Cuatro fechas y cuatro acontecimientos marcan los asideros afectivos más fuertes en la relación de Cintio Vitier con Santa Clara, todos ellos vinculados a la Universidad Central de Las Villas.
En 1956, a don Medardo, el padre, le fue otorgada la categoría de Doctor Honoris Causa en Filosofía y Letras; en 1958 la editorial universitaria le publica al hijo —derivado de un ciclo de conferencias impartidas en 1957 en el Lyceumfemenino de La Habana— Lo cubano en la poesía; libro que solidificó aún más su amistad con Samuel Feijóo y que ahora no comento para ahorrarme el lugar común de reiterar que deposita luces sobre el mapa de una Cuba cartografiada por su poesía.
En el curso 1959-1960 impartió Cintio la docencia en aquellas aulas, y finalmente, en 1999, se le entrega en ese mismo campus el título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Filológicas. Cuarto momento, que cierra el ciclo de la clonación poética a través de la ética: padre e hijo compartiendo alturas en el aprecio de una ciudad y de su alta academia.
A esos cuatro momentos se refirió Cintio, con fuerza de testimonio y profundidad conceptual, en el discurso de aceptación del título:
Cuarenta y tres años después de haberle otorgado a mi padre la categoría de Doctor Honoris Causa en Filosofía y Letras, esta universidad tiene la inmensa generosidad de investirme con una distinción semejante. Ni cariñosamente voy a discutir con los responsables de tal exageración. Ciertos regalos, precisamente por ser gratuitos, pueden recibirse con la misma ausencia de causalismo con que se hacen. No estamos entonces en el ámbito de los méritos y los premios, sino en el reino de la gracia comunicante.[1]
De los días en que ejerció como docente rememora con emoción cuando, «de la mano fraterna de Antonio Núñez Jiménez», pudo escuchar a Fidel hablar toda la noche a los estudiantes de Ciencia Agropecuaria instándolos a la conquista del futuro. Había recibido la invitación del rector Mariano Rodríguez Solveira para incorporarse al claustro, y la aceptó de inmediato y con gusto, porque entre otras cosas le propiciaba el encuentro con amigos como Samuel Feijóo —a quien califica de «interminable»—, además de Julio Le Riverend, Manuel Moreno Fraginals, Alberto Entralgo, Ernesto González Puig entre otros.
Para Rodríguez Solveira tuvo elogios solo superados por los que reservaba para Samuel Feijóo, de alguna manera parte de su familia. En entrevista concedida al periodista Luis Machado Ordetx dejó constancia de su afecto por aquel rector, no tan recordado con la fuerza que merece en la comunidad intelectual posterior a su gestión:
Como dije en mis palabras de gratitud en la universidad, el hogar de Marianito y Marta fue otro hogar para mí en Santa Clara. Él fue quien me invitó a incorporarme al claustro de Las Villas, quien despidió inolvidablemente el duelo de mi padre y quien prologó sus Valoraciones póstumas. Fue un intelectual ferviente y luminoso, conversador cultísimo, amigo entrañable.[2]
Sobre esa etapa, en que viajaba semanalmente a Santa Clara para cumplir su tarea pedagógica, comenta en dos momentos de sus palabras de aceptación del título:
Qué buenos eran aquellos viajes semanales en que tan misteriosa y exigentemente «las palmas me miraban» y se descorría el velo del destino del poeta que «arroja su fantástico tesoro (…) y va silencioso a ocupar el puesto que le asignan».
