
Samuel Feijóo es un personaje real de nuestra literatura y es, al mismo tiempo, una leyenda que se acrecienta, como su obra, en el tiempo. Es él no solo una personalidad de la cultura cubana, también uno de sus personajes más distinguidos. Y lo señalamos así por la significación de una y otra palabra, en cada una de las cuales encaja perfectamente el ilustre escritor y artista.
Su quehacer profesional abarca varias décadas, pero su impronta se extiende por toda la centuria y llega a nuestros días. Feijóo llevó una vida real a la cual se entremezclan episodios, anécdotas, mitos e invenciones que lo convierten en un gran rompecabezas en que todos aquellos que lo conocieron pueden incorporar una pieza dentro del conjunto de su obra.
Nació el 31 de marzo de 1914, en San Juan de los Yeras, hoy Consejo Popular perteneciente al municipio de Ranchuelo, provincia de Villa Clara. De tierra adentro, la nación reconoce en él a un autor de raigal cubanía, expresada en su obra y en su vida.
Es vasta la producción literaria de Samuel Feijóo. Y llama la atención que así sea en quien tuvo una formación básicamente autodidacta, marcadamente enfocada hacia el conocimiento de las tradiciones populares, su rescate y preservación, para lo cual tuvo que andar mucho, observar, estudiar y escribir —también dibujar— con la tenacidad de un enamorado de la cultura popular.
Una de sus labores más encomiables fue la realizada en el orden editorial en la Universidad Central de Las Villas Marta Abreu. Fundó y dirigió las revistas Islas (1958-1968, fecha en que deja de trabajar en la Universidad Central) y Signos (1969-1985), ambas muy personales, con su sello, una y otra importantes por sus textos y la presencia de la plástica en ellas.
Numerosos libros y revistas dan cuenta de su quehacer, pero más que en el número de estos, radica el mérito en cuanto descubren y salvan para la cultura nacional, y en ello se percibe la huella del trabajo febril de Feijóo.
Poeta (incluido en la antología La poesía cubana en 1936, preparada por Juan Ramón Jiménez), cuentista (mención honorífica en el concurso Hernández Catá de 1950 y Premio Luis Felipe Rodríguez de la UNEAC en 1975 por su libro Cuentacuentos), novelista —recuérdese su popular novela Juan Quinquín en Pueblo Mocho, después llevada al cine—, ensayista (con estudios sobre la evolución de algunas formas estróficas), traductor del idioma inglés, editor, periodista (colaborador en Carteles y Bohemia, entre otras revistas), pintor (expone sus pinturas, acuarelas, dibujos…) y sobre todo un folclorista, un etnólogo que nunca se cansó de indagar y recorrer los campos, de escuchar y recopilar leyendas, mitos, formas de expresión, dicharachos, refranes, trabalenguas, adivinanzas, décimas, cuartetas, fábulas… todo cuanto reflejara la idiosincrasia, sabiduría e imaginación del hombre de campo en su intercambio con la naturaleza.
El humor es un elemento subyacente en la obra de Samuel Feijóo, quien acopió un muestrario valiosísimo de leyendas y entre ellas, con particular destaque, una colección de mitos de «los por qué» donde el humor aflora, algo de filosofía popular y también un «tin» de picardía aborigen.
He aquí el primero:
¿Por qué el aura tiene la cabeza pelada?
…El aura estaba velando al burro porque se lo quería comer. Y el burro no se moría, pero un día el burro estaba tirado en el suelo, acostado a la larga, y el aura con tantas ganas que tenía de comérselo bajó, porque lo creyó muerto.
Entonces empezó, como hacen las auras, a picarle el agujero de las nalgas al burro y el burro cuando vino a darse cuenta ya el aura tenía metida la cabeza en las nalgas. El burro se asustó y apretó las nalgas y le cogió la cabeza al aura, y esta jalaba pero no la podía sacar, y ahí luchaba y luchaba, y no podía sacar la cabeza porque el burro con la cosquilla más apretaba y apretaba. Al fin el aura pudo sacar con miles de trabajos la cabeza pero le quedó pelada para toda la vida, a ella y a todas las auras que parió.
No menos graciosa que la anterior resulta esta otra historia que esperamos el lector disfrute:
¿Por qué la codorniz duerme en el suelo?
La codorniz sabe mucho, pero tiene mala memoria, y por eso tuvo su fracaso.
Le ocurrió que fabricó un nido muy bonito y salió a pasear y a cumbanchar, y después se le olvidó dónde estaba el nido tan bonito que había hecho. Y como no lo encontró por eso duerme en el suelo.
Hay un dicho por ahí en boca de la gente que dice: «Tanto que sabes y te va a pasar lo que le pasó a la codorniz, que sabe mucho y duerme en el suelo».
Acreedor de numerosos reconocimientos, en 1990 le fue impuesta la Orden Félix Varela. Un día confesó: «Duermo en hamaca o en el suelo, camino leguas y leguas bajo el sol, con comida o sin ella […] Ni lluvias, ni truenos, ni sol ni ríos me intimidan».
No dude pues de que sea por siempre recordado como un investigador incansable y exigente consigo mismo, autor multifacético, eterno buscador de lo desconocido y olvidado.
Feijóo murió el 14 de julio de 1992, hace ahora 30 años. Es un recuerdo inmanente en cuantos lo conocieron y uno de esos autores cuya obra conserva su actualidad y utilidad, virtudes que lo mantienen vivo.
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