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Doña Bárbara– Rómulo Gallegos
Dicen que Juan Vicente Gómez no sabía leer pero se enteró de que andaba por ahí una novela titulada Doña Bárbara, escrita por un joven maestro caraqueño, y se la hizo leer por sus ministros en su mansión de Las Delicias en Maracay, donde vivía porque no le gustaba Caracas. Como estaban en el porche de la mansión y se hacía de noche, Gómez pidió a sus ministros que prendieran las luces de los carros para continuar la lectura. Los ministros se turnaban para leer y así fue que llegaron al final de la novela.
— Este libro es muy bueno para ser contra mí. Dicen que dijo Gómez al finalizar la lectura. Y como prueba de su entusiasmo le regaló una senaduría a Rómulo Gallegos, el autor. Gallegos la rechazó y se lanzó al exilio como prueba de su postura irreductible contra el dictador tachirense.
Cada 2 de agosto celebramos el cumpleaños de Rómulo Gallegos (Caracas, 1884-1969) para recordar a uno de los venezolanos más ilustres de todos los tiempos. Gallegos vivió muchas vidas en una, no solo es uno de los escritores contemporáneos más importantes de Venezuela sino que fue un destacado dirigente político de su generación y precursor de la Venezuela democrática que hoy añoramos.
Llegó a ser presidente de la República por un breve periodo de apenas nueve meses, de febrero a noviembre de 1948, en las primeras elecciones libres que se hicieron en Venezuela tras los 27 años de dictadura gomecista. Luego del golpe de Estado de Marcos Pérez Jiménez, marchó de nuevo al exilio. Regresó a Venezuela tras la caída del dictador militar.
Además, este año celebramos los 90 de la publicación de Doña Bárbara, que representa una de sus más importantes novelas, aunque algunos investigadores de literatura venezolana —como Juan Liscano— señalan que Canaima puede ser más importante por su «aliento cósmico». De todos modos, coinciden en que es la obra cumbre del movimiento criollista en Venezuela.
Doña Bárbara: A 90 años de una novela erótica y policial
Más allá de clasificaciones literarias, la importancia de Doña Bárbara es que en esta novela, como en ninguna otra, Gallegos despliega un profundo conocimiento del venezolano, su psicología y sus circunstancias, eso que los románticos llamaban el Volkgeist o espíritu de un pueblo, la idiosincrasia o forma de ser colectiva.
En Doña Bárbara están presentes todas las claves de la tragedia que vive hoy Venezuela y que provienen del pasado violento de la nación. Representa, como bien han señalado, el triunfo de la barbarie sobre la civilización. Para Gallegos, maestro de juventudes, la civilización era la convivencia democrática, respetuosa de la libertad, de las instituciones y del estado de Derecho, mientras que la barbarie representaba la persistencia de lo peor del siglo XIX, la viveza criolla que nos ataba al atraso, a la miseria y a la mediocridad.
La supremacía de hombres armados que buscan imponer a la mayoría sus violentos designios, el desprecio a la cultura y al conocimiento, el caciquismo y el caudillismo heredados de la guerra de independencia, la presencia de hordas de hombres violentos que imponen su ley y saquean los recursos que son de todos, todo esto lo plasmó Gallegos en esta novela magistral que tiene la mayor vigencia hoy.
Doña Bárbara se puede leer como una historia de amor, como una novela policial o como un manifiesto político, de hecho, en ella está contenido el programa que llevaría a cabo Gallegos desde la presidencia: Reforma Agraria, educación, sanidad y vialidad. Nada más hacía falta en el país agropecuario que era la Venezuela de comienzos del siglo XX, cuando aún la explotación petrolera no había logrado que la mayoría de la población viviera en ciudades.
Doña Bárbara es una mujer de origen indígena que, violada y abusada en su juventud, se convierte en su madurez en la devoradora de hombres, una hembra resentida que busca vengarse en todos los machos del daño que le hicieron de joven. Ella no cree en leyes, sino la ley del llano, aquella que le permite convertirse en una latifundista a costa de robar a los vecinos reses y terrenos. De noche manda a sus secuaces a mover los palos de las alambradas, siempre un poco más allá y así se va haciendo dueña de inmensos terrenos y ganado.
Hasta que llega desde la capital Santos Luzardo, abogado y dueño de un hato contiguo que le pone freno mostrándole su apego a las leyes, su convicción en el imperio de la justicia. Ante la determinación del recién llegado, Doña Bárbara se repliega.
Hay en la novela personajes que vemos pulular en diversos escenarios: el militar que contrabandea y expropia tierras o fábricas; el burócrata que vive de hacer chanchullos y no le importa traficar con el hambre del pueblo; el sicario que asesina y tortura por dinero; las hordas que saquean, violan y matan; el magistrado venal que negocia sus sentencias; el político que habla bonito pero se vende al mejor postor.
Pasa en Doña Bárbara, pasa en la vida real
Todos estos personajes que habitan en las páginas de Gallegos los vemos hoy en día. Pero también están los humillados y ofendidos, los abnegados, las valientes luchadoras, las madres coraje, los miles de anónimos que salen cada día a pelear no solo por su sustento sino para mantener en pie la dignidad de pertenecer a un país llamado Venezuela, aunque lo hayan querido descuartizar.
Lamentablemente, al final la barbarie alcanzó a Gallegos cuando, en junio de 2016, siendo alcalde del municipio Libertador Jorge Rodríguez, la tumba del escritor y la de su esposa Teotiste fueron profanadas en el Cementerio General del Sur de Caracas. Asimismo, el premio literario que llevaba su nombre, y que fuera ganado por dos premios Nobel, fue eliminado por un oscuro burócrata de cuyo nombre no quiero acordarme.
Pero, así como en la novela el desenlace es optimista, el del drama venezolano también lo será porque al final: «las cosas vuelven al lugar de donde salieron…».
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Texto tomado de Efecto Cocuyo. Periodismo que ilumina.
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