Si por razones diversas —aunque ninguna justificada— los aniversarios del poeta Gustavo Sánchez Galarraga han transcurrido muchas veces sin siquiera una nota de recordación, nos juramos que no sucedería igual esta vez. Se cumplen ahora 130 años del nacimiento del ilustre poeta, el 2 de febrero de 1893, en la calzada del Cerro, que tiene en él uno de sus hijos distinguidos, y desde las páginas digitales de Cubaliteraria nos honra recordarlo. Al poeta, como a tantos compatriotas signados por el talento, la vida solo le concedió 42 años, y su prematura muerte el 4 de noviembre de 1934 nos dejó el sabor acre de los frutos que aún necesitaban más tiempo para desvelar todo su esplendor. De no haber sido por sus versos, igual reconocimiento merecería en su función de libretista de zarzuelas y sainetes, conformando el binomio Lecuona–Sánchez Galarraga que entregó el texto para piezas como «María la O», «El cafetal», «Lola Cruz» y «Rosa la China», entre otras o en la de animador teatral y cultural.
Poeta de extraordinaria inspiración, lo cual explica que su producción pueda acusar desigualdades y que los críticos y estudiosos adviertan en ella cierto facilismo. Pero casi imposible resulta que, quien mucho escribe, no cometa sus desatinos. Yo, sinceramente, me declaro admirador de su contubernio constante con las musas, de su inagotable energía para escribir y de su tremenda —y envidiable, no olvidemos este calificativo— fecundidad. Porque si para él, escribir resultaba fácil, en modo alguno quiere decir que lo fuera para el resto de los mortales. Escribir es una profesión, un trabajo gozoso, pero quien escribe es un artesano perpetuo de las letras. Y Gustavo Sánchez Galarraga lo fue en verdad.
Apuntemos un detalle esclarecedor: aunque hasta el momento lo hemos citado solo como poeta, Sánchez Galarraga dejó obra en otros géneros: abundantes piezas teatrales, artículos periodísticos, narrativa y libretos.
Hijo de una familia de buena posición económica, Gustavo dedicó su existencia a cultivarse, y su talento, a escribir. Con 20 años estrenaba en el teatro Payret su primera obra: la comedia titulada La verdad de la vida. Unos cuantos volúmenes reúnen sus piezas dramáticas, representadas en los teatros por actores de la talla de la española Margarita Xirgu, de visita en La Habana en más de una ocasión. Se le imputa al autor que son obras carentes de cubanía, concebidas para su representación por actores españoles, lo cual no deja de ser cierto si se toma en cuenta que las compañías de artistas europeos eran presencia frecuente en los escenarios cubanos.
Pero más adelante, Sánchez Galarraga sí escribió para los cubanos y sus textos disfrutaron de ese polémico fenómeno llamado popularidad. Nos referimos a su producción de sainetes y zarzuelas para algunos de los más ilustres compositores cubanos. La mayoría de estas obras alcanzaron esplendor por la calidad musical de las composiciones de Lecuona, pero también en algunas de sus canciones utilizó Lecuona textos de Sánchez Galarraga.
Si de poesía se trata, publicó numerosos libros, algunos prologados por personalidades de la cultura cubana como Enrique José Varona y José María Chacón y Calvo. Entonces, como lo serían ahora, fueron objeto de severas críticas, citándose la banalidad y el facilismo entre los aspectos más «lamentables». Sin embargo, tampoco podemos desdeñar, por cuanto merece reflexión, lo que escribía el propio Sánchez Galarraga a la altura del año de 1927:
De los otros, se silencian los errores y se sacan a relucir los aciertos; a mí solo se me tiene en cuenta por mis defectos o por mis descuidos, de sobra disculpables en un escritor que ha compuesto y publicado cuarenta y tres volúmenes, entre verso, prosa y teatro, antes de los treinta y cinco años.
Mi vista fatigada se ha tendido
por la llanura inmensa… Miro al cielo,
y es un profundo y misterioso velo
a cuya sombra el mundo se ha dormido.
¿Líneas? ¿Colores? Se ha desvanecido
cuanto la claridad doró en su vuelo,
y hasta la blanca cinta de un riachuelo
en la densa tiniebla se ha fundido.
No hay fulgor en las lóbregas alturas
que vierta un rayo luminoso y puro.
Se han desatado todas las negruras.
Implora el corazón… La luz no llega…
Sombra, sombra no más… Todo está oscuro…
¡Lumbre, Señor, para la noche ciega!
«La noche ciega»
Presidió la Sociedad de Teatro Cubano, y en 1934, la primera directiva de la Sociedad Cubana de Autores Teatrales, responsabilidad que desempeñaba al morir. Personalidad distinguida con diversas condecoraciones en España, este autor murió de paludismo a los 42 años. Talento, mucho talento e inspiración acompañaron a Sánchez Galarraga por encima de todas las «discordias».
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