Al cumplirse aniversario del nacimiento del eminente intelectual villareño Samuel Feijóo , me agradaría evocar —a través de esta crónica— la sagrada memoria de un hombre noble y bueno, a quien conocí —en la década de los 60 de la anterior centuria— mientras estudiaba en la Universidad Central Martha Abreu de Las Villas (UCLV), mi querida Alma Mater.
Con el ilustre poeta, escritor, ensayista, artista de la plástica, crítico artístico-literario, investigador del folclore caribeño, editor, traductor, periodista, y ser humano único e irrepetible, establecí un vínculo afectivo que se mantuvo incólume durante casi dos décadas.
Tanto fue así que, un tiempo antes de fallecer, Feijóo le pidió a la Dra. María de los Ángeles Periú, quien fuera secretaria general del Sindicato de la Educación, la Ciencia y la Cultura durante los primeros años del triunfo revolucionario, que me localizara en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, donde laboraba desde 1974, para que me dijera que quería conversar conmigo antes de ir a encontrarse con el «Espíritu Universal»; leitmotiv en la obra poético-literaria y periodística del Apóstol. Lamentablemente, ese encuentro quedó pendiente por parte mía, ya que —cuando pude conseguir el transporte para trasladarme hasta su casa en el municipio de Playa— ya él había emprendido viaje hacia la eternidad.
En el centro de educación superior villareño, Samuel Feijóo dirigió —por espacio de 10 años— la revista Islas, la editorial universitaria y el departamento de Investigaciones Folclóricas.
Para recordar a tan ilustre personalidad de la cultura cubana y de mucho más allá de nuestras fronteras geográficas, prefiero hacerlo a través del homenaje que —con motivo del centenario del natalicio de Samuel Feijóo— se le tributara en la sala Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y que tuve el honroso privilegio de cubrir para la prensa local.
El elogio al célebre autor de Juan Quinquín en Pueblo Mocho estuvo a cargo de la multilaureada poetisa y ensayista Fina García Marruz, quien se refirió a la calidad poético-literaria de la obra de Feijóo, a quien su amantísimo esposo, Cintio Vitier (1921-2009), definiera con una sola palabra: «sagrado».
Como parte de su poética intervención, la Premio Reina Sofía y Premio Pablo Neruda de Poesía, leyó algunos fragmentos de los textos poéticos escritos por esa «alma inquieta y andariega», que se consideraba «hijo del canto y de la naturaleza» mientras que su bastón espiritual era la Biblia, que —según la también Premio Nacional de Literatura— «recoge toda la sabiduría divina y humana».
Por otra parte, recordó el primer artículo periodístico publicado por Feijóo en la revista Bohemia, y que —inspirado en el ideario martiano— dedicara «a los pobres de la tierra, con quienes su suerte quiso echar».
Fue un ferviente enamorado de la naturaleza cubana (incluida la flora y la fauna), amor que sintetizara en la frase: «dejen la prosa [así calificaba a la poesía], y miren el paisaje […], disfrútenlo como se saborea un mamey de Santo Domingo o un mango bizcochuelo». Persona sencilla, humilde, sin ningún tipo de jactancia o pretensión, aunque su vuelo intelectual era elevadísimo. Colocar en tela de juicio esa verdad incuestionable, sería —a juicio de Fina— «una herejía imperdonable».
Samuel era muy sensible, puro nervio. Se relacionó con las personas de todos los estratos sociales —sobre todo con aquellos más desfavorecidos por la fortuna— en los diferentes lugares urbanos y rurales donde residiera o que visitara. A él le encantaba hacer samueladas (actitudes «fuera de tono» que adoptaba cuando personas o situaciones no le agradaban o disgustaban).
Fina García Marruz narró varias anécdotas, signadas por el humor criollo y la fina ironía que calzaran la carismática personalidad del multifacético autor.
El doctor Virgilio López Lemus leyó poemas escogidos de los libros La alcancía del artesano I y La Alcancía del Artesano II, dados a la estampa por la editorial universitaria villareña, ya que la mejor forma de rendir tributo a un «francotirador de la poesía», como lo definiera Cintio, es leer y disfrutar su producción poética.
