
Parlamentos de películas, expresiones comunes reelaboradas, aceitadas, descoyuntadas, conceptos matemáticos, términos de la medicina, anglicismos, germanismos, conjeturas extrapoladas de la filosofía al arte, frases entresacadas de textos de ciencias, de los recovecos de la creación literaria, artilugios propagandísticos y del estanco kitsch, soportes visuales o de cualquier índole, enunciado aprehendidos en bares de mala muerte, palabras descosidas sin otro sentido que el de ser palabras «con sustancia», traslaticias, audibles, paladeables, ingresan en un algoritmo que tiende a la infinitud entre bisagras, embragues y tuercas que sustentan el andamiaje edificado al hipertextual modo de los internautas, «espejismo» que recibe una mixtura de ventanas y links hasta simular (o acontecer como) la insania total. Lo sorprendente de este personal método creativo es que ha sido ideado por el ensamblaje y puesta en marcha del soneto, una máquina supuestamente incapacitada para soportar el flujo de las energías sigloveintiuno, un preterido instrumento de modulación poética que por procederes miméticos y repetitivos había detenido su evolución hace mucho tiempo.
***
Y vimos con sorpresa que el terreno no era difícil en la medida
que suele ser en esos lugares y que, pese a las grietas de los
glaciares y otros obstáculos duros de vencer, no era probable
que la dificultad del terreno hubiese detenido los trineos de un
Scott, un Shackleton o un Amundsen.
H. P. Lovecraft
Constructos
Albert Eistein Kaputt. Últimas jarras de cerveza en el bar. Último roud. Últimas logomaquias de Ezra Pound. Ser libre es disfrutar nuestras amarras. Verdades más o menos adventicias con que ingeniamos la terrible mezcla. Que un himno (que una danza) se establezca sobre los restos de la noche. Albricias. Multitudes movidas por la lógica del carnaval. Pedante, pedagógica, inflexibiliadad. Hay inyecciones que nos absuelven del dolor. Hay óbolos que nos hacen felices. Los discóbolos tensan ante las gradas sus tendones.
***
Permutaciones en el subconjunto
Blanco país. El hombre nuevo suda entre discursos. Un paisaje idílico fabricado con árboles de acrílico. Onán y sus manuales de autoayuda. Blanco. Blando país de la anestesia. El samurái afila su katana. Delicuescencias en la noche vana. Erecciones al centro de la iglesia. Hierven las papas en tu cacerola. Hierven felices en la fumarola unos bichos blancuzcos y cegatos. Monstruos que añoran un colchón de muelles, dos o tres latas de cerveza. Bueyes. Bueyes que arrastran lentos carromatos. Procesión de lentísimos cogotes. No por casualidad estás dispuesto A entrar en el abismo. ¿Así que esto era la guerra? Niños con garrotes. Ancianos que discurren como topos por el endoso pabellón. Heráclito. Los clérigos esperan que el Paráclito descienda donde indican sus hisopos. Una gran pifia. Un proverbial despiste. Hay demasiadas jaulas sin alpiste. Extraños argumentos que improvisas. Los tutsis son filmados por los hutus. ¿Así que hallaron el puñal de Brutus? Calcomanías en el parabrisas. Último saxofón. Última carta de la baraja. Duncan, Isadora. Buses y filtros de la mezcladora. Los japoneses entran en Yakarta. Dios te perdone los anacolutos. Los profetas menores sin desmayo construyen utopías a caballo entre el cuerpo y el alma. Los enjutos pescadores dan vueltas al carrete. Los dados entran en el cubilete. Salen por el portón unas calesas, unos señores de levita. El diablo se oculta en la penumbra del retablo. Dislocaciones en la sobremesa. Desangramientos. Dogmas. Didascalias. Nos hace falta material estéril. Trepanaciones. Pensamiento débil. Romanos que penetren en las Galias. ¿Qué hay de malo en los himnos? —El ordeño mecanizado de esperanza —alega un profesor dormido a su colega, también amoratado por el sueño. ¿Permanecer ensimismados, plácidos, mientras laboran los aminoácidos en nuestra destrucción? Anfetaminas. Bombas lógicas. Foros inalámbricos. Los silúricos hablan con los cámbricos. Los cretácicos rompen sus vitrinas.
Sobre el autor
José Luis Serrano Serrano (Holguín, 1971) es un desatacado poeta cultivador de la décima y pertenece a la promoción que apareció en Cuba en los años noventa del siglo XX. El homenaje, la parodia, la intertextualidad, la sátira y el humor son un sello identificativo de su obra. Multipremiado en certámenes nacionales, entre ellos el Premio Cucalambé de décimas en 1995 y 2001; Fundación de la Ciudad de Santa Clara en 1998 y 2001 (décima) y Nicolás Guillén de Poesía en 2018, Serrano es una de las voces poéticas más sólidas en el panorama de la poesía actual cubana. Ha publicado los libros Examen de fe, El mundo tiene la razón, en coautoría con Ronel González, Bufón de Dios (1997), El yo profundo (2005), El baile extraño (2005) y otros.
Visitas: 139
Deja un comentario