(…) La entrada del Ejército Rebelde en La Habana había dado el multitudinario aviso de una resurrección nacional. La llegada del poeta solitario hasta el centro de la Isla lo había comprometido para siempre.[3]
De la amistad, devenida hermandad, entre Cintio y Samuel Feijóo, existen numerosos testimonios, pues ambos se encargaron de dejar constancia de ello. Y no fue solo la circunstancia de la publicación de Lo cubano en la poesía la que lo propició. El propio Cintio contó alguna vez cómo, mientras impartía el curso sobre lo cubano en la poesía, cada vez que terminaba una conferencia, Samuel —amigo desde la década anterior— le pedía el texto, lo editaba a la velocidad que solía hacerlo y lo mandaba a pasar en linotipo; es decir, que nuestro sensible Zarapico, con su insuperable olfato de editor, siempre supo que, más allá de la oralidad que le dio origen a aquellas apreciaciones, el amigo habanero estaba dictando un libro. De ese volumen comentó Cintio: «Era mi despedida del mundo anterior a la Revolución. Y fue también, en cuanto testimonio de la raíz poética de nuestra historia, mi umbral hacia ella».[4]
Resulta iluminadora la anécdota que le reveló Vitier al periodista en la conversación antes citada, pues da fe de lo alto que también Feijóo valoraba los criterios de Cintio en materia de poesía. Se conoce la suspicacia con que algunos maledicentes manejaron que, en Lo cubano en la poesía existiera un capítulo dedicado a Feijóo y que el villareño no eliminara en el proceso de edición. Pero ya antes, como reacción al comentario que Vitier publicó ante la salida de la primera edición de Faz, vean cómo este relata la reacción de Samuel: «Cuando leí la primera edición de Faz escribí para El Mundo un artículo titulado “Orgullo por Samuel Feijóo”. Aduciendo que no era digno de aquel elogio, su respuesta fue quemar la edición completa y rehacer el poema, que ya era espléndido».[5]
Los testimonios más elocuentes sobre esa amistad, además de Cintio, los reveló también Fina García Marruz cuando en 1989 se organizó en Cienfuegos un homenaje a Samuel Feijóo con motivo de sus 75 años y los textos de ambos fueron publicados por la revista Signos (no. 39, enero-junio de 1990). El trabajo de Fina, titulado «La poesía joven de Samuel Feijóo», más abundante en anécdotas, refleja los cálidos intercambios sostenidos durante años entre la familia Vitier-García Marruz y el lúcido andarín villareño.
Lances de todo tipo —festivos, trágicos, profundos, alucinantes— describen con la prosa gallarda de la poetisa el calado de esos afectos. La relación de Samuel con los hijos de sus anfitriones —casi todas desarrolladas desde la magia de la «cuentería»— en los días en que era acogido como un miembro más por esa familia; los viajes al macizo de Guamuhaya donde, a la luz de una vela, Feijóo les sirvió lo que Cintio calificó como «una tortilla de oro» hecha por él; los luminosos encuentros a los que acudieron llevados por el «caminante montés» para que conocieran a los sabios guajiros que le aliviaban las tristezas; los debates sobre poesía, política, religión, junto a los conocidos galimatías del sanjuanero que ellos, con todo cariño, calificaban de «samueladas», son recreados por Fina de manera que nos parece estar oyendo a Feijóo exclamar: «Ahí viene Pancho Prieto montado en su yegua blanca» en el momento en que servían el café en blanquísimas tazas.
El texto de Cintio publicado en la misma revista constituye un registro único de la correspondencia entre los dos grandes poetas. En febrero de 1945 Feijóo le escribe a Cintio desde Cienfuegos: «He releído su carta hoy, con el mismo agrado con que la leí la primera vez. Estoy muy contento con su amistad, tan bien brindada. Con la de sus amigos que míos serán también gracias a usted». Cintio responde inmediatamente, en el mismo mes: «Me ha contestado usted en el tono que yo esperaba y deseaba, y ahora ya será posible confiarnos a una amistad de lo mejor nuestro, sin más compromiso que el de la fidelidad a lo que nos trasciende».[6]
No podía faltar en ese resumen de correspondencia la provocación del irreverente Feijóo al «correcto» Cintio, con una décima imperfecta que este respondió devolviéndole la imperfección. Veámoslas.