El doctor Rolando López del Amo esbozó su fecunda labor como editor de las revistas Islas y Signos, que recorrieron el mundo y llevaron lo mejor de las letras insulares y de la cultura cubana a los más insospechados rincones del orbe, así como su ardua labor como poeta-traductor. Al respecto, la doctora Carmen Suárez León señaló que Feijóo no solo tradujo al español poemas de las más disímiles lenguas foráneas: inglés, francés, ruso, rumano, sino que también elaboró una metodología para traducir poesía de idiomas extranjeros a nuestra lengua materna; destacó los grandes obstáculos que conlleva trasladar la rima de un verso escrito en otro idioma a la lengua cervantina; y trazó pautas —todavía ad usum— para convertir la traducción poética en un tremendísimo arte.
López Lemus expresó que los grandes creadores como Feijóo, no deben ser olvidados ni sepultados en el «baúl de los recuerdos», porque el legado intelectual y espiritual que nos dejara está y estará vigente per se culom saeculorum. Con apoyo en ese planteamiento, explicó que Feijóo «era como el Zarapico [ave que vive en el fango, y que, cuando levanta vuelo, no se mancha con el lodo], ya que su ética era inmarcesible».
Si bien las circunstancias socio-históricas en que desarrollara su existencia terrenal lo obligaron a fabricar un «escudo protector» para defender a los inocentes de las maldades y bajezas humanas —que las hay por doquier— no es menos cierto que el arma predilecta utilizada por él fue el amor, «que [según la sentencia bíblica] todo lo puede y todo lo alcanza».
Amante apasionado de la paz y de lo bello (entendido como todo aquello que enaltece la dignitatis humanae), cubano de pura cepa, pero universal, ya que tenía muy en cuenta el aforismo martiano «injértese [en la mayor isla de las Antillas] el mundo, pero el tronco ha de ser el de [nuestra república]». En su infatigable caminar, visitó varios países occidentales y este-europeos.
El escritor Rogelio Riverón, exeditor de la revista Signos, relató la simpática anécdota relacionada con las duras palabras que Feijóo le dirigió al entonces rector de la UCLV cuando dicho «burócrata» e «ignorante» (así lo llamó, con razón, en reiteradas ocasiones), cometió la insensatez de expulsarlo de ese centro de educación superior en 1968.
El número 67 de dicha publicación periódica estuvo dedicado al centenario del natalicio de su director-fundador. Ese volumen —concebido desde una concepción estético-artística por excelencia— recoge una selección de artículos salidos de la prolífica pluma de Feijóo sobre poesía, crítica artístico-literaria, etnología, folclore, periodismo u otras disciplinas humanísticas en las cuales se movía como «pez en el agua». Ese número deviene una verdadera fiesta literaria en el archipiélago cubano.
Adamelia Feijóo, primogénita de Samuel, evocó —sin disimular la emoción— a su entrañable progenitor, en quien descubriera un conjunto de valores éticos, ideo-estéticos, patrióticos, humanos y espirituales que contribuyeron —en grado sumo— a la formación y consolidación de su personalidad como mujer sensible y amante del arte en general.
En otra parte de su disertación, valoró —desde una óptica objetivo-subjetiva— una obra pictórica que su padre dejó inconclusa; incógnita que ella pudo despejar a través de la lectura de uno de sus escritos, en el que está implícita la respuesta a dicha interrogante.
En ese contexto, se presentó el documental Feijóo: locura de creación, con guión y dirección del realizador Miguel Torres; audiovisual que registra imágenes fílmicas, así como testimonios de distinguidos intelectuales cubanos, quienes han estudiado —con profundidad— la vastísima obra poético-literaria, pictórica, etno-folclórica, editorial y periodística de Samuel Feijóo, quien es un eterno Zarapico que vivirá por siempre en la memoria poética del pueblo cubano y de la humanidad.
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La vida de los poetas es extraordinaria y apasionante