responsables de espabilar sus musas.
La contabilidad exige poder de análisis y observación, igual que el que necesitamos los escritores. Aunque muchas personas no lo crean tienen puntos concomitantes. He intentado mezclar en una historia la contabilidad, pero ahí aun no me ha funcionado. Mi pasión por esa ciencia me ha llevado a dar clases en el Centro Universitario Municipal de Cabaiguán a los futuros contadores y se ha convertido en una verdadera escuela que disfruto mucho.
Escribir nos obliga a investigar y reinventarnos. Por eso, no podemos quedarnos solo en un estilo a la hora de crear. La imaginación e investigación van juntas en la creación. De ahí que en mi nuevo libro pruebo un realismo más crudo para salir de mi zona de confort.
En cuestiones de versos me considero un atrevido porque soy narrador. Reconozco que me faltan estudios, lecturas. Cabaiguán ha dado excelentes poetas. La poesía nace de una imagen. Tres versos pueden ser una pedrada. En la narrativa tienes mucha más tela y espacio. A veces se me va un poco de narrador en la poesía, por eso sigo trabajando y leyendo.
Desahogadas las botas y con la marca del sombrero tatuada en la frente, ficción y realidad se adueñan de la cuartilla en blanco. Son esas las máximas con las que Roberto Javier González Rodríguez deja caer los dedos sobre el teclado que delata las huellas de sus esencias.
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Tomado de la web de la AHS.
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