La que envía Feijóo:
Un décima hay que hacel
para Cintio y para Fina
sin que le salga una espina
a la rosa de Samuel
que tiene un pobre vergel
para ofrecer bella cosa,
pero es experiencia hermosa
que si Samuel bien los quiere
sea justo que considere
dar, de las flores, la rosa.
Y la respuesta de Cintio:
El Caballero Samuel
una décima nos hizo
para darnos con su hechizo
la rosa de su vergel:
si no podemos hacel
una ofrenda tan preciosa
vaya al menos la que roza
todo amor en este día
zumbándole la alegría
de la miel que hay en su rosa.[7]
No sé qué pensarán otros, pero a mí no se me escapa que los intercambios en el terreno humorístico, con ese guiño burlesco a la ortodoxia ortográfica en que se enroló Cintio (y que hizo público) solo podía ser posible con una persona a la que lo ataran afectos bien cercanos y complicidades poéticas entrañables.
Aparte de aquel acto consagratorio del 28 de diciembre de 1999, Cintio, siempre acompañado por su princesa encantada, visitó Santa Clara en ocasión de ferias del libro, jornadas literarias y eventos académicos. Pero fue en esa ocasión que le dejó a nuestra ciudad uno de sus tesoros personales:
Permítanme confiarles los apuntes que me quedan de los que hice para aquel curso 1959-1960, bifurcado en Literatura Cubana y Ampliación de Literatura Hispanoamericana, con mis dos grupos de estudiantes, alrededor de una mesa íntima. Y sobre todo quiero entregar hoy a esta universidad, a la que en justicia pertenece, el programa de Historia de la Filosofía que mi padre redactó y yo mecanografié en los últimos años de su vida, y que sin duda constituye un aporte memorable a la docencia filosófica en Cuba.[8]
Tengo confianza en que ambos documentos hayan rendido las ganancias que previó el poeta al donarlos; sus réditos pudieran concretarse en lo histórico, o en lo pedagógico, porque sin dudas servirían para mostrar a las generaciones jóvenes que pueblan las aulas de esa universidad que «la sabiduría ética de nuestros fundadores, culminante en José Martí, está hecha de futuridad».[9]
Notas:
[1] Cintio Vitier: «En el reino de la gracia comunicante» (palabras en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, al recibir el título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Filológicas, el 28 de diciembre de 1999), en Islas, no. 125, Santa Clara, julio-septiembre de 2000, pp. 7-12. Disponible en http://islas.uclv.edu.cu/index.php/islas/article/view/750/670). Fecha de consulta: 15 de septiembre de 2021.
[2] Cintio Vitier: «La patria vestida de poesía», entrevista concedida a Luis Machado Ordetx, en Islas, no.125, Santa Clara, julio-septiembre de 2000, p. 16. (Disponible en: http://islas.uclv.edu.cu/index.php/islas/article/view/749/669 pp 13-17). Fecha de consulta: 15 de septiembre de 2021.
[3] Cintio Vitier: «En el reino de la gracia comunicante», en Islas, no. 125, Santa Clara, julio-septiembre de 2000, pp. 7, 11 y 12.
[4] Cintio Vitier: «La patria vestida de poesía», en Islas, no. 125, Santa Clara, julio-septiembre de 2000, p. 15.
[5] Ídem, p. 16.
[6] Ambas citas pertenecen a Cintio Vitier: «Letras vivas de una amistad», Signos, no.39, La Habana, enero-junio de 1990, pp. 77-78.
[7] Cintio Vitier: «Letras vivas de una amistad», Signos, no.39, La Habana, enero-junio de 1990, pp. 87-88.
[8] Cintio Vitier: «En el reino de la gracia comunicante», en Islas, no. 125, Santa Clara, julio-septiembre de 2000, p. 8.
[9] Ídem, p 9.
Tomado de: La Jiribilla
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